ue Ace entrara a su oficina cuando le apetecía era algo habitual. Entraba y salía, y por mucho que Marco lo regañara, no podía impedirlo. Solo el hecho de que tenía pacientes, una recepcionista muy rigurosa y varias enfermeras a las que no les importaba ser físicamente fuertes y que probablemente podrían patearle el trasero, era lo que le impedía entrar sin restricciones cuando quería y arruinar la oficina de Marco y su licencia médica como resultado.
Pero cuando su patente se fue y Ace lo siguió inmediatamente, irrumpiendo como una amenaza y exigiéndole: "Marco, por favor, ve conmigo a la gala", Marco solo se sorprendió levemente.
"¿Qué gala?", preguntó y miró el reloj. Ese paciente no era el último y odiaría dejar a los demás esperando porque Ace estaba impaciente.
—La tontería de Doflamingo —dijo Ace enojado—. Lo juro, desde que Luffy se juntó con su sobrino, me he visto obligado a hacer tantas tonterías aburridas de la alta sociedad que me dan ganas de morirme.
"De todas formas, normalmente quieres morirte. Y aún así no quieres buscar ayuda profesional, una gala no es nada", pensó Marco. Aunque Marco iba a aceptar de todos modos, porque no podía negarle nada a Ace (sí, era un tonto que se enamoró de un hombre veinte años menor que él), aparentemente tardó un poco demasiado, porque Ace dijo: "Por favor, te haré una mamada", en un tono casi desesperado.
La oferta hizo que Marco se detuviera. ¿Ace estaba dispuesto a hacerle una mamada? Interesante. Se preguntó hasta dónde podría llegar, así que intentó negociar. "Abre tus lindas piernas para mí y trato hecho". Ser tan amistoso con Doflamingo durante una noche sonaba como su infierno personal. Lo haría si Ace quería, pero si Ace estaba dispuesto a acostarse con él... aprovecharía la oportunidad.
—Está bien —Ace comenzó a desvestirse, yendo directo a su cinturón, sin dudarlo un momento.
—No ahora mismo. —Dios mío, ¿Ace era realmente tan desvergonzado?
Para ser justos, si Marco fuera más joven, también se habría puesto manos a la obra. Pero la edad trajo consigo la sabiduría, y la sabiduría le dijo que era la idea más tonta que jamás había tenido, aunque fuera una idea audaz.
"Tengo pacientes esperando", le recordó. "El sexo tendrá que esperar".
Ace hizo pucheros: "No eres divertido".