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Se sentó a mi lado y me sirvió un vaso con agua. Me lo tomé de un trago y el sólo se rio un poco.

- Tranquila.
- No puedo. - Admití susurrando.
- Oye... ¿has recordado... algo?
- ... Sí, bastantes cosas.
- Entonces... Sabes que... Pasó... Algo.
- ... Sí.

Me separé más de él y él se levantó dirigiéndose al otro lado de la oficina.

- ¿Hasta dónde recuerdas?
- Pues... Eh... Tú... Y yo... Yendo a mi cuarto.
- OK. Sí, creo que yo recuerdo un poco más.

Me cubrí mi cara con mis manos para no tener que verlo.

- Si es algo vergonzoso, no me digas.
- Bueno, este...
- Sólo responde esto... ¿Engañe a mi novio?

Como seguía sin verlo no supe su expresión que puso, pero escuche como empezó a caminar en mi dirección. Tomó mis manos y las quitó de mi cara. Sé que estoy roja, así que dame mis manos.

- Oye, tranquila. A pesar de todo, eso no pasó.
- ¿EN SERIO? - OK, quizá eso sonó más feliz de lo que quise.
- Sí, me apena decirlo, pero... no pude continuar.
- ¿A qué te refieres?
- Pues... cuando íbamos a empezar con... eso, llegó a mi mente esa pequeña voz llamada "conciencia". Me sentí mal de haber empezado eso.
- Entonces, tú y yo-
- Sólo nos besamos y dormimos juntos, literalmente.

Los colores bajaron de mi cara y sentí dos cosas muy raras: Una; una sensación de tranquilidad; el peso de haberme acostado con alguien que no fuese mi novio. Y dos; una gran decepción. Porque, sí quería estar con él.

- Gracias por decírmelo.
- De nada.

Volteé a verlo y sin un motivo fijo, lo abracé. Me sentí relajada cerca de él. Él me respondió el abrazo. Nos vimos un momento y nos separamos.

- No te preocupes más, pequeña.
- Déjame ser. Ya me tengo que ir.

Le di un beso en la mejilla, y él sonrió.

- Después de ayer eso se siente raro.
- No, esto debe ser normal. Me llevo a Dany.
- Claro. No, espera. El proyecto. Yo la le llevo.
- Oh de acuerdo, te dejo el número de Tania.
- Gracias.

Salí de la oficina y me recargue en la pared. Dios, así que nada pasó.
Un problema menos; ahora sólo me falta hablar con Cristóbal.

-- EL DÍA MIERCOLES -

Me levanté más tranquila ese día. Estaba segura que no podía ser peor. Además, así como yo tengo que explicar algo, alguien (Cristóbal) me debe una explicación. Y es que quien estuvo en el teléfono era una mujer.
Al terminar las clases me dirigí a la cafetería de siempre y él ya estaba ahí. Estaba checando su celular, que guardó apenas llegué.
De acuerdo.

- Hola Cris, ¿llevas mucho?
- No, 5 minutos. ¿Cómo estás?
- Bien.

Me senté y ordené un cappuccino, quizá tardaríamos lo suficiente para beberlo.

- ¿ Qué... Qué quieres decirme?
- Muchas cosas. ¿ Tú me dirás algo?
- Sí, y si no te importa, quisiera decirlas antes.
- Claro.
- Muy bien... Mia, anoche... Te engañe.

Fuiste Siempre TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora