26.

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Tenía que hablar con Alexandra. Tenía que obligarla a hablar conmigo, a que me confesara lo que estaba pasando con ella. Era su mejor amiga y estaría ahí. Tenía que entender eso en esa cabeza suya.

Una vez en su habitación estamos sin hablar, no cruzamos palabra solo nos observamos, Alexandra corre hacia mis brazos y la sostengo conmigo.

—Tengo mucho miedo —susurra confesándose. —No tengo idea de que hacer.

—Tranquila.

Siento sus lágrimas mojar mi hombro y ni siquiera me importa.

—Mi padre va a matarme —solloza una vez más. —Me odiará.

—Encontraremos la manera —le digo consolándola. —Juntas.

Tomó sus manos y la miro dándole apoyo con ello.

—No sabría qué hacer sin ti —sonríe apenas.

—Nena lo sé, pero no te emociones mucho —bromeo.

Teníamos que buscar la manera en que su padre no la odiara, y no asesinara a Kyle Black.

Mañana tendría que irme con Joseph a visitar a sus padres pero ¿no era demasiado pronto para eso? ¿Y si no me aceptaban? ¿Y si también me odiaban por lo que habían hecho mis padres?

Toco mi cabeza desesperada, no esperaba que este momento sucediera tan pronto, peor aún, no esperaba que sucediera algún día.

Ahora tenía que volar al otro lado del continente.

<<Tranquila, van a adorarte, como todos lo hacemos.
Mucha suerte.

Alexandra. >>

Leo su mensaje una vez más intentando darme fuerzas, sonrío h lo sostengo en mis manos. Las cosas saldrían bien, en cualquier caso podría llamar a Alexandra para que me comprara un boleto de regreso.

Observo el amanecer por la ventanilla del jet, era precioso. Digno de una buena fotografía para mantenerlo siempre presente. Suspiro y recargo mi barbilla sobre mi mano.

—¿Señorita? —dice la azafata, su traje es un tanto ceñido y en color negro. —¿Algo de comer?

Aprieto mis labios. Ella verdaderamente es hermosa, si siempre vuela con Joseph no dudo en que haya pasado algo entre ellos.

Tu no sabes eso.

Me recuerda mi voz interior, pero la callo rápidamente.

—¿Algo de comer? —vuelve a preguntar amablemente.

Niego con la cabeza. Mi estómago está revuelto al pensar en esa mujer y en Joseph.

—Si, trae algo de comer para ella Marié, un poco de jugo y café, algunas tostadas con tocino también, por favor —le ordena Joseph, decidiendo por mi.

Lo miro mal. No tenía que hacer eso.

—Tienes que comer algo —se excusa al ver mi mirada. —partimos hace dos horas y no has siquiera desayunado.

—No tengo hambre.

—Comerás —

Había olvidado lo gruñón y mandón que podía ser. Suspiro resignada cruzándome de brazos como cual niña pequeña.

—No hagas rabietas Nicole.

—No estoy haciendo nada —respondo cortante.

La chica trae el desayuno demasiado rápido para mi gusto.

Enamórame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora