Capitulo 10

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-Kely... Kely...

-¿Qué pasa? ¿Dónde está Efren? –Pregunté al abrir lo ojos. ¿En que momento me había quedado dormida?

-Efren deberá de estar en su casa, cariño.

-Necesito hablar con él. Anoche no me contestaba... –Me puse de pie, pero volví a sentarme porque todo me dió vueltas.

-Keyla.

-Tranquilo, estoy bien.

-Te he dicho muchas veces que no te acuestes sin comer nada, Keyla. Dijo Marco mirándome severamente.

-¿Acostarme? ¿Qué hora es?

-La hora en la que deberías de estar yendo de camino a la universidad.

-No puedo. Necesito hablar con Efren. –Dije volviendome a levantar. –Kendall tendría que estar aquí para contarme que pasó...

-¿Me llamabas? Pegué un pequeño brinco al encontrarme con Kendall de frente.

-¡¿Dónde te habías metido?!

-Mejor me voy...

-Si. –Dije fulminando a Kendall. Marco salió de la habitación sin decir más nada y yo volví a sentarme en la cama.

-¿Dónde está Efren?

-Ahora en su casa.

-¿Ahora? –Fruncí el ceño. –Explicate mejor.

-Cerca de las tres de la mañana, lo encontré en un bar de mala muerte junto a una casta...

-¿Qué? –Dije comenzando a temblar. –No...

-¡Lo siento! No debería haber dicho eso último. –Kendall se sentó a mi lado apoyando su mano en mi rodilla. Perdón...

-¿Qu... qué hacía con otra chi... chica?

-No te mortifiques con eso, Kely...

-¡¿Qué no me mortifique?! ¡Acabas de decirme que mi novio estaba con otra chica! ¡¿Y quieres que no me mortifique?!

-Tampoco los pillé acostandose. Sólo se besaban...

-¡¿SOLO?! –Grité sintiendo las lágrimas. –¿Qué fue lo que hice mal? Yo... Él...

Grité de frustración para acostarme en la cama y meterme debajo de las sábanas.

-Keyla...

-Dejame en paz, Kendall...

-Está bien.Lo oí resoplar y ya no sentí su presencia.

¿Por qué me pasa esto a mi? ¿Qué era lo que tenia esa chica que yo no tenía?

-Keyla.

-Un momento. –Dije intentado que mi voz no sonara rota. Limpié mi cara con las sábanas y respiré unas cuantas veces antes de volver a hablar. –Pasa, papá.
-Te oí gritar... ¿Está todo bien?

-Si... –Dije medio sonriendole. –¿Dónde está Lucca?

-Venía a decirte que ya voy a dejarlo en la escuela.

-¡Keyla! –Gritó Lucca entrando alegremente por la puerta. –¡Ya me voy, Key! Te quiero.

-Yo también te quiero mucho, Lucca. –Dije abrazándolo fuertemente. –Bueno, vé ya o llegarás tarde.

-Está bien, pero no estés triste.

-No lo estoy...

-Tus ojos no dicen lo mismo. –Sonrió antes de darme un beso en la mejilla. –¡Vamos, papi!

-¿Seguro que estás bien?

-Si... No te preocupes.

-Sabes que puedes hablar conmigo de lo que quieras. –Asentí y Marco se acercó para dejar un beso en lo alto de mi cabeza. –Iré a llevar a Lucca. No tardaré...

-Vale. –Dije y esperé a que saliera para volver a taparme y seguir llorando.

No sé como fui capaz de aguantar las lágrimas delante de papá y Lucca.

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