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Al día siguiente me arreglé de la manera usual: un vestido gris, dos dedos más arriba de mi rodilla, un saco negro y medias, zapatilla de tacón ligero, negras también y me fui a trabajar. La escuela donde trabajaba era de paga y no tan estricta con la vestimenta, pero obviamente pedían sobriedad.

Al llegar saludé a mis compañeras y tome un café con ellas.

- Oye, hoy verás al padre Enrique, ¿cierto?
- Sí, no me parece correcto que dejen que el niño se desmorone así.
- ¿Por qué no lo mandas con la psicóloga?
- Lo hice Beth, pero no quiere hablar con ella.
- Mia, si no es tu niño, no te entrometas de más.
- Sí Clara, lo se. Espero que el padre haga más que la madre, pero supongo que es lo último que puedo hacer. Gracias. - Y me fui.

No puedo evitarlo; sí, soy un entrometida. Pero no me arrepentiré de eso. Creo.

El día pasó de forma usual, las clases fueron tranquilas afortunadamente, y llegó la hora que Kike y yo esperábamos. Su papá llegaría a las 2:15. Las clases terminaban a las 2. Lo esperamos en el salón, él sentado en su silla y yo frente a mi escritorio. Estaba revisando las actividades de hoy cuando...

-Ya llegué, Kike.
- Papá.

Me petrifiqué un momento. No podía ser. Levanté mi vista buscando la fuente de la voz. Cuando lo vi se fue mi respiración por un momento.

Era él. No podía ser. ERA ÉL.

Aarón Martínez, el dueño de una ya no tan pequeña compañía disquera en ascenso, el misterioso padre que "sólo aportaba el dinero para la escuela"..., y mi primer amor.

- ¿A-Aarón Martínez? Mucho gusto, soy Mia García. La maestra de Enrique.

Me levanté a saludarlo, pero mi pie se atoró en la pata del escritorio y estuve a punto de caer. Pero alcancé a detenerme con el pizarrón, y al levantar la vista vi su mano, cerca de mí para sostenerme, cosa que no fue necesaria. Arreglé mis lentes y carraspeé. Le extendí mi mano y él la tomó. Sabía que estaba roja, pero no iba a actuar apenada. No ahora, debo actuar profesional.

- Señorita, Aarón Martínez. El padre de Enrique. Bueno, pero supongo que eso ya lo sabe.
- Sabe porque lo llamé, ¿cierto?
- Imagino que por las calificaciones de Enrique. - Le indiqué que se sentara en la silla dónde estaba su hijo. Verlo era ridículo, un hombre en sus 30, atorándose para sentarse en una silla que estaba a un tercio de su cuerpo.
- Kike.
- ¿Sí?
- ¿Quieres quedarte o prefieres salir a jugar un rato?

El niño volteo a ver a su padre, él sonrió y asintió. El niño salió "feliz" del salón para jugar un rato. Mientras tanto yo volvía a centrarme cómo pude en el asunto principal.

- Volviendo al asunto. Creo que-
- ¿No piensas saludarme bien?
- ¿Disculpa?

Al levantar mi vista él ya se había parado, acercándose un poco al escritorio.

-Mia, vamos, no has cambiado tanto para que no te reconozca.

Me sonrió con esa sonrisa tan linda que tenía, era perfecta; me dedique a verlo detenidamente por un micro segundo: esos ojos ligeramente pequeños y cafés, enmarcados por unos lentes de montura delgada, su cabello castaño ondulado, que había peinado hacia atrás, llevaba un rastro de barba, seguramente se había rasurado ayer o algo así.

De igual manera le respondí la sonrisa, me levante, acercándome a su rostro para besarle la mejilla, más bien uniendo nuestras mejillas, pero besando al aire.

- Hola Aarón, ¿cómo estás?
- Eso no fue un buen saludo, pero bueno. Estoy bien, maestra.

Remarcó la palabra "maestra" mientras sonreía.

Reímos por su contestación y comentario antes de volver a sentarnos en nuestros lugares y seguir hablando.

- No creí que te acordarás de mí.
- Eres la hermana de Alex, no podría olvidarte, además fuiste a la escuela con mi hermano. Aunque no has cambiado tanto. Recuerdo que la ultima vez que te vi tenías tu cabello teñido de colores.
- Sí, ya lo dejé de mi color natural. Tú tampoco has cambiado mucho.
- Ja, ¿eso crees? Yo siento como si hubiera envejecido 10 años más de los que tengo.
- Ni aguantas nada.
- Jaja, tal vez tengas razón.
- Pero bueno, volvamos al asunto principal.
- Sí, y creo saber que vas a decirme.
- Sorpréndeme.
- Necesito prestarle más atención a mi hijo, llevarlo con un psicólogo, prestarle más atención a su ren-
- Basta. - Quise evitarlo, pero mi tono de voz mostro mi desagrado por esa contestación.
- ¿Qué?
- ¿No sabes cómo ha estado actuando tu propio hijo? - Lo vi esperando una respuesta, pero sólo se me quedo viendo, no sorprendido, pero ¿atonito, quizá? - Paso de tener todas sus tareas a tener un espacio blanco frente a su nombre en la lista. Tiene depresión, que por si sólo ya es grave, y no sirve de nada lo que me dices que vas a hacer, si no lo haces.

Se quedó viéndome sorprendido ésta vez, y no me arrepiento; sí estoy molesta. Porque nada me molesta más que un padre esté desatendiendo a su hijo.
Se reacomodó en el asiento, un poco incómodo.

- Sólo, llévalo con un psicoterapeuta, a ver si así sale todo su enojo o el sentimiento que tenga.

Me levante y él hizo lo mismo. Me detuve en la puerta, dándole el espacio para salir. Le llamó a Kike para llevárselo a casa.

- Oye. - Me volteo a ver incómodo, aún.
- Dime. - OK, tal vez soné más molesta de lo que debería.
- No he podido ver a Kike hasta esta semana.
- ¿Por? - Lo volteé a ver de reojo, pero estaba interesada en la conversación. En eso y en sus ojos.
- Su madre se quiere quedar con la custodia.
- ¿Y... planeas quedarte con él? ¿O tendrán custodia compartida? Espera, ¿Cuándo comenzaron los trámites?
- Empezaron hace 2 meses. Sólo lo he visto los fines de semana de manera esporádica porque su madre no me ha permitido verlo más. Quiero quedarme con Kike. Pero el hecho de que trabajo todo el día me lo hace difícil. Mi madre me ofreció ayuda, pero tiene el trabajo de directora en otra escuela, es difícil también.

Kike llegó corriendo jadeando junto con Daniela, ella volvía conmigo a su casa.

- Voy por mis cosas, papá.
- ¿Ya nos vamos tía?
- Sí, Dany.

Dany entró por sus cosas y salieron los dos juntos. Los cuatro nos dirigimos al estacionamiento en silencio; nosotros, los niños seguían hablando entre ellos hasta llegar a los autos, y ambos metimos a los niños en nuestros vehículos respectivos, y él se acercó a mí.

- Bueno, nos vamos. Se van con cuidado.
- Cuidado es muy mañoso, nos vamos solas.

Me vio extrañado mientras a mi se me subían los colores por el chiste tan terrible, pero a continuación se rió en voz baja de él.

- Eso decía tu hermano.
- Sí, pequeña costumbre de familia.
- Bueno, nos retiramos. Nos vemos luego.

Me tomó del hombro y se acercó a mí plantándome un beso en la mejilla. Yo volví a lanzar un beso al aire.
Rogué que mi cara no delatara cuánto me había gustado ese contacto. Sólo sonreí y me despedí con la mano de él. Subí a mi auto, me coloqué mi cinturón y con ambas manos me di unos golpecitos en la cara.

- ¿Conoces al papá de Kike, tía? - Me vio Dany a través del retrovisor.
- Sí peque, lo conozco desde hace tiempo.
- Es muy guapo.

La vi por el retrovisor con una media sonrisa.

-Sí, un poco, ¿verdad?

Fuiste Siempre TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora