56.

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Joseph.





—Nena, tenemos que ir a cenar con tus padres. —le recuerdo a la hermosa mujer que está echada en la cama desde hace más de una hora porque no deja de pensar que parece una vaca, nuevamente. —Nikky, nena... —le vuelvo a llamar.

Ella no se mueve si quiera.
—Cielo, no te pareces en nada a una vaca, por favor para de pensar eso, quiero que te veas como yo te miro a ti, la mujer más hermosa del mundo. —le digo quedito.

Sino fuese porque está recostada de lado debido a que su barriguita de cuatro meses impide que se recueste boca abajo y que está respirando pensaría que algo malo está ocurriendo.

—¡Cállate Joseph! —grita y vuelve a cubrir su cara con las manos.

Mujeres...
Si en estado normal son casi imposibles de entender, embarazadas es el doble, son imposibles, no "casi imposibles", son completamente imposibles.

Pero está mujer es mi imposible y yo decidí lidiar con ella, no quiero lidiar con alguien más, solo con ella.

—Nicole si no sales de esa cama ese perfecto culo tuyo tendrá problemas. —la veo con mis manos en mis bolsillos, mi voz suena más autoritaria de lo que planee.

Ella deja de cubrir su rostro y abre solo un ojo.
—¡Oh por Dios! Estás hablando en serio. —dice antes de ponerse de pie rápidamente. —Te odio Joseph. —me mira y se dirige al armario por algo de ropa.

¡Vaya! No sabía que mi voz tenía un gran efecto en ella, la hubiese utilizado desde tiempo atrás.

Ella sigue sin mirarme, sé que probablemente esté molesta.

Me acerco a ella y le tomo la cintura.
—Cielo. —le susurro en su oreja. — Te ves espectacularmente hermosa.

—¡Dios! Joseph soy como dos vacas juntas. —refunfuña mientras intenta que el vestido nuevo que hemos comprado hace menos de un mes entre en ella. —Maldita sea.

—Nicole. —gruño.

Se separa de mi y casi quiere asesinarme con los ojos.

Minutos después comienza a llorar y le pide perdón al bebe por todas las palabras que ha dicho, se disculpa para que Cielito no piense que toda esa mierda era para él. Mi corazón se llena de ternura y amor cuando veo que ella tiene una pequeña charla con él en el cuarto de baño, así que prefiero darles privacidad, tienen mucho de qué hablar.

—Joe... —me llama una vez que está lista. —Lo siento.

Enarco mis cejas y sonrío después. La atraigo hacia mi y beso sus mejillas.
—Te sigues viendo aún más deseable que cuando te conocí, con ese vestido color rojo y llena de malas palabras y mal carácter, Dios nena como me ponías. —susurró en su oreja.

Sus mejillas se llenan de un color carmesí y ella solo muerde su labio.
—Aún sigues luciendo así de guapa, incluso más.

Veo que ella sonríe y siento como si todo su mal humor se hubiese desvanecido. Está mujer va a volverme loco.

José se encarga de llevarnos a casa de mis suegros, y aunque esa palabra aún sueña extraña en vocabulario puesto que jamás imaginé amar tanto a alguien, estoy aceptándola.
A mis 31 años no pensaba casarme con alguien más, incluso quería seguir follándome a cada mujer que se atravesará en mi camino, hasta que ella apareció y entonces mi mundo se lleno de algo diferente y aunque aún me cuesta adaptarme sé que es mejor.

—Estoy nerviosa. Mis padres siempre suelen ser raros a tu alrededor. —hace un mohín y toma mi mano.

—Las cosas siempre serán un poco extrañas con tus padres.

Enamórame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora