Capítulo 36

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Una semana, una semana había pasado desde que mis horarios "flexibles" habían pasado a ser una jornada laboral de veinticuatro horas de los siete días de la semana.

¿El por qué?.

Simple, al rey le dio la gana de hacerse sentir, y pues claro que lo logró.

Si antes ya estaba un poco desquiciada ahora lo estaba mucho más, no solo le había bastado extender mis horarios y agregar más tareas a mi agenda, no, Aro se había encargado de que la luz del sol solo fuera visible para mí en las mañanas cuando madrugaba para prepararme para mis increíbles clases con el señor

Rowan, alias el chupa cabras, porque así estaba la situación, yo era la cabra a la que le habían adsorbido todo el jugo, o mejor dicho exprimido.

Toda esta semana la había pasado completamente sola, Elara no estaba en el castillo por motivos de política, Cassian se encontraba fuera del reino resolviendo algunos problemas de la realeza y el ogro del Rey al parecer dios lo escondió, y rezo porque se la haya olvidado donde.

En fin, estaba sola, mi única compañía era el gran reloj que se encontraba en la pared y Mary, la cual era la chica que se encargaba de mi y mi nueva reportera de noticias del castillo; gracias a ella pude enterarme de los paraderos de mis amigos.

Ahora mismo, me estoy preparando para empezar con toda mi agenda planeada a la perfección por el tan considerado rey, que de tanto amor que me tiene hizo que el señor Rowan se encargue todas las mañanas de recibirme con sus espectaculares clases de biología que yo tanto amaba, espero hayan entendido el sarcasmo.

En cuanto termine de alistarme salí de la habitación rumbo a mis tan increíbles clases, y justo por el gran pasillo que me dirigía a ellas frene un rato para apreciar el jardín, en toda esta semana no había ni siquiera pisado el pasto de ese inmenso jardín, para que vean que tan grave es mi situación en estos momentos, pero, como yo soy Emma Scott, ténganlo por seguro que más tarde pasaré a darme una vueltita.

-Al parecer señorita Scott el reloj de su habitación apunta una hora equivocada – dijo el profesor Rowan en cuanto entré al salón – el día en que usted decida llegar a tiempo y no cinco minutos tarde, será el mejor dia de mi vida.

-Buenos días para usted también Profesor, y con respecto a mi retardo, no es mi culpa querer observar por la ventana como los pájaros son un alma libre en comparación a la mía – que si nuestra relación había mejorado? Falso.

Más bien cada día iba de mal a peor.

Y es que créanme que yo trato de ser una persona pasiva pero este esqueletico cadaver putrefacto me la pone difícil todos los días.

-¿Investigó lo que le mandé? – cambió de tema para darle inicio a la fastidiosa clase.

-Por supuesto, mi puntualidad en la investigación rompió el récord business.

-Claro, me imagino.

****

Ya eran las cinco de la tarde y me encontraba más feliz que una lombriz, la razón? El señor Benedict me avisó que por el día de hoy habían acabado mis clases por una reunión imprevista que tenían en el castillo, por lo que podía dedicarme un poco de tiempo para mi.

Y por supuesto que me lo pienso dedicar, es lo mínimo que merezco después de estar ciento sesenta y ocho horas de una clase a otra.

Ahora me encontraba en el jardín caminado por el hermoso pasto verdoso, este lugar era el único del castillo que me mantenía tranquila, el canto de los pájaros junto con las miles de mariposas que habían era lo único que me mantenía en paz después de tanto cansancio.

-Vaya, ya pensaba que más nunca te volvería a ver la cara.

-Pues créeme que hoy puede que sea la última vez que la veas – sonreí inmediatamente en cuanto vi a Cassian.

-¿Cómo has estado? – preguntó devolviéndome la sonrisa.

-De maravilla, esta semana la he sentido como lo mejor que me ha pasado en la vida – le dije con mi mejor cara de felicidad – y tú? Las has pasado tan bien como yo?.

-Igual de feliz – me respondió con mucho sarcasmo – han sido los mejores días de toda mi larga vida.

En cuanto lo dijo nos miramos para luego empezar a reír.

-Sabes es de mala educación olvidar a tu novia falsa – le digo en broma.

-Y no sabes cuánto he extrañado a mi novia falsa, pero el Rey no entiende de estos temas – respondió.

-¿El Rey? – pregunté con una notable curiosidad.

-Si, él me ha mandado a supervisar algunos asuntos sin importacia, y déjame decirte que por un momento hasta pensé que se quería deshacer de mí.

No me parecería raro pensar que él está en lo correcto, después de su escénita incluso podría decir que alejo a todos mis cercanos a propósito.

-Entonces me alegra que hayas regresado – le digo para cambiar el tema – por cierto, ¿no deberías de estar en una reunión en estos momentos? – tenía entendido que tenían que estar presentes toda la mesa redonda, ósea todos los de la realeza.

-Debería, pero, me he escapado – dijo divertido – tenía más ganas de ver a mi novia falsa que a un vegestorio hablando de temas aburridos.

¿Por qué todos no pueden ser como él?.

-Definitivamente sabes alégrame el día – le respondí con una sonrisa.

-Algo bueno debo hacer en este mundo.

Pasé aproximadamente dos horas hablando con Cassian en el jardín, le conté todo lo que me había pasado esta semana en el castillo y él me contó su tan increíble y divertido viaje fuera del castillo, y lo peor era que su viaje si estuvo mucho mejor que mi fascinante semana.

Hoy la luna se encontraba más brillante que nunca, destacaba mucho más que cualquier otra noche, y el frío viento que hacía en el balcón era el necesario como para poner mis pelos de gallina, la tranquilidad que podía apreciar sentada en el balcón era algo que me gustaba mucho, sobretodo cuando tenía mis audífonos puestos.

Por un momento un sonido entre la oscuridad de la noche llamó mi atención haciendo que dejara mis audífono y me levantara del pequeño sillón para ir hasta el barandal del balcón y poder observar que se trataba de una pareja de murciélagos o eso parece.

¿Saben esos momento de impulsividad que le entran a la gente de repente?.

Pues eso era lo que me estaba dando a continuación.

Empecé a treparme en el balcón, subí primero uno de mis pies para apoyarme y así poder subir el otro hasta quedar completamente de pie, en cuanto lo hice me coloqué de espaldas a la luna que tenía anteriormente al frente, y sin pensarlo dos veces hice lo que cualquier loco hubiera hecho al pensar en suicidarse.

Me dejé caer.

Cerré los ojos.

El viento se sentía mucho más denso en cuanto caía y lo único que pude hacer antes de sentir el frío piso que me esperaba abajo fue cerrar con fuerza los ojos.

Pero.

Nunca llegué a sentir el frío piso que me esperaba.

La realidad de soñarte a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora