-Despierta, dormilona.-Escucho detrás mía.-Vamos, mi vida.
Hago caso omiso a las palabras de Yago y sigo intentando dormir. Noto sus dedos traviesos moviéndose por mi espalda, por encima de la camiseta, suben hasta el cuello y bajan una y otra vez.
-Vamos, enana, ¿o querrás que te despierte con una guerra de cosquillas?-Vuelve a susurrarme en el oído.
Eso me activa haciendo que me vuelva hacia él y de un movimiento rápido me ponga encima de él.
-Quizás seas tú el que se lleve las cosquillas.-Digo desafiante desde encima.
-Es que a mí me gustan más las guerras de besos.-Se incorpora un poco y me besa.
-Sabes igual que en mi sueño.-Le digo sonriendo tras el beso.
-Qué poético te ha quedado, cariño.-Dice sonriendo.
-No, idiota, que va enserio.
-¿Qué has soñado?
-Que nos casábamos en las vías donde me rescataste, ¿te acuerdas?-Él asiente.-Y cuando nos dábamos el sí quiero, venía un niño rubio corriendo hacia nosotros.
-¿Bichito?-Interroga con los ojos brillantes.
-Seguramente, porque yo ya no tenía barriga.
-¿Por eso no te querías despertar?
-Exacto.
-Pues yo te prometo que a partir de ahora nuestra vida va a ser tan bonita que no vas a querer dormirte, y cuando te duermas sólo vas a querer despertar.
-Nuestra vida ya es bonita, nos tenemos el uno al otro, y al bichito.
-¿Eres feliz?-Pregunta serio.
-¿A caso lo dudas?
-Quiero escuchártelo decir.
-Soy feliz. Soy la persona más feliz a tu lado. Me haces feliz y yo espero hacerte feliz a ti, por eso te quiero tanto.Yago vuelve a incorporarse para besarme, pero esta vez más intenso, más profundo, como con necesidad, como si fuera el primer y a la vez el último beso que nos diéramos.
Inmediatamente yo respondo a su beso y así, mientras que nuestras lenguas bailan a la vez, nosotros nos desnudamos mutuamente para que nuestros cuerpos también bailen.-Te quiero.-Digo con la respiración agitada dejándome caer al lado suyo en la cama.
-Yo te quiero más, mi niña.-Me besa la frente.
-Imposible.
-Posible.-Me acaricia el pelo.Nos duchamos y vamos a casa de la madre de Yago.
-Buenos días, mamá.-Dice Yago cuando su madre abre la puerta.
-¡Ay, buenos días hijo mío!-Dice abriendo sus brazos y ahogando a Yago en besos muy sonoros.-¡Ven aquí, Kenya!-Me dice cuando suelta a Yago y repite conmigo el mismo proceso.Pasamos al salón, donde nos invita a desayunar café y pastas.
-¿Se sabe ya si es nieto o nieta?-Pregunta la mujer entusiasmada.
-Qué va, mamá, seis meses ahí dentro y aún no ha querido que sepamos qué es... Ojalá que sea una niña.
-Pues yo prefiero niño.-Digo tras darle un sorbo a mi café.
-Yo también prefiero un niño.-Me apoya mi suegra.
-Pues yo no, yo quiero una castañita como Kenya.Tras el desayuno que nos ofrece mi suegra, nos vamos porque tenemos prisa, ya que debemos ir a las clases pre-parto.
Llegamos y la profesora nos hace que nos sentemos en una pelota de pilátex. Luego me levanto la camiseta dejando mi barriga al descubierto, y Yago empieza a masajearla.
-Así, muy bien.-Dice la profesora.-Ahora moveremos la cintura lentamente haciendo "ochos"
Cuando la clase acaba, volvemos a casa aún más ilusionados por la idea de ser padres.
-Pues a mí de niña me gusta: Laura, Raquel, María y Kenya.
-¿Kenya? No pienso llamar a mi hija "Kenya".
-¿Por qué no?
-Pues porque no me gusta que los padres y los hijos tengan el mismo nombre, además, va a ser un niño.
-Como sea una niña te vas a tragar tus palabras, lo sabes, ¿no?-Dice de broma.
-Pero es que va a ser un niño, así que ve pensando nombres.-Digo levantando una ceja.
-¿Sabes que estás preciosa cuando haces eso?
-¡Qué tonto!-Me encanta que sea así.
-Pues este tonto se muere de ganas por darte un beso.
-¿A qué esperas?Nuestros labios se unen haciendo que yo esté segura de dónde estoy y de dónde quiero estar, que es aquí con él y con nuestro bebé.
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De Lobo a Cordero
RomansKenya, 18 años. Mi vida nunca ha sido un cuento de hadas, pero ahora, gracias a él, veo luz al final del túnel; aunque esa luz se disipe por momentos.