"La luz del sol por la mañana y te despiertas en mi cama. Toda una noche junto a ti, ¿y qué más puedo pedir?"
Qué más puedo pedir — Dvicio
22 de noviembre de 2014.
P.O.V. Elena.
—La ducha es toda tuya, vaga —dice Louis entrando de nuevo en la habitación con una toalla alrededor de la cintura y el pelo mojado.
—Es sábado, ¿sabes? ¡Los sábados están hechos para estar en la cama hasta que uno quiera! —reivindico, haciéndole reír.
—Solo he dicho que ya puedes ducharte —habla dándome la espalda mientras rebusca en su armario algo de ropa para vestirse.
— ¡Y me has llamado vaga! —protesto. Se gira y me mira con una ceja alzada, divertido.
—Te has levantado muy guerrera hoy, ¿no?
— ¡No sabes el día que te espera, Toms! —bromeo, abandonando la cama y salgo de la habitación, en dirección al baño.
Lo primero que hago es abrir el grifo y coger una toalla grande. Tras dejar correr unos segundos el agua, me desnudo y me meto en la ducha después de comprobar que ya sale caliente. Me enjabono y me lavo el pelo. Me quito la espuma del cuerpo y salgo, envolviéndome en la toalla que dejé preparada. Olvidé traerme el secador y sé que Louis no tiene ninguno por allí así que me quito el exceso de agua del pelo con una toalla y lo desenredo. Me seco, me echo desodorante y vuelvo a la habitación. Me pongo ropa interior limpia y me visto con el pantalón de chándal negro que he traído y una camiseta básica blanca de manga corta. Noto algo de frío así que me pongo a rebuscar en uno de sus cajones hasta que doy con lo que quiero: una sudadera. Es de los Doncaster Rovers, negra con la parte superior en blanco y azul y de cremallera. Me la pongo, hago la cama y me guardo el móvil en uno de los bolsillos de la sudadera antes de bajar a desayunar algo.
— ¿Qué me has preparado de desayunar? —pregunto desde el quicio de la puerta de la cocina.
—Nada —contesta risueño—. ¿Qué te crees que soy? ¿Tu mayordomo?
—Pues no estaría nada mal eso...
—Sigue soñando, nena —me guiña el ojo y río, negando con la cabeza. Él sigue concentrado en lo que estaba haciendo: un par de tostadas; y yo me coloco a su lado, para buscar en los armarios algo que llevarme a la boca—. ¿Puedo preguntar por qué siempre terminas poniéndote mis sudaderas?
—Tenía frío —respondo tras encogerme de hombros mientras sigo con mi búsqueda y termino encontrando un paquete de galletas recubiertas de chocolate.
—Eso puedo solucionarlo —dice pegándose a mí y sonrío.
—Tarde, Tomlinson —contesto y me siento en una de las banquetas que tiene frente a la encimera, saco una galleta y le pego un mordisco—. Esta sudadera es la mar de calentita, no necesitaré tus servicios.
—Si tanto te gusta, quédatela —dice colocando en la encimera dos tazas de té.
—No me lo digas dos veces —bromeo, cogiendo el azucarero para echarme dos cucharadas en el té. Me gusta bien dulce. En Madrid solía desayunar leche con ColaCao pero desde que me había mudado a Londres, y gracias a la influencia de Louis, había terminado acostumbrándome a desayunar té con leche.
—Quédatela —repite añadiendo leche a su taza y luego me pasa el brick.
Desayunamos bromeando el uno con el otro y, cuando terminamos, le ayudo a recoger la cocina. Me siento en el sofá y saco el móvil para revisar los mensajes que tengo. Tengo un par de Cris que contesto rápidamente y alguna notificación de Twitter.