Mi cara solo formaba una mueca todo el tiempo, mi columna no había dejado de doler a pesar de los antibióticos que me habían dado.Intento no mirar al hombre gruñón que esta acompañándome, se encuentra leyendo un periódico en el sillón al lado de mi camilla en mi habitación.
Ahora ya no tengo el elegante vestido rojo brillante que vestía durante la fiesta, ahora había sido reemplazado por una bata azul del hospital.
Estoy en una habitación con el hombre más guapo que alguna vez voy a ver y no me encuentro en condiciones.
Bien Nicole.
Entonces, me pongo a observarlo sin que él pueda notarlo.
Su cabello castaño está un tanto despeinado, lo cual le hace lucir sexy, sus brazos resaltan a través del saco que forma parte de su muy bien formado traje. Su piel es clara morena, quizá tenga unos treinta años, Y resalta mucha clase, todo él grita "a un lado por favor, soy extremadamente guapo y millonario".Me ve un momento y tengo que voltear mi rostro para que no me descubra mirándolo.
Este bendito hospital me está dando asco.
Tengo que salir de aquí.
—¿Es que siempre estás molesta? —habla por primera vez desde que estamos los dos solos en esta habitación.
—no, pero tengo un jodido dolor en la cintura ¡que no me ha dejado en paz! —me quejo, y el hecho de subir la voz parece que le molesta.
—mierda, deja de decir tanta mala palabra. Eres una señorita. —me reprende gruñendo por quinta vez en menos de 24 horas.
—Quizá debí nacer hombre, entonces —le doy una mala mirada y la boca de él forma una línea recta.
—Eres insoportable. —vuelve a su periódico.
Mierda, ¿cómo voy a pagar el hospital? mis padres cancelaron las tarjetas de crédito con la última pelea que tuvimos.
Mi móvil está sonando, miro la pantalla para poder contestar, hay problemas, mi madre ha llamado.
—Mama, estoy en casa de Alexandra, la fiesta se extendió un poco más de lo debido, estoy bien en caso de que quieras saberlo —no le estoy hablando con buen tono, y no tarda en decírmelo.
Ruedo mis ojos y cuelgo el teléfono.
—¿Porque has hecho eso? —cuestiona, el periódico está sobre sus piernas.
—¿hacer qué? —contesto y pretendo no entender de qué habla.
—Ser grosera con su madre.
¿Desde cuándo dejamos de tutearnos?
Frunzo el ceño. Tú no sabes nada Gruñón.
—No he sido grosera.
—¿Cómo le llama a eso? —dice mientras se para de la silla y se acerca a mi cama. —¿Porque no le ha dicho a su madre lo que pasó?
—No quería preocuparle —miento.
—¡Está metiéndome en problemas! ¡¿lo sabía?!—me grita haciendo que me exalte dando un pequeño brinco.
—Relájate un momento. —intento calmarle.
—¿Quiere darme más malditos problemas? Tuve que traerla a este jodido hospital, hacerme cargo de todos los malditos gastos y estar desperdiciando mi tiempo aquí, esperando a que salga. —no me atrevo a mirarlo a los ojos