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Llegó el día de volver a casa. Tras ducharme, me pongo unos vaqueros y el jersey que me regaló Yago por mi cumpleaños, me hace sentir protegida. Bajo a desayunar y me lo encuentro de cara.

-Buenos días.-Decimos al unísono.

Cuando nos vamos a dejar paso, los dos vamos para el mismo lado, y luego para el otro igual, haciendo que en la cara de Yago salga una sonrisa.

Nos montamos en el autocar que nos llevará de vuelta a la ciudad, y cómo no, mis amigos y yo nos sentamos en la última fila, que son cinco asientos y podemos estar todos juntos y a nuestro aire.

Los profesores pasan lista para comprobar que estamos todos, y tras verificarlo, el conductor arranca dejando atrás el camping, y con él a Paquita y a Lourdes, y a todo lo vivido estos días.

Dos horas más tarde llegamos al instituto, recogemos las maletas de la parte de abajo, y cada uno se va rumbo a su casa.
Álex me ha dicho que sus padres no pueden venir a recogerla, por lo que se va andando, pero su casa está en dirección contraria a la mía, así que no nos podemos hacer compañía por el camino.

A pesar de mi dolor de rodilla, camino hasta mi casa como puedo. Apenas llevo unos cuantos metros cuando tengo que parar para que la rodilla descanse. Me apoyo en la pared, tomo aire y estiro la pierna. Veo el coche de Yago pararse justo delante mía y bajar la ventanilla del asiento del piloto.

-¿Estás bien?-Me pregunta desde el coche.
-Sí.
-¿Segura?
-Es la rodilla, que aún la tengo resentida, pero no te preocupes.
-¿Que no me preocupe? Kenya, tu casa está muy lejos de aquí. Vamos, súbete que te llevo.
-Que no de verdad, que yo puedo.
-Kenya...
-Está bien.-Cojo mi maleta, la meto en el maletero de su coche y me siento en el lugar del copiloto.

Me asombra la naturalidad con la que me trata después de haber terminado lo que sea que tuviésemos para siempre, es como si nada entre nosotros hubiera pasado, como si volviésemos a estar como a principios de curso y no se hubiese desatado este juego tan peligroso para los dos.

-Yago, ¿por qué?-Digo tras pasar gran parte del trayecto en silencio.
-¿Por qué qué?
-¿Por qué me tratas como si no hubiese pasado nada entre nosotros? Como si no hubiese existido aquella noche en el porche...
-¿Quieres saber por qué?-Se echa a un lado de la carretera.-Porque no puedo ignorarte, no puedo hacer como si fueses transparente.-Dice alterado.-Prefiero tratarte como a una alumna más, a no tratarte...
-Oh, vamos Yago... Sabes perfectamente que no soy una alumna más, tú mismo me lo dijiste, y a la pelo-quemado también... Dijiste que me querías... Y ahora... Ni si quiera te has dado cuenta de que llevo puesto el jersey que me regalaste...
-¿¡Que no me he dado cuenta!? No he hecho otra cosa que pensar en aquel día desde que te lo he visto en el desayuno. Pero... Dijimos que esto no podía continuar.
-¡No! No, tú dijiste que esto no podía continuar, yo simplemente te puse contra la espada y la pared...
-Kenya, no soy bueno para ti.
-Sí que eres bueno para mí.
-No, ¿no lo entiendes? Yo nunca podré llevarte al cine, o a cenar, o a dar un paseo, y tarde o temprano nos cansaremos de escondernos en tu casa o en la mía para ver películas o cenar...
-¿Y tú piensas que a mi me preocupa que no podamos salir a pasear? Yo estando contigo estoy feliz, me da igual el lugar y lo que hagamos. A ti no te preocupa eso, no me engañes.-Me oculta su enfermedad.
-Kenya, no te engaño.
-Yago, tu y yo sabemos que ocultas algo muy importante, y quiero que sepas que cuando estés dispuesto a decirlo, yo estaré aquí, a tu lado, y cuando las cosas vayan a peor también seguiré aquí contigo.
-¿Cómo lo sabes?
-Eso no importa.
-Sí, sí importa, como alguien más lo sepa...
-No lo sabe nadie más, tranquilo, tu secreto está a salvo conmigo.
-¿Cómo coño lo sabes?
-Lo leí sin querer en unos papeles que se te cayeron...
-Joder... ¿Ves? No podemos estar juntos. Cuando mi enfermedad vaya a más tú querrás salir por ahí, como es normal, pero no podrás porque tendrás que cuidar del pobre lisiado.-Dice señalándose a sí mismo.
-Sí que querré salir, y tú lo harás conmigo porque habrán encontrado una cura para frenar la enfermedad. Estoy segura.
-Eso es una utopía, Kenya, la realidad no es así. No puedo condicionarte la vida, no a ti.
-No me la condicionas, Yago. Yo elijo condicionármela.
-Pero es que no quiero que hagas eso por mí. ¿Recuerdas cuando yo quería dejar el instituto para poder estar contigo?-Yo asiento.-Tú no querías que yo perdiera mi trabajo por ti, ¿verdad? Pues así me siento yo, no quiero que pierdas tu vida por dedicarte a la mía. Yo respeté tu decisión, respeta tú la mía.
-No es lo mismo.
-Para mí sí.
-Pues para mí no. Parece que te sobran los motivos para no estar conmigo...
-No pienses así porque sabes perfectamente que no lo es.
-Pues para mí si.
-Kenya, a pesar de todo sabes que te quiero.
-¿Entonces por qué no podemos estar juntos?
-Te lo he dicho antes, no quiero joderte la vida.

De Lobo a CorderoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora