La Nueva Sangre

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- ¿Que debemos hacer con esta información? - pregunto Licinio mientras Agdrian estaba aun sentado en su escritorio.

Agdrian estudiaba el informe que le habían hecho llegar sus sombras desde los territorios de los nobles de aquella nefasta lista que tanto deseaba destruir. En el último mes al parecer habían logrado reunir una fuerza considerable de hombres, que separadas en sus diversos territorios no llamaban la atención, pero si se unían teniendo en cuenta su presencia en la lista, serían una fuerza capaz de enfrentar a una de las legiones del principado.

- De momento quiero ojos sobre ellos - dijo Agdrian que ya estaba maquinando en su cabeza.

Ya era momento de dejar de pensar como él mismo y comenzar a pensar como lo haría su padre, podría haber sido el mayor pedazo de mierda que hubiera conocido, pero si por algo era respetado era por ser implacable y para tener a esos nobles a raya debía ser tan o más despiadado que su padre.

- Pero - dijo apuntando a Licinio - si alguno de ellos mueve aunque sea una ficha en mi contra, o moviliza sus fuerzas para suprimir a la gente leal de sus territorios quiero que muera sin importar el costo.

Licinio se llevó la mano hasta el pecho y se inclinó levemente.

- ¿Algo mas que requiera de mi? - preguntó su sombra.

- Envía el mensaje a mi sobrino - dijo mientras sacaba un sobre ya sellado de su escritorio - que le llegue, debe saber lo que esta pasando y que los nobles ya reunieron una fuerza.

Agdrian aun así estaba confiado por una cosa, la inseguridad de sus enemigos, que seguramente buscarían reunir aún más fuerzas antes de intentar algo, sabían que Agdrian aun tenia a cuatro legiones bajo su mando que estaban en el territorio del principado, mientras que ellos aun no contaban con el poder de hacerle frente. Lo mejor era que creyeran que el no sabia nada, para que cuando asomen la cabeza no se den cuenta de que su espada ya estaba desenvainada.

- ¿Y si intentan movilizarse antes? - preguntó la sombra.

El escenario vino a su mente, podrían rodear la ciudad y someterla a un asedio, pues en ella solo contaba con dos mil hombres de la guarnición y la guardia, las legiones estaban desplegadas en las fronteras y dos de ellas ya se encontraban en tierras glaumas, además de que los catafractos habían marchado, pero todo estaba bajo visión que Agdrian tenia de sus enemigos, con la ida de los catafractos se volvieron más confiados y empezaron a moverse de verdad.

- La ciudad podrá resistir el tiempo suficiente hasta que lleguen nuestras legiones - dijo Agdrian mientras tomaba uno de los muchos documentos que tenía pendiente - aun asi quiero hablar con los principales comandantes de la guarnición.

- Como ordene - dijo antes de dejarlo a solas por primera vez en el dia.

Estaba cansado, todo era burocracia y quejas, documentos, informes, firmas y sellados, hablaba con sus compañeros de la corte, hombres con los que se crío, con los que entreno, pero ahora se la pasaban más tiempo en sus residencias personales con sus familias y se presentaban sólo cuando Agdrian buscaba consejo o en asuntos oficiales. Debería entrenar un poco también, tomar la espada siempre lo ayudaba a calmarse luego de tanto trabajo, hacía ya varios días que no entrenaba y eso no les gustaba, era bueno, eso lo sabía, su padre se había encargado de que lo golpearan hasta casi matarlo con tal de que se volviera uno de los más letales guerreros del principado, con Regan fue igual, entrenamiento duro al estilo de los antiguos latinos. Pero aun así, a pesar de todo no quería perder forma, por lo que se levantó de su asiento y dejo los documentos de lado, comenzó a desvestirse y separar a su vez ropas mas viejas y gastadas, al igual que un gambesón de cuero, queria entrenar, tener una espada en la mano y un escudo en la otra, recibir golpes, golpear y sentir la adrenalina del combate.