El sol de la mañana bañaba la mansión de Vanesa con un resplandor dorado, convirtiéndola en un santuario de esperanza y seguridad. Mónica se había despertado temprano, acompañada por el tranquilo respiro de sus hijas durmiendo. Mientras miraba a Pía y Sara en paz, sintió una oleada de gratitud, de alivio y una ligera punzada de asombro. Después de todo, había logrado escapar de las sombras de Javier.
Apenas hacía unos días que habían llegado a la casa de Vanesa, y aunque aún no se acostumbraba a los lujos, Mónica encontró una extraña paz en esos espacios abiertos y luminosos, donde sus hijas podían jugar sin miedo. La casa de Vanesa era un refugio y un castillo, con seguridad impecable y un ambiente acogedor.
Vanesa, que siempre parecía estar un paso adelante, se acercó a Mónica en el jardín.
—Buenos días, Mónica. ¿Dormiste bien? —le preguntó suavemente, como si supiera que la respuesta no era sencilla.
—Sí, o al menos, lo mejor que he dormido en años —respondió Mónica, desviando la mirada hacia sus hijas—. Aunque a veces me despierto pensando que… todo esto no es real.
Vanesa sonrió, un destello de comprensión brillando en sus ojos.
—Es real, Mónica. Ya estás fuera de su alcance. Hoy, más que nunca, eres libre.
La palabra “libre” resonó en la mente de Mónica, llena de un significado tan vasto y nuevo que casi parecía desconocido. Ser libre. ¿Qué significaba realmente? Cada rincón de su ser parecía despertar ante esa posibilidad, aunque a su vez, también traía consigo el peso de enfrentar el miedo y la incertidumbre de una nueva vida.
Más tarde, mientras las niñas jugaban en el jardín, Vanesa recibió una llamada del juez. Las noticias eran alentadoras: Javier había recibido oficialmente las citaciones del inicio del juicio y las órdenes de restricción. Vanesa, con calma y profesionalidad, le transmitió cada detalle a Mónica.
—Todo marcha según lo planeado. Javier tiene una perimetral que le impide acercarse a vos y a las niñas. No podrá volver a ponerte un dedo encima. —Vanesa la miró fijamente, sus palabras firmes, como un escudo inquebrantable entre Mónica y su pasado.
Mónica dejó escapar un suspiro, pero en sus ojos brillaba una mezcla de emociones difíciles de contener.
—Gracias, Vanesa. No tengo palabras… Sin tu ayuda… —las palabras se le atoraron en la garganta—. Sin vos, no sé dónde estaríamos.
Vanesa se acercó, sin decir nada. Con el tiempo, su amistad había madurado hasta convertirse en un lazo profundo e indescriptible. Esa conexión, una mezcla de confianza y respeto, era más fuerte que cualquier otro vínculo que Mónica hubiera conocido. Y, aunque nunca lo mencionaba, Vanesa se esforzaba en esconder los sentimientos que esa cercanía despertaba en ella.
Al día siguiente, mientras paseaban por el jardín en una tarde tranquila, Mónica se detuvo y miró a Vanesa, sus ojos llenos de una intensidad que no había sentido antes.
—Creo que… esta es la primera vez que respiro sin miedo —dijo, sus palabras suaves como una confesión.
Vanesa la miró, atrapada en la belleza de aquel momento, pero, como siempre, reprimió sus propios sentimientos. Su prioridad era protegerla, ayudarla a sanar, y sabía que cualquier expresión de sus sentimientos podría complicar la situación en un momento tan delicado.
—Y vas a seguir haciéndolo, Mónica. Esto es solo el comienzo.
Sin embargo, Mónica percibió algo en la mirada de Vanesa, una chispa que siempre había estado allí pero que hasta entonces no había notado. Quizá era la sensación de estar libre, de estar viva, lo que la hacía ver a Vanesa de otra forma. Había en ella una fuerza, una determinación que ahora comenzaba a parecerle… irresistible.
Al atardecer, sentadas en la sala, Vanesa le explicó los próximos pasos legales y lo que podían esperar del juicio. Mientras Vanesa hablaba, Mónica se sintió abrumada por la gratitud y una sensación nueva que no lograba entender. Sus palabras resonaban en su mente, llenas de fuerza y convicción.
—Gracias por todo esto, Vanesa… —dijo en un susurro.
Vanesa la miró, y en ese momento, un impulso incontrolable se apoderó de Mónica. Con una mezcla de valentía y emoción, se acercó y la besó suavemente en los labios. Fue un instante cargado de sensaciones, un roce sutil pero cargado de una profundidad que ambas desconocían.
El mundo pareció detenerse. Fue como si todo a su alrededor se desvaneciera y solo quedaran ellas dos, unidas en aquel primer beso, que significaba tanto más que un simple contacto de labios. Fue un puente entre el dolor pasado y la promesa de un futuro diferente.
Vanesa, sorprendida, no pudo evitar corresponder. Sabía que no era el momento ideal, que tal vez aún quedaban heridas que debían sanar, pero en ese instante se permitió sentir, sin reservas, la conexión que había reprimido.
El beso terminó, pero el eco de ese instante quedó suspendido entre ellas. Mónica, sin decir nada, le sonrió. Era una sonrisa llena de esperanza y valentía, la primera verdadera sonrisa de libertad que había mostrado en años.
Ambas sabían que aquello no solucionaría todo, que el camino seguía siendo largo y complicado, pero ese momento era suyo, un destello de lo que podrían construir juntas.
Mientras la noche caía sobre la casa, Mónica y Vanesa compartieron una mirada llena de promesas. La primera parte de su historia había llegado a su fin, pero un nuevo capítulo, cargado de incertidumbres y posibilidades, acababa de comenzar.
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Si quieren que siga con la segunda parte, espero sus comentarios!!
Flor🌹
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Confianza en el Abismo.
Hayran KurguConfianza en el Abismo relata la historia de un mundo alternativo donde Vanesa Martín es una abogada feminista y defensora de los derechos humanos, y Mónica Carrillo, una madre atrapada en una relación abusiva. Vanesa, marcada por su propio pasado d...