Legado de Fuego

21 1 0
                                    


---

La mañana comenzó como cualquier otra en la UA. Izuku Midoriya estaba ansioso por las clases, como siempre, pero algo lo inquietaba. Desde hacía días, sentía una extraña sensación de calor en su pecho, como un fuego latente que no lograba entender.

Durante una clase de historia en la academia, Aizawa-sensei empezó a hablar sobre antiguos héroes y figuras legendarias, mencionando algo extraño que despertó su atención.

—... y en algunas zonas se hablaba de personas con habilidades extrañas, incluso antes de que se registraran los primeros quirks oficialmente. Existen archivos sobre individuos que manipulaban fuego, sombras, electricidad y hasta se transformaban en animales... —Aizawa hizo una pausa, su mirada se encontró con la de Izuku, quien tenía la mano levantada—. Midoriya, ¿quieres agregar algo?

Izuku se sonrojó, pero asintió. —Sensei, ¿cómo es posible que existieran habilidades tan... avanzadas antes de que los quirks fueran conocidos?

—Buena pregunta, Midoriya. Según registros antiguos, se creía que algunos de estos individuos obtenían sus habilidades a través de extrañas frutas llamadas “Frutas del Diablo” —explicó Aizawa—. Los científicos modernos no han encontrado pruebas, pero los rumores dicen que el poder se heredaba en la sangre, especialmente en linajes específicos.

Ese día, Izuku no dejó de pensar en esas leyendas. Al llegar a casa, se dirigió a la habitación de su madre, Inko, quien estaba sentada en el sofá, algo nerviosa.

—Mamá, ¿puedo preguntarte algo sobre... nuestra familia? —preguntó Izuku, sintiendo que el fuego en su pecho ardía aún más.

Inko suspiró y asintió. —Izuku, creo que es hora de que sepas algo. Algo que intenté protegerte para que no tuvieras que cargar con esa responsabilidad...

Izuku escuchó atento, mientras Inko sacaba una vieja caja de madera de un cajón oculto. Abrió la caja con cuidado, revelando un pañuelo rojo y desgastado, junto a un par de brazaletes ennegrecidos por el paso del tiempo. Uno de ellos tenía el símbolo de una llama en el centro.

—Tu tatarabuelo fue... Portgas D. Ace —dijo Inko, con una mezcla de tristeza y orgullo.

—¿Portgas D. Ace? —Izuku susurró, sus ojos se abrieron con sorpresa. Sentía ese nombre resonar en sus huesos, como si despertara algo en su interior—. ¿Quién era él?

—Ace fue un guerrero, un pirata de un mundo muy diferente al nuestro. Él tenía un poder especial, uno que le permitía controlar el fuego. Era un usuario de una fruta del diablo, la Mera Mera no Mi, y su habilidad fue tan poderosa que hasta sus descendientes pudieron sentir esa conexión con las llamas —explicó Inko, con nostalgia en sus ojos—. Nuestro linaje nunca ha sido simple. Ser de la línea de “la D” significa muchas cosas, pero sobre todo implica una responsabilidad con el mundo.

Izuku estaba anonadado. Todo empezaba a tener sentido: la extraña sensación de calor, la atracción por el heroísmo y la lucha. De alguna forma, su sangre parecía querer llevarlo a proteger a otros.

Esa noche, Izuku no durmió. Decidió salir a entrenar a los campos de la UA, buscando entender ese extraño “fuego” que sentía. De repente, sus manos comenzaron a calentarse. Cerró los ojos y pensó en las palabras de su madre: “controlar el fuego”.

—Vamos, Izuku. Si eres realmente descendiente de Portgas D. Ace, ¡tienes que intentarlo! —se dijo a sí mismo.

De repente, una chispa apareció en sus manos, y luego otra, hasta que una pequeña llama danzó en su palma. Izuku retrocedió, sorprendido, pero luego sonrió con una mezcla de emoción y miedo.

—Lo hice... ¡Puedo hacerlo! ¡Puedo manejar el fuego!

Durante los días siguientes, Izuku continuó entrenando en secreto. Todavía conservaba el poder de su quirk, One for All, pero descubrió que podía integrar ambas habilidades, usando el fuego para potenciar la velocidad de sus movimientos y hacer sus golpes aún más devastadores.

En una prueba de combate, Bakugo notó algo extraño.

—¿Desde cuándo puedes usar fuego, Deku? —preguntó, frunciendo el ceño.

Izuku sonrió nervioso. —Es algo... de familia.

Con el tiempo, Izuku llegó a comprender que su linaje no solo le daba poder, sino un propósito. Al igual que Portgas D. Ace, su tatarabuelo, él también quería luchar por un mundo donde los fuertes protegieran a los débiles, sin importar el peligro.

Así, Izuku Midoriya, el héroe que llevaba el fuego de su linaje, continuó su camino. Ahora no solo como un símbolo de esperanza, sino como el heredero de un antiguo guerrero que también había soñado con cambiar el mundo.

One Shots Donde viven las historias. Descúbrelo ahora