Capítulo 37: Los Vacíos del Corazon

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Mes Uno: El Pozo del Dolor

El silencio en la casa es casi tangible. Mónica camina por las habitaciones como un espectro, buscando señales de las niñas que ya no están. Sus ojos, antes vivos, son ahora pozos de oscuridad que reflejan una tristeza abismal. Cada rincón de la casa le recuerda a Pía y a Sara, los colores de sus dibujos en la pared, el eco de sus risas que resuenan en su mente como si aún estuvieran allí.

Vanesa, siempre a su lado, observa el deterioro de su amiga con una mezcla de compasión y desolación. Trata de ser fuerte, de poner en pausa su propio duelo para sostener a Mónica. Pero, en sus momentos a solas, siente el mismo vacío, una herida abierta que la consume. Ella también siente que ha perdido a sus hijos, aunque no sean suyos de sangre. Las palabras de consuelo que le ofrece a Mónica suenan huecas en sus propios oídos, pero las pronuncia de todos modos.

—“Mónica, estamos juntas en esto. No voy a dejar que te hundas.” —dice Vanesa una noche, sosteniéndole las manos, tratando de transmitirle fuerza.

Mónica la mira con ojos apagados, incapaz de responder. Para ella, el mundo ha perdido su color, su forma, su sentido. Vanesa quiere decirle que todo estará bien, pero no se atreve; sabe que la mentira sería demasiado cruel.

Mes Tres: La Sombra del Recuerdo

La depresión de Mónica se profundiza con cada día que pasa sin noticias de las niñas. Se despierta cada mañana con una sensación de angustia en el pecho, como si estuviera atrapada en una pesadilla sin fin. Las noches son las peores; cuando el silencio se hace absoluto, los recuerdos la atacan con una violencia que la deja sin aliento.

Vanesa, mientras tanto, mantiene una fachada de fortaleza. Organiza grupos de búsqueda, contacta a medios, pega carteles con las fotos de Pía y Sara en cada esquina. Pero en la soledad de la noche, se permite caer. Siente el peso de la ausencia de las niñas como una piedra en el corazón. Le duele ver a Mónica tan destrozada, pero también siente una culpa latente por el dolor que ella misma no puede superar.

Un día, Vanesa intenta animar a Mónica proponiéndole salir a caminar.

—“Vamos, Mónica. Un poco de aire fresco te hará bien.”

Mónica la mira sin expresión, apenas sacudiendo la cabeza.

—“¿Para qué?” —responde en voz baja—. “Nada de esto tiene sentido sin ellas.”

Mes Seis: El Abismo de la Ausencia

A medio año del secuestro, la desesperación se transforma en una especie de apatía helada. Mónica apenas come, apenas duerme. Vanesa la cuida como puede, llevándole comida que casi nunca toca, intentando llenar de palabras un vacío que nada parece poder llenar.

Ana y Ainhoa también intentan apoyar a Mónica y a Vanesa, organizando visitas, trayendo comida y manteniéndose a su lado. Sin embargo, las palabras de ánimo se vuelven escasas. Ellas también han comenzado a perder la esperanza, aunque tratan de no mostrarlo.

Una tarde, Mónica habla por primera vez en días.

—“No puedo seguir así, Vanesa.”

Vanesa la escucha en silencio, sus propios sentimientos de dolor brotando como un torrente.

—“Pero debes seguir, Mónica,” le responde, sintiendo cómo su propia voz tiembla. “Debemos hacerlo por ellos. Ellas también nos están buscando, de alguna forma.”

Pero Mónica no parece oírla. Está atrapada en su propio mundo de sombras, en un lugar donde la esperanza ya no tiene cabida.

Mes Nueve: La Resignación y el Recuerdo

Con el tiempo, la depresión de Mónica se convierte en una resignación helada. Aún tiene momentos en los que siente que las niñas volverán, pero esos destellos son cada vez más escasos. Ha dejado de buscar consuelo en las palabras de Vanesa o de sus amigas, y en cambio, se refugia en el silencio.

Vanesa, por su parte, se esfuerza por no ceder al agotamiento emocional. Sabe que si ella cae, Mónica lo hará también, sin posibilidad de volver a levantarse. El peso de la responsabilidad la consume, pero se aferra a su papel de pilar con todas sus fuerzas.

Una noche, mientras observan el cielo estrellado, Mónica finalmente rompe el silencio.

—“¿Crees que alguna vez las encontraremos?”

Vanesa duda antes de responder, el dolor y la incertidumbre reflejándose en sus ojos.

—“Sí, cariño. Algún día las encontraremos.”

Mes Doce: La Esperanza como un Susurro

El año llega a su fin, y con él, la búsqueda parece detenerse. Las pistas son cada vez más escasas, y las autoridades empiezan a poner excusas; “Hemos hecho todo lo posible,” dicen. Pero para Mónica y Vanesa, la ausencia de Pía y Sara es una herida que no puede cerrarse. A pesar del dolor, ambas mujeres siguen adelante, impulsadas por la esperanza de que un día volverán a ver a sus hijas.

Vanesa sigue siendo el ancla de Mónica, aunque ella también ha comenzado a sentir el peso de la desesperanza. A menudo se sienta en la habitación vacía de las niñas, recordando sus risas, sus voces. Para no quebrarse frente a Mónica, Vanesa ahoga su propio dolor en el silencio, convencida de que no puede permitirse caer.

Una noche, mientras están juntas en la sala, Mónica toma la mano de Vanesa, con los ojos vidriosos pero firmes.

—“No sé si algún día volveré a ver a mis hijas,” susurra. “Pero sé que no podría sobrevivir sin ti.”

Vanesa se queda en silencio, sintiendo cómo sus propias lágrimas caen sin control. Por primera vez en meses, permite que sus sentimientos salgan a la superficie. Abraza a Mónica, y las dos mujeres se sostienen mutuamente, compartiendo su dolor sin palabras.

Cada uno de estos meses es como un círculo de un laberinto oscuro en el que ambas mujeres están atrapadas. Mónica y Vanesa son dos almas navegando un océano de tristeza, aferradas a un salvavidas de recuerdos y promesas no cumplidas. La casa, vacía sin las niñas, se convierte en una metáfora de su pérdida, un espacio lleno de ecos y sombras donde la ausencia pesa más que la presencia.

Vanesa se convierte en una especie de faro para Mónica, y su determinación es como una llama en medio de la oscuridad que rodea sus vidas. Ella es quien mantiene encendida la pequeña chispa de esperanza en Mónica, aunque en el fondo, esa misma llama también la está consumiendo lentamente.


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Flor🌹

Confianza en el Abismo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora