43.

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Tres semanas después...



Nicole.


—¡¿Qué estás haciendo?! —grito con fuerza. Me zafo de sus brazos y me tambaleo. Kyle me sostiene antes de caer. —¡Suéltame! —vuelvo a gritar.

—¡Nikky por favor! —creo que esta bastante enojado. Sinceramente no lo sé. Mis pensamientos están distorsionados a causa del alcohol.

Todos está  dando vueltas. El mundo comienza a girar. ¡Maldita sea que está pasando!

Quizá esa pequeña pastilla color rosa que me dieron mis nuevos amiguitos aún tenga el efecto. Maldición, no debí tomarla.

—¡Nicole por favor! —grita Kyle con su molesta voz que resuena en mi cabeza con ecos. —¡No puedes mantenerte de pie! — ¡maldita sea! Cállate Kyle.

—Estoy bien. ¿Okay? Solo dame algunos segundos. —Kyle me suelta y me sostengo de la pared para no caer. De nuevo veo las cosas muy distorsionadas, creo que el piso está abriéndose. ¡Por dios Kyle! Lo jalo antes de que pueda caer por el agujero negro. Debe agradecerme acabo de salvar su bendita vida.

—¡¿Qué te sucede?!— pregunta exaltado.

—!Acabo de salvar tu jodida vida! ¡No seas un mal agradecido! —grito. No puedo creerlo. Comienza a ser molesto.

Doy media vuelta y Kyle comienza a seguirme. Entro al departamento. Las luces están encendidas.

—Nikky...

¿Mis padres? ¿Qué están haciendo aquí?

—¿Qué hacen ellos aquí? —giro mi cabeza hacia Kyle procurando no caerme.

—Ellos... —comienza pero mi padre le interrumpe.

—Estamos preocupados por ti. —mi padre se acerca a mi. — Llevabas  una semana sin contestarnos las llamadas. ¿Estás bien?

—Por supuesto que estoy muy bien papá. —hago ademanes con mis manos. — Pueden volver a casa.

—Vienes con nosotros Nikky. —habla ni madre. ¡Wow! Su vestido es realmente hermoso. Tiene pequeños diamantes al rededor de él y es muy rosado. Quiero tocarlo Sentir los diamantes en mis manos. —Vas a venir con nosotros.

¿Qué? ¿Perdón que dijo? Ignoren su bendito vestido color rosa con diamantes. ¿Qué acaba de decir?

—Vas a venir con nosotros a casa. —repite mi padre.

Quizá esto también sea efecto de la pequeña pastilla rosita. 

—No, creo que ustedes están mal. ¿Son reales? —me toco para poder comprobarlo por mí misma. La piel de mi padre se siente real.

—¿Qué estás haciendo Nicole? —se molesta mi padre.

—¡Vas a venir con nosotros! —y ahora mi madre está haciendo rabieta.

—Voy a quedarme aquí. Aquí es mi nuevo hogar. Ahora, ya pueden irse. —abro la puerta. Ignoro a todos esos animalitos de colores que saltan al rededor de mis padres. No quiero asustarlos.

Ellos parecen no entender. Pero mi padre hace una seña a mi madre y caminan hacia la puerta.

Salen, no sin antes darme una última mirada.

Enamórame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora