Capítulo 31: Departamento de Misterios.

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Los chicos estaban volando encima de un thestrals cada uno, los cuales eran solo visibles para aquello que había visto la muerte. Estos eran sumamente rápidos, por lo que Alessia los perdió más de un par de veces en el cielo, ya que no solo estaba en consideración la velocidad de esas criaturas ni que no pudiera verlas, sino que la chica era una novata volando.

Sentía como si estuviera cortando el aire con su escoba, a miles de kilómetros por encima del suelo, aunque no era de capaz de distinguir más que nubes a su alrededor, y a sus amigos a lo lejos. Pero aun así la emoción que sintió fue mas grande que cualquier otra, casi le daba el valor que necesitaba para enfrentarse a Voldemort, y al fin entendió porque todos amaban el Quidditch. Estar tanto tiempo volando en el campo debe ser excitante.

Sin saber cuánto tiempo había durado volando, ni mucho menos que tan lejos y estaba de Hogwarts, notó como sus amigos descendía en picada de repente, por lo que no dudó en seguirlos hasta llegar a la calle de un pueblo Muggle. Los chicos guiados por Harry, caminaron hasta un teléfono, por el mismo que antes Potter había bajado para su vista por hacer magia.

- Viniste -soltó Potter algo sorprendido de verla aterrizar

- Sí, sino puedo hacerte razonar que esto una trampa, lo menos que puedo hacer es venir- dijo indiferentemente.

- No era necesario- soltó el pelinegro haciéndola reír.

- Cállate Potter, y dime a donde vamos ahora- le interrumpió con arrogancia antes de este intentar ignorarla, y cerrar la cabina telefónica, quedando muy apretados entre sí.

-¡El que esté más cerca del teléfono, que marque seis, dos, cuatro, cuatro, dos! -ordenó cuando se cerró la cabina.

El que estaba más cerca era Ron, así que levantó un brazo y lo inclinó con un gesto forzado para llegar hasta el disco del teléfono. Cuando el disco recuperó la posición inicial, una fría voz femenina resonó dentro de la cabina.

-Bienvenidos al Ministerio de Magia. Por favor, diga su nombre y el motivo de su visita.

-Harry Potter, Ron Weasley, Hermione Granger, Alessia Snape-dijo Harry muy deprisa-, Ginny Weasley, Neville Longbottom, Luna Lovegood... Hemos venido a salvar a una persona, a no ser que el Ministerio se nos haya adelantado.

-Gracias -replicó la voz-. Visitantes, recojan las chapas y colóquenselas en un lugar visible de la ropa.

Media docena de chapas se deslizaron por la rampa metálica en la que normalmente caían las monedas devueltas. Hermione las cogió y, sin decir nada, se las pasó a Harry por encima de la cabeza de Ginny;

Harry leyó lo que ponía en la primera: «Harry Potter, Misión de Rescate.»

-Visitantes del Ministerio, tendrán que someterse a un cacheo y entregar sus varitas mágicas para que queden registradas en el mostrador de seguridad, que está situado al fondo del Atrio.

- ¡Muy bien! -Respondió Harry en voz alta-. ¿Ya podemos pasar?

El suelo de la cabina telefónica se estremeció y la acera empezó a ascender detrás de las ventanas de cristal; la cabina quedó completamente a oscuras y, con un chirrido sordo, empezó a hundirse en las profundidades del Ministerio de Magia.

Una franja de débil luz dorada les iluminó los pies y, tras ensancharse, fue subiendo por sus cuerpos. Harry flexionó las rodillas, sostuvo su varita en alto como pudo, pese a lo apretujado que estaba, y miró a través del cristal para ver si había alguien esperándolos en el Atrio, pero parecía que estaba completamente vacío. La luz era más tenue que la que había durante el día, y no ardía ningún fuego en las chimeneas empotradas en las paredes, aunque, cuando la cabina se detuvo con suavidad.

Mi igual (Draco Malfoy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora