Llamas y Plumas

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En una tranquila isla que parecía apartada del mundo, el cielo se tornó gris, y el viento comenzó aullar, presagiando una tormenta inminente. En la orilla, las olas chocaban con fuerza, y una figura solitaria se dibujaba contra el horizonte: Marco, el fénix, el mejor médico y primer oficial de los Piratas de Barbablanca.

Marco había estado buscando un momento de calma después de las intensas batallas en la Guerra de Marineford. Sin embargo, esa búsqueda de paz se vería interrumpida por el arribo de una figura familiar que parecía haberse desvanecido del mundo: Portgas D. Ace.

Ace, con su característico sombrero de paja y su sonrisa despreocupada, apareció ante Marco como si el tiempo no hubiera pasado. Las llamas del poder de Ace danzaban a su alrededor, reflejando su esencia ardiente.

—¿Qué haces aquí, Marco? —preguntó Ace, su voz llena de energía y un toque de travesura.

—No lo sé. Buscando un poco de paz, supongo —respondió Marco, sintiendo que su corazón se aceleraba al ver a su amigo.

Los dos se miraron fijamente, recordando el vínculo que habían compartido, una conexión más profunda de lo que cualquiera podría entender. Marco sintió que el fuego de Ace iluminaba su alma, un recuerdo de los días pasados repletos de aventuras.

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Decidieron alejarse de la orilla y caminar por la isla, buscando refugio de la tormenta que se acercaba. Mientras caminaban, comenzaron a compartir historias, risas y viejos recuerdos.

—Siempre recordaré esa vez que intentaste cocinar —dijo Ace, riendo a carcajadas—. Era como intentar hacer fuego con agua.

Marco sonrió, recordando ese vergonzoso intento que había terminado en llamas y un desastre en la cocina. Pero lo que más le importaba no era la risa, sino la compañía de Ace. La conexión entre ellos nunca había sido quebrantada.

A medida que hablaban, Marco empezó a sentir cómo la ausencia de Ace había dejado un vacío en su vida. Aunque sabía que era un momento fugaz, no podía evitar anhelar la posibilidad de hacer que esta reunión durara para siempre.

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La tormenta estalló de repente, y los dos se refugiaron en una cueva cercana. La lluvia golpeaba fuerte en las rocas, pero dentro de la cueva, había un aire de calidez y protección. Marco, instintivamente, comenzó a absorber la energía de Ace, las llamas que emanaban de su cuerpo iluminaban la cueva.

—A veces me pregunto qué pasaría si todas las batallas que hemos librado no nos hubieran separado —murmuró Ace, observando cómo las llamas danzaban a su alrededor.

—Tal vez aún estaríamos navegando juntos, buscando tesoros y aventuras —respondió Marco, sintiendo que su corazón latía con fuerza por la posibilidad de un futuro diferente.

Los ojos de Ace brillaron con determinación. —No importa el tiempo o la distancia, siempre seremos amigos. Y si hay una forma de reunir a nuestra tripulación, lo haría sin pensarlo dos veces.

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El sonido del trueno resonó afuera, pero dentro de la cueva había un silencio reconfortante. Marco se acercó a Ace y, con una calma renovada, le dijo: —Siempre estaré contigo, Ace. No importa lo que pase.

Ace sonrió, su expresión desafiante y ardiente. —Y yo también estaré contigo. Siempre seré tu fuego, Marco. Juntos, seremos invencibles.

La tormenta afuera se calmó, y con el último trueno, Ace dio un paso adelante, abrazando a Marco. Era un abrazo que simbolizaba la unión de dos almas intrépidas, dos amigos que siempre encontrarían la manera de volverse a ver, sin importar los obstáculos.

Y así, en esa cueva, bajo la luz titilante de las llamas y el calor del alma de un fénix, Marco y Ace hicieron una promesa: su amistad no conocía límites, y juntos enfrentarían lo que fuera, incluso si eso significaba desafiar al destino mismo.

**Fin del Franfic.**

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