19.

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Hablaría con él, no había forma en este mundo de que alguien me detuviera.

—Hola Rosie. —saludo a la morena con una sonrisa.

—Joseph esta, ya sabes, ocupado. —hace una mueca.

Su "ocupado" se refiere a "follando". Como la primera vez en que había venido a su oficina.

Siento un nudo en mi garganta.
Había practicado mil maneras en que le pediría que nos dejara en paz, no por mi, ni por mis padres mucho menos, le pediría que hiciera un buen gesto con una familia que necesitaba su ayuda, así me tuviera que guardar mi orgullo en un rinconcito profundo de mi ser.

—Lo esperaré.—digo determinada.

Rosie asiente y vuelve su vista a la computadora frente a ella.
Quizá este siendo discreta ahora pero sé que después me pedirá que le cuente lo que había sucedido con Joseph. Nos había encontrado a punto de tener sexo una vez.

Media hora después Joseph sale de la mano de la pelizorra. Mi estómago se encoge. Paró el reproductor de música y me quito mis audífonos.

—Tenemos que hablar. —quiero llorar pero al menos mi voz no me traiciona.

—¿De qué? —enarca sus cejas.

La pelizorra me recorre con una mirada despectiva y tengo que recordarme que debo ser fuerte y mantener la calma, aunque en realidad quisiera arrancarle todas sus extensiones color rojizas de su cabello.

—Es una conversación privada Joseph.

Ya deja a esa mujerzuela.

Asiente serio.
Me guía hacia su oficina, aún sabiendo que me sé ese camino de memoria.

—¿De qué quieres hablar? —me pregunta tan pronto cierra la puerta detrás de él.

—Deja en paz a mi familia. —digo sin preámbulos.

—¿Qué?

—Que dejes en paz a mi familia.

—¿Viniste hasta acá a eso?

Asiento y me cruzo de brazos.

—Estas perdiendo tu tiempo.

Otro pinchazo más directo al corazón.
—Por favor. —murmuro.

—No lo haré, puedes irte. —abre majestuosamente la puerta, y con la mirada me indica que está esperando a que salga por ella.

Ni muerta.
—No. —cierro la puerta provocando un fuerte ruido.

Y una mierda si toda la oficina estaba escuchando.

—¿Qué quieres Nicole?

—Ya te lo dije, que dejes en paz a mis padres. No... —le interrumpo antes de que suelte una palabra por esa sensual boca — No lo hagas por ellos, ni por mi. —trago saliva. Inconscientemente quiero que sienta algo por mí. — Hazlo como un acto de ayuda, como haces con ese montón de becas que donas en las escuelas, haz una obra de caridad.

Creíble o no cada palabra toma un gran esfuerzo pronunciarla. Estoy tirando todo mi orgullo y rogándole porque nos deje en paz. Porque dejara de ser tan monstruo y se tocara un poco su corazón. Mis padres no eran las personas más buenas del mundo, pero habían luchado mucho por lo que tenían, habían dejado de pasar tiempo conmigo y yo no permitiría que ese tiempo y esas discusiones fueran en vano.

Suelta una carcajada burlona.
—¿En serio has venido hasta acá para eso?

Enarcó mis cejas. No entiendo nada de lo que sucede.
—Joseph...

Enamórame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora