Borsalino ha perdido muchas cosas

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El dolor que atravesaba el cuerpo de Borsalino parecía una especie de castigo autoinfligido. Cada pulsación de su corazón era una reminiscencia punzante de su sufrimiento interno. La adrenalina que una vez lo había mantenido en pie, ahora se retiraba como una marea desvaneciéndose, dejando tras de sí un escalofrío que recorría su espalda con un temblor helado.

Su mente no podía evitar repasar una y otra vez el momento en que las circunstancias se torcieron y su familia quedó atrapada en medio de la tragedia. ¿Podría haberlo evitado? ¿Podría haber tomado decisiones diferentes que hubieran cambiado el curso de los acontecimientos? Estas preguntas lo atormentaban mientras su mirada se perdía en el cielo ante él, con su tono celeste y las nubes blancas danzando en la brisa, parecía sereno e inalcanzable, un contraste doloroso con la turbulencia de su propia mente.

La búsqueda de sus gafas se convirtió en un pequeño ritual, una distracción momentánea de sus pensamientos oscuros. ¿Dónde podrían estar? Una pregunta trivial en comparación con las preguntas más grandes que lo atormentaban. Pero incluso en medio de la desesperación, encontró un consuelo fugaz en la belleza simple de los paisajes naturales, libres de los colores distorsionados que habían marcado su vida reciente.

Recordaba con añoranza cómo solía disfrutar de los paisajes antes de que su visión se viera distorsionada por tonos anormales de amarillo, naranja y rojo, un recordatorio constante de la tragedia que lo había marcado.

Los escombros y la destrucción que lo rodeaban eran un reflejo de su propia devastación interna. El esfuerzo físico de liberarse de los escombros era solo el reflejo externo de la tormenta que se libraba dentro de él. Cada movimiento era una batalla contra el dolor, pero también una oportunidad de escapar de la prisión que lo había atrapado. Al final, logró salir, solo para encontrarse con la cruel realidad de sus heridas y su incapacidad para moverse con facilidad, apenas había dado unos pasos cuando sus piernas cedieron, traicionándolo y estrellándolo contra el suelo con un impacto que hizo arder su rostro y dificultó su respiración.

El silencio que lo envolvía era ominoso. Sabía que pronto alguien notaría su ausencia y vendrían en su búsqueda. Miró su mano con el anillo brillando en su dedo, un vínculo tangible con el pasado y una conexión con la persona que había sido su apoyo en momentos difíciles, Isshou.

La soledad que lo rodeaba era agobiante, una presión constante que lo empujaba hacia la desesperación. Se aferró al brillo del anillo en su dedo como un ancla en un mar tormentoso, una conexión tangible con Isshou, la única persona que podía entender la magnitud de su sufrimiento

El deseo de escuchar la voz reconfortante de Isshou lo llevó a buscar su caracol entre sus pertenencias, aunque cada movimiento le provocaba un dolor agudo. Finalmente, logró sostener el Den-Den-Mushi con manos temblorosas, sintiendo la humedad penetrar en su traje empapado por el sudor y la lluvia persistente que caía desde la tragedia.

Al marcar el número de Isshou, sus párpados comenzaron a pesar como si llevaran el peso de todo su sufrimiento. Una duda persistente lo asaltaba: ¿y si todo esto fuera simplemente un mal sueño del que pronto despertaría? La sensación de irrealidad se intensificaba mientras observaba el caracol, viendo cómo sus labios imaginarios se movían para formar la cicatriz distintiva de Isshou.

"I-Isshou...", susurró con voz entrecortada, luchando por contener el dolor que amenazaba con desbordarse en cada palabra.

"Y-Yo no pude hacer nada al respecto", admitió, sintiendo el frío de una lágrima recorrer su mejilla y dejarla húmeda a su paso.

"Y-Yo...", intentó continuar, pero las palabras se atascaron en su garganta.

El silencio que siguió fue ensordecedor, y Borsalino se sintió abandonado por la esperanza que había aferrado a ese breve contacto. ¿Había decepcionado a Isshou hasta el punto de que ya no quería hablarle? El miedo y la culpa se entrelazaban en su mente mientras volvía a llamar al caracol de Isshou, suplicando desesperadamente por cualquier señal de vida al otro lado.

¨Isshou...¨

La respuesta silenciosa lo dejó tambaleándose, una mezcla de alivio y decepción. El peso de la culpa y la autocondena se hacía cada vez más difícil de soportar.

Cada latido de su corazón parecía un tambor que anunciaba su propia agonía. La sensación de opresión en su pecho se volvía casi insoportable mientras luchaba por mantener la compostura.

¨Isshou... ?¨, llamó de nuevo, desesperado por cualquier señal de vida al otro lado.

Cada jadeo era un eco de su dolor interno, una súplica desgarradora por la conexión que tanto anhelaba. El silencio que siguió fue como una losa sobre su pecho, aplastando cualquier esperanza restante.

"P-por favor, c-contesta", rogó entre lágrimas y sollozos, su voz sonando más rota y patética con cada palabra., sus ojos cerrándose con fuerza como si pudieran bloquear el dolor que emanaba de su alma herida.

El tiempo se estiró como un elástico, cada segundo era una eternidad de agonía mientras esperaba desesperadamente una respuesta que nunca llegó. Solo el eco de su propia respiración agitada resonaba en su mente, recordándole que seguía vivo, aunque cada parte de su ser anhelaba el consuelo que solo la voz de Isshou podía brindarle.

La sensación de una mano en su espalda fue un alivio momentáneo antes de perder la conciencia. La oscuridad lo envolvió, sumiéndolo en un silencio abrumador que parecía absorber todo el dolor y la desesperanza que había experimentado.

En ese vacío oscuro, Borsalino se encontró enfrentando sus propios demonios internos. El remordimiento y la autocrítica se entrelazaban con la sensación de pérdida y abandono. Cada pensamiento era una espiral descendente hacia la desesperación, hasta que finalmente, el agotamiento físico y emocional lo sumergió en un sueño profundo y sin sueños.

El tiempo parecía detenerse en ese estado de inconsciencia, donde los recuerdos se entrelazaban con los sueños y las esperanzas se mezclaban con los temores más oscuros. En la oscuridad de su mente, Borsalino buscaba respuestas que parecían esquivas, anclándose a la promesa de que el amanecer traería consigo una claridad que él ansiaba desesperadamente.

Horas, días, quizás semanas pasaron en ese estado entre la vigilia y el sueño, donde la realidad se fundía con la fantasía y la línea entre lo que era y lo que pudo haber sido se volvía borrosa. Cada vez que emergía brevemente hacia la conciencia, el eco de su propia voz suplicante seguía resonando en su mente, recordándole la fragilidad de su propia existencia y la necesidad imperiosa de conexión humana que a veces se perdía en medio del dolor y la desesperación.

Finalmente, en algún punto entre la noche y el día, Borsalino emergió de las profundidades de su letargo. La oscuridad cedió ante la luz tenue que se filtraba a través de sus párpados entreabiertos, y la sensación de que algo había cambiado lo llenó de una mezcla de esperanza y temor.

La voz de Isshou resonó en su mente como un eco lejano, una llamada de vuelta a la realidad que había estado evadiendo. Con esfuerzo, Borsalino abrió los ojos y se encontró frente a frente con Isshou, que seguía allí dormido en una silla de madera al lado de su cama, esperando pacientemente como un vínculo tangible con el mundo exterior.

"I-Isshou...", susurró, esta vez sin la desesperación aguda en su voz. Había encontrado una especie de resignación en su situación, una aceptación de que no podía cambiar el pasado ni controlar el futuro. "Lo siento... por todo", murmuró, dejando que las palabras se deslizaran con una suavidad que reflejaba su rendición interna.

La presencia silenciosa de Isshou era suficiente por ahora para calmar las tormentas internas que habían estado asolando su alma.

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⏰ Última actualización: 4 days ago ⏰

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