—Joseph —mis piernas están temblando, si él continúa haciendo caricias de esa manera sobre mi cuerpo voy a estallar.
—¿Si? —me mira sonriendo de lado.
— Ya basta —murmuró tajante.
—¿De qué? —está en modo juguetón.
Las caricias que esta haciendo sobre la parte de mi abdomen no dejan que pueda concentrarme.
—Deja de hacer eso —vuelvo a insistir en un intento por liberarme de sus manos, intento fallido porque su fuerza es superior a la mía.
—¿A dónde vas? —me sienta sobre sus piernas y susurra en mi oreja. —Ya no puedes escapar de mi... —Aspira mi aroma y una sonrisa se dibuja en sus labios—Eres mía ahora —sus manos suben por mis piernas hasta llegar a mis glúteos.
Trago saliva fuerte, este hombre terminará matándome.
—Joseph basta —hablo fuerte y segura lo que hace que el moreno retroceda aprovechando para apartarme de él.
—Vaya —alza sus dos cejas
—Tenemos que hablar —sentenció.
Hace una mueca divertida y finge una cara de tristeza.
—He escuchado que eso no trae cosas buenas.
Ruedo los ojos.
—Nicole —gruñe.
Me río divertida.
—En serio tenemos que hablar.
Su celular comienza a sonar, como si de una película se trata cuando interrumpen momentos importantes o mágicos. Se disculpa con la mirada y va a su estudio para contestar.
Observo la casa, es blanca con algunos detalles de varios colores en un estilo minimalista, sin perder el toque masculino, hay cuadros que van en conjunto a todo lo demás, todo perfectamente coordinado, lo que me hace pensar en la personalidad de Joseph.
—Discúlpame —su voz me desconcierta y pego un brinquito.
Sus manos se posan en mi cintura con determinación y comienza a hacer suaves caricias, sube la tela de mi blusa y la llena de sus dedos toca mi piel, mi sistema nervioso se pone alerta con cada caricia, la guerra en mi estómago está presente otra vez e incluso tengo unas ligeras ganas de vomitar.
—Nikky Nikky, ¿En qué pensabas?
Giro mi mentón para verle —En nada, no estaba pensando en nada.
Suspira colocando su barbilla sobre mi hombro derecho, mis manos van directamente a las suyas que están sobre mi cintura.
—Hueles delicioso.
Tenías que hablar con él.
Mmh, si es cierto.
—Jo...
No me ha dejado terminar la oración porque sus labios están atacando los míos-nuevamente-. Los besos de Joseph nunca han sido tiernos, siempre han sido con desesperación, quizá pasión, con determinación.