Desde que lo habían aceptado como su rey se había dedicado a cambiar varias cosas en el territorio, había ordenado que las tierras de los clanes derrotados pasaran a la propiedad de los clanes que se habían unido a el desde un inicio y había obligado a los guerreros de los clanes derrotados a jurar lealtad a sus nuevos señores, pero aun no dejaba de volvieran a sus tierras, pues aun tenia una tarea que realizar con aquellos guerreros que habían luchado en su contra en aquel gran ejercito, hombres en los que aun no confiaba y que deseaba controlar de una forma u otra. Esperaba mas resistencia en la ciudad, una oportunidad para mermar las filas de glaumos al enviarlos como primera fuerza, pero solo dos de los clanes habían plantado batalla y no había logrado desgastar tanto como quisiera la fuerza de los glaumos.
Salió de las estancias que había tomado para si en el palacio del consejo, la edificación en un inicio fue el hogar de los gobernadores en los tiempos del antiguo imperio y luego de la caída del imperio y el abandono del sistema de gobierno imperial, ninguno de los cinco clanes de la ciudad había tomado el palacio como su hogar, pues consideraban que el lugar debía ser neutral entre ellos, en cambio habían utilizado el lugar como un centro de reuniones para los clanes y un lugar donde alojar a los diversos dignatarios extranjeros que visitaran la ciudad.
Pero ahora el palacio era suyo y de su familia, seria el lugar donde ejercería el poder sobre el reino que había comenzado a alzar, por fortuna la legión que había dejado en el norte habían enviado mensajeros que dieron la noticia de que los clanes de las costas mas meridionales del territorio se habían rendido sin luchar y enviaban rehenes por barco para así demostrar su buena voluntad. Andros aun así no estaba satisfecho con lo que había conseguido, era mas que seguro que en el territorio podían aun estar en movimiento fuerzas capaces de causar daño, pero con el control de Galumiria, junto con todas las fortalezas del territorio y los principales pueblos, no temía a aquellas fuerzas, ya podría cazarlas y exterminarlas cuando pudiera volver, mientras tanto tenia a Pelinor al que dejaría al mando de las tropas de glaumos y con el poder para reunirlos y comandarlos en su nombre.
Recorría los pasillos mientras observaba como los hombres habían decorado las paredes con armaduras y armas capturadas a los jefes caídos del enemigo y en varios lugares colgaban los estandartes de los clanes que habían sido derrotados, quería que el lugar fuera un monumento al logro de sus soldados y al esfuerzo titánico que habían hecho al marchar hasta allí para ganar esa guerra tan terrible en su nombre. Pero hubiera preferido mil veces el recorrer los pasillos del palacio de Nirde sabiendo que en cualquier esquina podría sorprenderlo Miriel intentando asustarlo o verla correr por los jardines con ramas y hojas metidas en su melena negra, quería ver a esa diablilla salvaje lo antes posible. Pero estaba en Glaumiria a cientos de kilómetros de su verdadero hogar.
Se acomodo en uno de los balcones, la ciudad se extendía ante el, observo con los brazos apoyados en las barandillas hechas de madera, la ciudad no era algo desagradable de ver, se podía ver la mezcla de arquitectura antigua latina con las nuevas edificaciones de los glaumos y había cierta preservación que le agrado, había visto que aun estaban en funcionamiento los baños públicos, grandes piscinas de agua caliente en las cuales los habitantes de la ciudad aun se bañaban, algo que en Nirde se había perdido cuando habían reconstruido gran parte de la ciudad al gusto de los reyes que buscaban eliminar la influencia de un imperio que los había oprimido, en cambio en Glaumiria estaban orgullosos de aquella influencia y se habían quedado con muchas cosas buenas de esos tiempos, los muros, las calles bien trazadas, las fuentes de agua y los canales que servían para llevar los desperdicios al mar y así mantener la ciudad limpia.
Pero de igual manera estaba cansado de aquella ciudad, estaba cansado de los glaumos y de tener que lidiar con todo esto, simplemente deseaba guardar la espada una temporada y volver a Nirde con María y con Miriel, pero tenia mucho trabajo por delante, pues ahora contaba con un gran suministros de hombres deseosos de probarle su valía y con deseo de guerra, por lo que había llamado a Polos ante su presencia. Lo recibió en un estudio cerrado y acogedor con una chimenea en la cual ardía un enorme fuego, el jefe glaumo estaba sentado ante el fuego mientras se calentaba las manos.
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La Nueva Sangre
FantasyTercer Libro y ultimo de la saga. Primero Leer El Consorte y La Reina, después Legitima y finalmente este libro. La Reina Maria dedica sus esfuerzos a restaurar su reino luego de la guerra contra el Usurpador y consolidar la paz, mientras que Andros...