Capitulo 55: La Renovación de Votos de Mónica y Vanesa

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El tiempo había pasado como un río tranquilo y constante, y un poco más de dos años después de haber unido la familia que tanto soñaron, Mónica y Vanesa decidieron celebrar una renovación de votos. Fue una decisión llena de amor y significado, una manera de celebrar la unión que habían construido y reafirmar la promesa que se hicieron desde el primer día: estar juntas en las luces y en las sombras, en la plenitud de sus días y en el silencio de sus noches.

La ceremonia fue grande y alegre, pero íntima al mismo tiempo. Estaban rodeadas de aquellos que compartían su vida y su historia, sus hijos, sus amigos, y una comunidad de amor que habían tejido con el tiempo. Pía, Sara y Matías formaron parte importante de ese día, cada uno con una sonrisa que decía más que cualquier palabra. Cada detalle de la celebración reflejaba la esencia de Mónica y Vanesa, su hogar y su amor. En medio de las flores y las luces que decoraban el espacio, el brillo de sus miradas era el centro de todo.

El momento llegó al atardecer, cuando el sol ya empezaba a caer sobre el horizonte, envolviendo el lugar en una luz cálida y dorada. Mónica y Vanesa, de pie una frente a la otra, se tomaron de las manos y se miraron profundamente, dejando que el silencio hablara por ellas. Todo lo que habían vivido parecía reflejarse en ese instante, como si en cada suspiro de sus pechos se acumularan años de amor, de desafíos y de triunfos compartidos.

> —Hoy te elijo de nuevo, como te he elegido cada día desde el primero —dijo Mónica, con la voz temblorosa pero firme, sus ojos llenos de emoción—. Te elijo con todo lo que eres y con todo lo que soy, y te prometo que seguiré construyendo esta vida a tu lado, con todo mi amor y mi gratitud.

Vanesa apretó suavemente la mano de Mónica, y sus labios esbozaron una sonrisa que hablaba de complicidad y ternura.

> —Y yo, Mónica, te elijo una vez más —respondió, su voz susurrante y cálida como el sol que descendía—. Porque contigo, he encontrado mi hogar, el lugar donde puedo ser yo misma, sin máscaras ni reservas. Te prometo que seguiré amándote en cada amanecer y en cada atardecer, en cada risa y en cada lágrima.

Sus palabras parecían envolverse en el aire, formando una promesa que no necesitaba papel ni firmas, solo el latido sincero de sus corazones. Al terminar, se besaron con dulzura, rodeadas de aplausos y miradas emocionadas. Sus hijos, que las observaban con una mezcla de asombro y admiración, corrieron a abrazarlas, y por un instante, el tiempo se detuvo en aquella imagen de amor y unidad.

Tras la ceremonia y la fiesta Mónica y Vanesa se despidieron de sus hijos que quedaron a Cargo de Ana y Ainhoa. Las esposas emprendieron un viaje que habían soñado durante años. Se escaparon juntas a la Toscana, un lugar donde los paisajes eran tan infinitos como el amor que se tenían. La brisa traía consigo aromas a lavanda y viñedos, y el sonido de las cigarras llenaba las tardes con una música que se mezclaba con sus risas y sus susurros.

Cada día en la Toscana era una celebración, una danza de miradas y de silencios compartidos. Paseaban de la mano por los campos de girasoles, donde el sol caía sobre ellas con una suavidad que parecía hecha a medida, y cada noche se encontraban en la intimidad de su habitación, enredadas entre las sábanas, como si cada caricia fuera un poema que el tiempo no podría borrar.

En una de esas noches, después de una cena a la luz de las velas, se recostaron en el balcón, donde podían ver las estrellas que colgaban como diamantes en el cielo oscuro. El aire era tibio y dulce, y ellas se miraban como si fuera la primera vez.

> —A veces pienso que soy la mujer más afortunada del mundo por tenerte a mi lado —susurró Mónica, acariciando el rostro de Vanesa con suavidad—. En todos estos años, nunca dejaste de hacerme sentir amada y deseada.

Vanesa sonrió y, acercándose, depositó un beso en los labios de Mónica, un beso que fue creciendo en intensidad y en promesas sin palabras. El amor que compartían era más fuerte que nunca, un lazo invisible que las unía en cada latido, en cada suspiro. Se besaban como si el tiempo se hubiera detenido, como si en ese instante fueran las únicas personas en el mundo.

Sus manos se buscaban, recorriendo cada rincón conocido y redescubriendo la piel que siempre las había cobijado. En la penumbra de la habitación, sus cuerpos se entrelazaban, y cada caricia era una declaración de amor, una reafirmación de los años compartidos y de los que estaban por venir.

> —Eres mi hogar, Mónica —susurró Vanesa entre susurros y caricias—. Eres todo lo que siempre soñé y mucho más.

Las palabras se mezclaban con el sonido de sus respiraciones, y el silencio que las envolvía era solo la pausa entre los latidos de sus corazones. Se miraban con intensidad, con una mezcla de ternura y deseo que iba más allá de lo físico; era un amor que trascendía, que se fundía en cada rincón de sus almas.

Aquella noche, y muchas noches más en su estancia en la Toscana, Mónica y Vanesa celebraron el amor que las había unido y que las mantenía fuertes. No necesitaban palabras para expresarlo, pues en cada gesto, en cada mirada, estaba escrita la historia que habían construido juntas.

Fin

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Falta el epilogo. ✍🏻💜



Flor🌹

Confianza en el Abismo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora