Capítulo 30: Pía y su Inocencia

27 2 1
                                    

La luz de la tarde se colaba suavemente por las ventanas del consultorio, iluminando los libros apilados y los muebles en tonos cálidos. Pía estaba sentada frente a su psicóloga, con una sonrisa que reflejaba el avance de su terapia. Su felicidad era cada vez más evidente, como si, paso a paso, hubiera encontrado una paz interior que antes parecía inalcanzable.

— ¿Y cómo te sentís últimamente, Pía? —preguntó la psicóloga, mientras tomaba notas y la observaba con una mirada comprensiva.

Pía tomó un momento para responder. Era una niña intuitiva, y se podía ver en su expresión que tenía algo importante que decir.

—Estoy feliz, muy feliz —respondió ella—. Mami y la tía Vane me hacen sentir que estamos todos en casa, que somos como una familia.

La psicóloga asintió, alentándola a continuar.

—Creo que… deberían casarse —dijo Pía, con una inocente firmeza que sorprendió a la psicóloga.

Esa confesión, tan simple pero tan significativa, hizo que la psicóloga se detuviera y mirara a Pía con interés. No se trataba solo de una idea pasajera; parecía una manifestación del amor y la seguridad que Pía había encontrado en su hogar.

—¿Y por qué crees que deberían casarse? —preguntó la psicóloga con suavidad.

—Porque ellas se quieren —respondió Pía, encogiendo los hombros—. Yo las vi darse un beso en la boca, como cuando los adultos se casan.

La psicóloga, comprendiendo la profundidad de ese comentario, decidió que sería importante tener una sesión con Mónica y Vanesa para entender mejor la dinámica familiar y la percepción de Pía sobre el amor y la familia.

Esa noche, en casa, Mónica y Vanesa recibieron el mensaje de la psicóloga, sugiriendo la reunión. Se miraron, con una mezcla de sorpresa y entendimiento. Habían sido discretas frente a las niñas, siempre cuidando cada gesto, cada mirada, sin comprender que, para el corazón sincero de Pía, nada pasaba desapercibido.

El consultorio de la psicóloga era un espacio sereno, decorado en tonos cálidos que transmitían paz. La luz suave de la tarde llenaba la habitación mientras Mónica y Vanesa esperaban en los cómodos sillones. Habían sido convocadas a esta reunión después de que Pía, en una de sus sesiones, había compartido una confesión inocente pero profunda. La psicóloga, una mujer de sonrisa serena y mirada comprensiva, se sentó frente a ellas.

—Gracias por venir, Mónica, Vanesa —comenzó la psicóloga—. Hoy quisiera hablar con ustedes sobre algo que Pía me ha mencionado en las últimas sesiones.

Mónica y Vanesa intercambiaron una mirada, algo inquietas pero listas para escuchar.

—Pía ha avanzado mucho en su terapia, y es evidente que se siente segura y amada en su hogar —continuó la psicóloga—. Pero hace poco compartió conmigo una reflexión que llamó mi atención. Me dijo que ella cree que ustedes dos… deberían casarse.

Mónica y Vanesa se miraron con sorpresa. Sabían que su relación significaba mucho para ellas, pero no se habían dado cuenta del impacto que estaba teniendo en Pía.

—Pía mencionó que las vio besándose y que, para ella, eso significa que ustedes son pareja. Según su percepción, eso es motivo suficiente para pensar en matrimonio. Me gustaría saber un poco más sobre su dinámica familiar y, si están de acuerdo, cómo manejan este aspecto de su relación frente a las niñas.

Mónica tomó la palabra, su voz llena de sinceridad:

—Nos hemos esforzado en ser discretas. Queremos que las niñas se sientan seguras y, sobre todo, que no se sientan confundidas. Pero también es cierto que el amor entre nosotras es evidente, y quizás eso ha resonado con Pía más de lo que pensamos.

Vanesa asintió, y agregó:

—Nunca quisimos ocultar lo que sentimos, pero también entendemos que Pía es muy perceptiva. Si bien hemos sido cuidadosas, me doy cuenta de que quizás eso no ha sido suficiente para ella.

La psicóloga las escuchaba atentamente, asintiendo.

—Lo que Pía está viendo es el amor entre ustedes dos —dijo la psicóloga con una sonrisa—, y eso, en realidad, le brinda una sensación de seguridad. Los niños, a veces, comprenden el amor de maneras que ni siquiera nosotros podemos anticipar. Pero también es normal que sientan curiosidad y, en algunos casos, confusión. Mi recomendación sería que hablen con ella de manera abierta y sincera, en términos que pueda comprender.

Mónica y Vanesa intercambiaron una mirada de complicidad. Era evidente que estaban listas para dar ese paso.

—Gracias por guiarnos en esto —dijo Mónica—. Nos aseguraremos de hablar con Pía esta misma noche.

De vuelta en casa, la conversación de aquella tarde rondaba en sus pensamientos. Se sentaron en el sofá, preparadas para abordar un tema que, para ambas, estaba lleno de emociones y significados. Llamaron a Pía, quien vino corriendo, con una sonrisa curiosa.

—Pía —comenzó Mónica con voz suave—, hoy queremos hablar contigo de algo importante.

Pía las miró, sus grandes ojos llenos de curiosidad e inocencia.

—Sabemos que nos viste dándonos un beso en la boca, y entendemos que eso puede haberte hecho pensar que… somos algo más que amigas.

Pía sonrió, algo avergonzada, pero no podía contener su emoción.

—¿Entonces son novias? —preguntó, sus ojos brillando con entusiasmo.

Ambas mujeres asintieron, sonriendo ante la dulzura de su reacción.

—Sí, Pía —confirmó Vanesa con ternura—. Tu mamá y yo nos queremos mucho.

La pequeña soltó una risa de felicidad.

—Entonces, ¡se tienen que casar! —dijo con la inocencia de alguien que cree que el amor siempre debe tener un final feliz.

Mónica le dedicó una mirada llena de amor, y con paciencia explicó:

—Pía, el hecho de que nos queramos no significa que tengamos que casarnos de inmediato. A veces, las personas necesitan tiempo para conocerse y asegurarse de que sus sentimientos son profundos y duraderos.

Pía parecía procesar la idea, aunque la pequeña sombra de confusión seguía allí.

—¿Pero van a estar juntas para siempre, verdad? —preguntó, su voz llena de esperanza.

Vanesa sonrió y tomó su mano.

—Eso es lo que queremos, sí. Pero primero tenemos que conocernos mejor, por ahora, queremos disfrutar de cada momento, construir nuestro amor paso a paso, y asegurarnos de que todo sea sincero y hermoso. Para que vos y Sara también estén seguras y cuenten con tu mamá y conmigo siempre.

La pequeña asintió, una sonrisa de comprensión iluminando su rostro. En ese momento, el amor que Mónica y Vanesa compartían, junto con la inocencia y la pureza de Pía, transformaron el hogar en un lugar donde la felicidad y la seguridad podían florecer.

--------


Flor🌹

Confianza en el Abismo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora