Capitulo 36

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Una fuerte luz hizo que abriera los ojos rápidamente. ¿Qué había sido eso?

Hice a un lado el brazo de Efren para sentarme y buscar mi ropa interior.

-¿Qué haces?

-Voy a por un vaso de agua, ahora vuelvo. –Mentí poniéndome su camiseta para salir de la habitación. 

Finalmente, Efren me había traído a una casa de campo perteneciente a su abuela materna.

Subí las escaleras que llevaban hacia la azotea para encontrarme con la puerta cerrada con llave.

-Venga, vamos. –Intenté abrirla a la fuerza pero no cedía. –Tiene que haber una llave por aquí...

Busqué por el suelo algún manojo de llaves o alguna llave suelta, pero nada.

-Ah, ya sé. –Levanté la maceta que estaba al lado de la puerta encontrando una vieja llave oxidada debajo. –Genial.

Abrí la puerta para dejarla entre abierta una vez que había pasado y caminé hacia el muro para apoyarme y ver como los rayos iluminaban todo el cielo.

Suspiré para sonreír mientras notaba las gotas de la lluvia caer sobre mi cara

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Suspiré para sonreír mientras notaba las gotas de la lluvia caer sobre mi cara.

Me llamarán loca o lo que quieran, pero esta era una de las maneras que tenia para desahogarme y pensar en mis cosas.

Sentí algo ponerse sobre mis hombros y como la lluvia dejaba de mojarme. –Con que ibas a por un vaso de agua ¿no?

-Lo siento... –Dije riendo para apoyar la cabeza en su hombro. –Me gusta estar debajo de la lluvia, Efri.

-Pues dejame decirte que vas a coger un resfriado así, y más rápido de la manera en como vas vestida. –Agaché la cabeza para mirar solo la camiseta que llevaba puesta.

-Bueno, no lo pensé.

-Ya, claro. –Me abrigó aun más con la manta.

-Oye, que tu tampoco vas vestido del todo.

-Hombre, si me robas la camiseta. –Reí antes de brincar al escuchar el fuerte estallido de los truenos. –¿Cómo puede gustarte esto? Mira que eres rara.

-Tienes que admitir que los rayos molan.

-¿Ves? Completamente rara.

-Calla, idiota. –Ambos reímos para ponernos de pie y volver al interior de la casa. –Mira que me costó encontrar la llave...

-Es que vamos a ver a quien se le ocurre salir en plena tormenta.

-Pues a mi. –Murmuré bajando las escaleras para entrar a la habitación y deshacerme de la manta mojada. –Que frío. 

-Te lo dije. –Efren se acostó en la cama y yo lo imité. –Ven aquí.

Me pegué completamente a él para abrazarlo fuertemente y poder sentir su calor.

-Efri...

-¿Si?

-Tengo que darte las gracias por todo esto. Nunca me imaginé que pasaríamos la noche en una casa de campo ni nada parecido.

-De eso se tratan las sorpresas, cariño. –Sentí como dejaba un beso en mi cabeza y pronto cerré los ojos sintiendo el agradable calor corporal. –No sabes lo que me costó conven... ¿Keyla?

No respondí. Estaba lo suficientemente cómoda y relajada como para decir algo.

-Está bien, Kely. Buenas noches, pequeña.

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