Capitulo 30

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-Papá dijo que estábamos destinados a estar juntos.

-¿Ah, si?

-Si. -Sonreí abrazandome a su brazo. -¿No es genial?

-Pues si... -Murmuró algo pensativo.

-¿Qué pasa?

-No, nada. -Miré en su dirección para ver como un hombre nos observaba fijamente. Al darse cuenta de que lo miraba, empezó a caminar hacia nosotros.

-Tú eres la fulana de aquella noche ¿no?

-¿Perdón? -Preguntó Efren mientras que yo abría los ojos. Era el mismo hombre del Paradise in hell.

-Si, claro. Tú eres la nueva del Paradise in hell.Efren me miró alzando una ceja desconcertado.

-Mi novia no es ninguna de esas prostitutas, viejo verde.

-Ah, pero no te avergüences de ella, chico. Las chicas así también merecen tener novios.

-¿Está sordo o qué le pasa?

-Efren. –Dije cuando agarró al hombre por el cuello de la camiseta.

-Vaya con el gallito de corral. –Efren gruñó en cuanto oyó eso y tiró al hombre hacia un lado haciendo que cayera al suelo. 

-Ahora largate antes de que me arrepienta de no haberte partido la cara.

-¿Es que tu noviecita aquí presente no te dá lo que mereces? Porque seguro que en el bar se...

-¡Efren! –Grité agarrandolo del brazo. –Dejalo y vamonos. No le hagas caso.

Efren miró por última vez al hombre para darme la mano y arrastrarme lejos de aquel lugar.

-¿Por qué te confundió con una prostituta de ese lugar?

-No lo sé...

-¿No lo sabes o no quieres decírmelo?

-¿Prometes que no te enfadarás?

-¡Ya estoy enfadado, maldita sea!

-Pero prometelo...

-¡Keyla!

-Está bien, está bien. –Suspiré resignada para mirarlo a los ojos. Esto no iba a gustarle. Tuve que... Tuve que ir a ese sitio para una cosa...

-¿Qué cosa?

-Solo pregunté algo y después me fui. ¡Lo juro!

-¡¿Pero estás loca o qué te pasa?! ¿Cómo se te ocurre ir y más sola? 

-Ya te dije que fue entrar y con la misma salir, Efri.

-Pero... Pero... ¡Agg! –Gruñó mirándome mal. –No vuelvas a hacer eso nunca más. ¿Te quedó claro?

-No eres mi padre...

-¿Qué?

-¡Que si, que me quedó claro! –Grité para cruzarme de brazos. –¿Contento?

-¡¿Contento?! ¡Eso debería de decirlo yo! –Me fue inevitable no reír. –¡Deja de reírte, Keyla!

-¡Lo siento! –Volví a reír mientras la cara de Efren se ponía aún más roja. –Venga, Efri. Se que tienes ganas de reírte...

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