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Título: Voces y Vientos
La isla de Onigashima había sido testigo de muchas batallas, pero también de momentos de reflexión. Yamato, el hijo de Kaido, había tomado una decisión crucial en su vida: despojarse de las expectativas que su padre le había impuesto y seguir su propio camino. Siempre había tenido claro que no quería ser una "hija" de Kaido, sino un hombre, y más aún, un hombre libre. La verdad de su identidad había sido una parte fundamental de su liberación.
Años después, Yamato se encontraba en la misma isla, pero ya no era la persona que solía ser. Ahora era un hombre, con un propósito claro: ser como Kozuki Oden y vivir con la libertad que siempre había soñado. Pero lo que no había anticipado era que su vida tomaría un giro inesperado al conocer a una joven cantante llamada Uta.
Uta, la hija de Shanks, había llegado a Onigashima con la esperanza de compartir su música con el mundo. Su voz tenía un poder único, un poder que podía unir a las personas, incluso en medio de la oscuridad. Cuando llegó a la isla, no esperaba encontrar a alguien tan especial como Yamato.
Su primer encuentro fue por casualidad. Uta, mientras cantaba en la plaza de Onigashima, atrajo la atención de los habitantes de la isla. Yamato, que había estado caminando solo por los rincones de la isla, escuchó su voz desde lejos y se sintió atraído hacia ella. Había algo en su melodía que le hablaba directamente al alma, algo que le hacía recordar la libertad que tanto anhelaba.
Yamato se acercó a Uta, quien al verlo se detuvo un momento, sorprendida por su presencia. Su mirada de inmediato se conectó con la de él, y Yamato, sin poder evitarlo, sonrió.
—Tu voz... es increíble —dijo Yamato, sin dejar de mirarla. No era algo que dijera a menudo, pero en este caso, sentía que era necesario. Su voz tocó algo profundo dentro de él, como si le hablara al corazón.
Uta, sorprendida y sonrojada por el cumplido, le devolvió la sonrisa.
—Gracias. La música tiene ese poder, ¿no? De unir a las personas, de llevarlas a un lugar donde pueden entenderse sin necesidad de palabras.
Yamato asintió, observando a Uta mientras se recostaba en el borde de un banco cercano. A pesar de que había muchos que apreciaban su música, Yamato notó algo diferente en ella: una luz en sus ojos, un brillo que lo hizo sentir que tal vez había algo más detrás de esa cantante.
—¿Te gustaría cantar para mí en otro lugar? —preguntó Yamato, sin dudarlo. Su tono era directo, pero con una suavidad inusual, como si realmente quisiera entender la música que Uta compartía.
Uta, algo intrigada, aceptó encantada. Juntos caminaron hasta una orilla tranquila de la isla, donde el sonido de las olas los rodeaba, y donde la brisa soplaba suavemente. Uta comenzó a cantar de nuevo, una melodía más suave esta vez, casi como un susurro del viento.
Yamato la escuchaba con atención, pero algo más había cambiado en él. Algo dentro de su pecho se sentía ligero, como si, en ese momento, la verdad de su ser pudiera expresarse sin temor.
Tras la canción, Uta se quedó en silencio, mirando al horizonte. Yamato la observó en ese momento de quietud, y fue entonces cuando decidió hablar.
—Uta... siempre he tenido sueños grandes, pero nunca me había sentido completamente libre. Viví mi vida bajo la sombra de mi padre, intentando ser alguien que no era. Hasta que entendí que lo que realmente quería era ser quien soy, un hombre libre, como siempre debí ser. Mi nombre es Yamato —dijo, sus ojos brillando con una sinceridad profunda. Era la primera vez que lo decía tan abiertamente a alguien fuera de su círculo cercano.
Uta se quedó en silencio por un momento, sorprendida por las palabras de Yamato, pero al mismo tiempo, la comprensión llenó su corazón. Sabía que él había estado buscando su lugar en el mundo, buscando ser fiel a sí mismo.
—Me alegra que lo digas, Yamato —respondió Uta, con una sonrisa que no solo era amable, sino cálida y genuina. Su música había tocado su alma, pero ahora sentía que algo aún más profundo había nacido entre ellos, algo que unía sus caminos de manera especial.
A lo largo de los días que siguieron, Yamato y Uta comenzaron a pasar más tiempo juntos. Sus conversaciones fueron más allá de las melodías y los sueños de libertad. En cada encuentro, Uta escuchaba atentamente las historias de Yamato, sobre su lucha por ser quien era, sobre cómo había superado los obstáculos que su padre le había impuesto. Y Yamato, a su vez, se sintió inspirado por la pasión de Uta por cambiar el mundo con su música, por su deseo de conectar con las personas y llevarles un mensaje de esperanza.
Un día, mientras caminaban por las colinas de Onigashima al atardecer, Uta se detuvo y miró a Yamato con un brillo especial en sus ojos.
—Sabes, creo que juntos podríamos cambiar muchas cosas. No solo con nuestra música, sino con nuestra fuerza. Lo que hemos vivido, lo que hemos luchado... todo eso puede ser una historia que inspire a otros a encontrar su propia libertad, como tú lo hiciste —dijo Uta, con una confianza que Yamato no había esperado.
Yamato sonrió, tocado por sus palabras. Finalmente, se dio cuenta de que no estaba solo en su viaje hacia la libertad. Había encontrado a alguien que lo entendía, que veía más allá de la superficie.
—Sí... juntos, podemos lograrlo. Siempre lo supe —respondió Yamato, su voz cargada de determinación.
Mientras el sol se ponía en el horizonte, las dos almas compartieron un momento en silencio, sabiendo que algo más grande que la música o los sueños los unía: la libertad de ser uno mismo, sin miedo y sin arrepentimientos.
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