¡Otra Vez Tú!

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Sólo me puedo concentrar en el sonido que esta trasmitiendo justo ahora: son pitidos, algo continuos, como una de esas máquinas de hospital que determina tu vida.

No soy consiente de lo que está pasando. Todo es oscuro para mi vista, pero cada segundo, es un segundo en el cual se despiertan mis sentidos. Escucho mejor los pitidos que antes escuchaba algo opacos, como si estuvieran lejos de mi, el olor a medicina, enfermeros y hospitales penetra mi nariz, empiezo a sentir un cierto hormigueo en la punta de mis dedos y de mis pies, siento como mi cabeza palpita, como si los latidos de mi corazón se hubieran mudado ahí, por fin, mis ojos son capaces de abrirse y dejar a un lado la oscuridad; todo es borroso pero noto unas luces y todo blanco, después de un tiempo todo se enfoca como una cámara digital que enfoca la lente.

Lo único que puedo captar es el techo blanco. Me siento débil, siento mi cuerpo pesado. Intento mirar más allá de lo que tengo enfrente, parece que estoy en una habitación, estoy acostada. No es mi habitación. Muevo mi cabeza para ver mejor a mi derecha; una maquina que cuenta mi pulso, como me lo imagine, sigo con la vista el cable que esta conectado a esa máquina, llega al piso, se cuela sobre la cama en la que estoy y al final resulta que si esta conectada a mi... Lo que me faltaba.

Me impulso hacia arriba, al momento de estar separada 50 centímetros de la cama siento una punzada de dolor que recorre toda mi espalda y es demostrado con un grito que escapa de mi boca, ni siquiera se escucha como un grito normal, es grito que me raspa la garganta, que suena como si mi voz se acabara.

Mi cuerpo, sin pensarlo, regresa bruscamente a la cama provocando mas dolor ante el impacto pero, esta vez no grito, hago una mueca de dolor y lo aguanto.

Decido quedarme donde estoy sin hacer nada y esperar a que llegue alguien, y después de tan esperados 20 minutos llega la primera persona: una enfermera.

En cuanto me ve despierta hace preguntas como: "¿se encuentra bien?" "¿siente alguna anomalía?". No lo hace con un tono de preocupación, suena seria y firme. Después de responder preguntas (y algunas tan obvias) me avisa que pronto llegarán visitas y se marcha.

No quiero recordar como llegue hasta aquí. Solo quiero descansar de toda esta basura que a pasado.

-¡Hija!

Es mi... Mi mamá. Entra a la habitación exclamando y yo respondo sobresaltada ante su inesperada llegada. Se acerca a mi corriendo, atrás de ella mi papá siguiéndola, llega a mi y me acaricia la frente.

-Mi niña - dice mi mamá con los ojos cristalizados.- ¿te sientes bien?

-Eso... Creo.- dije con la voz ronca.

-¿¡En qué rayos estabas pensando!?- exclama mi papá de la nada.

-¡David!- lo calla mi mamá.

-¡no! Es que mírala- primero mira a mi mamá y luego a mi.- mirate, Luna.

Permanecí callada mientras observaba como a los dos se le cristalizaban los ojos.

-Tu hermoso rostro...- dijo mi papá, con la voz rota, como si cuando hablara tuviera miedo de soltar las lágrimas, como un nudo en la garganta.-... Tu hermoso rostro, destruido.

No puedo verme, ni siquiera sé como luzco pero por los rostros a doloridos de mis padres, supongo que me veo fatal. Todo el rato que estuve con ellos me hicieron preguntas que tuve que responder, algunas lágrimas se escaparon de los tres, y me repetían que me amaban y yo correspondía. Cuando terminó sus minutos se marcharon despidiéndose de mi, hubo un gran silencio en la habitación y un frío me recorría el cuerpo. La ventana de la habitación esta abierta, no se, pero me llamo mucho la atención.

Me obligo a descansar, ya que no puedo hacer más cosas. Dejo que mis párpados caigan y me dejo llevar por el sueño y tranquilidad.

Varias y diferentes imágenes vienen a mi mente, se juntan, se amontonan y al final forman un collage. Son imágenes de mi familia y amigos, pero también hay una mezcla que no logro reconocer: agua, nudos dibujados sobre hojas blancas, rostros que no logro reconocer, ojos cristalizados y... Y sangre.

Quiero gritar, quiero desaparecer esas imágenes, quiero correr pero lo único que logro son movimientos bruscos. Me ahogo con mis propios pensamientos. El corazón me exige salir del pecho. Hay más de esas imágenes que la de mis seres queridos.

Un golpe en mi brazo derecho es lo que logra que despierte de mi sufrimiento mental. Suelto un gruñido y me sobresalto.

Al tipo que menos quería ver esta a mi costado, parado con esa típica y misteriosa sonrisa, que me mira fijamente con esas pupilas que conozco bien.
Mi reacción es mas que obvia:

-¡Otra vez tú!

La Hija De Jeff The KillerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora