La tarde del domingo se esfuma mientras charlo o paseo con mis amigos, Yago no me ha mirado en ningún momento desde que han vuelto. Mientras que no estaba, he aprovechado para poner el diagnóstico médico en su habitación.
El lunes no tarda en llegar. Nos dejan el día libre para hacer lo que queramos, porque es el último día entero que estaremos aquí.
Tras desayunar, Javi, Álex, Oli, Sara y yo decidimos ir a dar una vuelta por la zona de las vías abandonadas. Es precioso, parece sacado de un cuento.
-No veáis la mala hostia que tiene de repente Yago...-Comenta Sara.
-Ya ves, desde ayer está insoportable... Con lo simpático que era a principio de curso... Parece otro...-Le continúa Oli.
-¿A qué sí?-Acentúa Javi.
-Bueno, vamos a dejar de hablar de profesores y vamos a hablar de algo interesante, ¿no?-Álex me echa un cable.
-Sí, mejor.-Le contesto.Cambiamos de tema y continuamos charlando durante bastante rato mientras paseamos.
-¿Volvemos? Es la hora de comer.-Dice Javi.
-Yo no tengo hambre.-Respondo.-Id vosotros, me voy a quedar aquí un rato.
-Kenya, esta mañana tampoco has desayunado, tienes que comer.-Me dice Oli con ojos preocupados.
-No, de verdad, es que tengo el estómago cerrado.
-Está bien. Si necesitas algo llámanos.
-Descuida.Al irse, me siento en las vías y dejo mis pies caer por el precipicio que hay bajo éstas.
No sé si decirle a Yago que sé lo que le pasa... No sé si hablarle y apoyarle... Quiero abrazarle y decirle que yo estoy con él, que le quiero, que juntos podremos con todo... Pero no puedo...
Miro mi reloj y veo que han pasado dos horas desde que se fueron a comer. Dos horas en silencio, sin saber qué hacer con mi vida ni cómo mejorar la de Yago. Dos horas en un nuevo refugio, unas vías de tren antiguas a muchos metros de distancia del suelo. A tan sólo un traspiés de no volver nunca.
Varias voces que gritan mi nombre me sacan de mi pompa. Giro mi cabeza y veo a Dante y Yago, junto con mis amigos gritándome que vuelva.
-¿¡Se puede saber qué haces ahí!?-Grita Dante.-¡Esas vías están muy deterioradas! ¡Se pueden venir abajo en cualquier momento!
Al oír eso, me intento levantar pero las piernas me fallan haciendo que me vuelva a sentar.
-¡Kenya! ¿¡Estás bien!?-Vuelve a gritarme Dante para que le pueda oír.
Yo asiento y vuelvo a intentar ponerme en pie, esta vez con éxito. Las piernas me tiemblan al dar mi primer paso sobre las vías. Al dar el segundo, mi pierna derecha se vuelve de plastilina y se demora haciendo que caiga de bruces contra la madera desgastada y se rompan varias baldas.
-¿¡Qué te pasa!?-Me pregunta mi mejor amiga.
No puedo hablar. Me noto muy mareada y me duele mucho la rodilla derecha.
-¡Kenya!
Me vuelven a gritar pero no puedo saber quién. Escucho de nuevo los gritos, pero no puedo ver nada.
Noto cómo unas manos me levantan de la madera. Mi cuerpo está pegado a otro que avanza lentamente. Reconozco el olor que llega hasta mi nariz. Es el olor de Yago. Mi sentido de la vista vuelve. Mi cara está pegada a su pecho y sus manos en mi cintura y en mis piernas.
-Agárrate a mi cuello.-Me susurra.
Paso el brazo que está pegado a su cuerpo por detrás de su cuello.
Ahora mismo, si no fuera por el dolor en mi rodilla, podría jurar que estoy en el mismísimo cielo.
-Ya mismo llegamos.-Vuelve a susurrarme.
Salimos de la zona de las vías y llegamos con los demás. Al apoyar el pie en el suelo, el dolor de mi rodilla se acentúa y ahogo un grito.
-¿Te duele el pie?-Me pregunta Yago aún agarrándome.
-La rodilla.
-Vamos a sentarla en el porche.-Dice Dante.Apoyada en Yago y en Dante, voy hasta el porche bajo la preocupada mirada de mis amigos, y me siento en una de las sillas.
-Remángate el pantalón, vamos a ver esa rodilla.-Me indica Dante mientras se arrodilla enfrente mía.
-¿Sabes de golpes?-Digo subiendo la tela que cubre mi pierna.
-No mucho, pero Paquita sí.-Se gira hacia mis amigos.-Que alguien la traiga, ¡rápido! ¿Te duele si te toco?-Me pregunta haciéndolo.
-¡Ah! Sí.-Realmente me duele mucho.Sara aparece con Paquita y rápidamente empieza a hacerme preguntas y movimientos en la rodilla.
-Cariño, parece que solamente tienes una gran contusión.
-¿Eso qué quiere decir?
-Que tienes un gran golpe en la rodilla, por eso es normal que te duela, pero no tienes nada roto, y no tienes esguinces ni torceduras que yo haya notado.
-Menos mal.-Suspiro aliviada.-Muchas gracias Paquita.
-Si quieres te echo un poco de Réflex para que te alivie el dolor.
-Por favor.
-Ahora mismo vengo.-Me dedica una sonrisa tierna antes de marcharse.Después de que Paquita me echase Réflex, Yago desapareció con una excusa tonta, dejándome con Dante y mis amigos.
-¿En qué pensabas? ¿Por qué estabas en las vías?-Me pregunta mi tutor sentándose a mi lado.
-Creí que no eran peligrosas.
-Me has dado un susto de muerte, que lo sepas.
-Lo siento, de verdad.
-¿Se puede saber porqué no te podías levantar?
-No... No me respondían las piernas...
-Es que lleva sin comer desde anoche, Dante.-Se entromete Álex.
-¿Por qué?-Me pregunta Dante.
-Porque no tenía hambre...-No puedo decir que estaba demasiada pensando en Yago.
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De Lobo a Cordero
RomanceKenya, 18 años. Mi vida nunca ha sido un cuento de hadas, pero ahora, gracias a él, veo luz al final del túnel; aunque esa luz se disipe por momentos.