17.

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( hola, voy a subir este tipo "maratón", ojalá que les guste).








Llego a la oficina de Joseph y lo encuentro sentado esperando por mi. Su boca se ensancha en una preciosa sonrisa mostrando sus dientes.

—No sabes cuánto había esperado para esto. — abre sus brazos y yo corro para fundirme en él.

—Estas de buen humor hoy. —suspiro feliz y sonriente. Sus manos juegan con las hebras de mi cabello y yo realmente lo estoy disfrutando.

—Gracias por venir. —susurra con voz melosa y lo abrazo más fuerte.

—¿Cómo te has sentido?

—Bien.

—¿No haz olvidado tu insulina?

Pone sus ojos en blanco.

—No pongas los ojos en blanco. —le digo en el mismito  tono de voz que él usa conmigo cuando hago lo mismo.

Me mira sorprendido.
—¿Te has atrevido a reprenderme?

—¡Por supuesto Joseph! —le digo.

—¿Quién te has creído tu pequeña regañona? —sus manos descienden de mis hombros a mi abdomen y comienzan a hacer cosquillas en esa parte.

Me retuerzo soltando grandes carcajadas, Joseph hace lo mismo.

¡Cabrón! ¡Disfruta tenerme así!

—¡Basta! —intentó huir de él, alejándolo con mis manos pero falló cuando comienza a sujetarme con más fuerza. 

—¿Quieres que pare? —susurra en mi oído, su voz se torna sensual, ronca y envía una vibración que recorre todo mi cuerpo.

—¡Joe! —me quejo, pero yo en realidad no quiero que pare.

—¿Si quieres? —sus traviesas manos están debajo de mis Jeans, intentando colarse debajo de mis bragas, inconscientemente cierro mis piernas y las aprieto contra sus manos.

¡Joder! ¡¿Qué estaba haciendo?!

—Abrelas Nicole. —exige.

Lo hago, obedezco y separo mis piernas lo que le permite hacer conmigo su voluntad, sus dedos han logrado entrar bajos mis bragas y ya están buscando lo que exige su atención, mi punto de placer. Remuevo mis piernas y la mirada de Joseph me dice que vuelva a ponerlas en su lugar.

Maldito maniático de las órdenes.

—¿Te gusta? —murmura concentrado en lo que hace.

Mmmh si que me gusta.

Asiento con mi cabeza, no creo poder terminar o formular una oración.
—Quiero que me respondas en voz alta.

Mierda.
—S...Si —contesto jadeando.

Mete un dedo en mi y comienza a hacer movimientos circulares que me causan más placer de lo previsto, tengo que buscar algo de donde sujetarme porque no creo tener fuerzas para estar parada, tomó sus hombros con fuerza, él sonríe y ahora dos de sus dedos están dentro de mi. ¡Jesús!

—Jo...Joe —tartamudeo.

—¿Mhh?—musita.

—¡Por favor! —entierro mis uñas en sus hombros.

—Relájate nena, amo tu entusiasmo pero déjate llevar. —dice con su voz juguetona.

Maldito insensible.
—Te odio. —gruño antes de sentir los espasmos recorrer mi cuerpo, y esa sensación en mi sexo que sabe a gloria. Muerdo mis labios para no gritar, aún recuerdo que estoy en su oficina y no me gustaría dar un espectáculo.

Enamórame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora