Capítulo 29: El secreto de Hagrid.

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Continuaron caminando hasta al bosque prohibido, hablando, aunque la pelinegra solo miraba el camino por el que caminaban, jamás había entrado tan profundo, por lo que no le dio buena espina lo que sea que mostrarían. No se veía más que árboles, cuando Hagrid se detuvo al parecer para explicarles.

-Quizá sería conveniente que nos detuviéramos un momento, para que pueda... poneros al corriente - sugirió-. Antes de que lleguemos a dónde vamos.

- ¿Qué ocurre? -preguntó la pelinegra cruzándose de brazos, y mirarlo a los ojos, algo que a Hagrid siempre le recordaban los de Tom cuando estudiaba con él.

-No fue buena idea que ella viniera- comentó con algo de miedo-. Verán, el caso es que... -Inspiró hondo-. Bueno, hay muchas posibilidades de que me despidan cualquier día de éstos...

-Sí, es un milagro que aún no lo hayan hecho...-soltó como si nada.

- ¡Alex! -le reclamó Hermione pero esta solo sonrió-. ¿Qué te hace pensar que...? -le preguntó a Hagrid al Alessia callarse.

-La profesora Umbridge cree que fui yo quien metió ese escarbato en su despacho.

- ¿Lo hiciste? -le preguntó Harry sin poder contenerse.

- ¡No, claro que no! -contestó Hagrid, indignado-. Pero ella cree que cualquier cosa relacionada con criaturas mágicas tiene que ver conmigo. Ya sabéis que ha estado buscando una excusa para librarse de mí desde que regresé a Hogwarts. Yo no quiero marcharme, por supuesto, pero si no fuera por..., bueno, el carácter excepcional de lo que estoy a punto de revelaros, me marcharía ahora mismo, antes de que a ella se le presente la ocasión de echarme delante de todo el colegio, como hizo con la profesora Trelawney- explicó dando muchos rodeos, antes de que Harry y Hermione hicieran signos de protesta -. No es el fin del mundo; cuando salga de aquí, tendré ocasión de ayudar a Dumbledore y puedo resultarle muy útil a la Orden. Y vosotros contáis con la profesora Grubbly-Plank, así que no tendréis problemas para... para aprobar los exámenes. -La voz le tembló hasta quebrarse-. No os preocupéis por mí -se apresuró a añadir cuando Hermione le hizo una caricia en un brazo. Luego Hagrid sacó su inmenso pañuelo de lunares del bolsillo de su chaleco y se enjugó las lágrimas con él-. Mirad, no os estaría soltando este sermón si no fuera necesario. Veréis, si me voy..., bueno, no puedo marcharme sin... sin contárselo a alguien... porque... porque necesito que me ayudéis. Y Ron también, si quiere.

-Pues claro que te ayudaremos -soltó Harry enseguida, por lo que Alessia le miró incrédulamente pero no dijo nada, cuando supiera que quería que hicieran se opondría-. ¿Qué quieres que hagamos?

Hagrid se sorbió la nariz y dio unas palmadas a Harry en el hombro, con tanta fuerza que el chico salió impulsado hacia un lado y chocó contra un árbol.

-Ya sabía que diríais que sí -comentó Hagrid tapándose la cara con el pañuelo-, pero no..., nunca... olvidaré... Bueno, vamos... Ya falta poco... Tened cuidado porque por aquí hay ortigas...

Continuaron andando en silencio otros cinco minutos; cuando Harry abrió la boca para preguntar si faltaba mucho, Hagrid extendió el brazo derecho indicándoles que debían parar.

-Muy despacito -indicó con voz queda-. Sin hacer ruido...

Avanzaron con sigilo y de pronto vieron que se encontraban frente a un gran y liso montículo de tierra, tan alto como Hagrid; sintió terror al comprender que debía de ser la guarida de algún animal gigantesco. El montículo, a cuyo alrededor los árboles habían sido arrancados de raíz, se alzaba sobre un terreno desprovisto de vegetación y rodeado de montones de troncos y de ramas que formaban una especie de valla o barricada detrás de la cual se hallaban los cuatros amigos.

Mi igual (Draco Malfoy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora