LIII

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Jueves. 10,45 a.m. Estoy junto a mi mejor amiga en frente de la puerta del hospital. El miedo y los nervios se apoderan del noventa por ciento de mí. Por un lado tengo muchas ganas de que llegue el momento en el que Yago tenga una parte de mí dentro de él, pero por otra parte tengo mucho miedo de que las cosas no salgan bien y su organismo rechace mi médula, o de que él me rechace a mí, o de que le pase algo durante la operación...

-Vamos, amor.-Álex me coge la mano y entramos juntas.

Llegamos hasta el despacho del Dr. Fitz y varias horas después, tras hacerme muchas pruebas, me dice que puedo ir a comer y que esté allí a las cinco de la tarde, así que mi mejor amiga y yo nos vamos a comer a la cafetería del hospital.

-Siéntate aquí, yo iré a por la comida.-Dice Álex antes de marcharse.

Me quedo mirando a mi alrededor, a todas las personas que como yo están comiendo aquí, imagino que tendrán algún familiar ingresado, pero me sorprende que aún así hay un padre que no deja de sonreírle a su pequeña hija... Es increíble de dónde es capaz de sacar fuerza una persona para evitar hacer sufrir a quién más quiere...

Poso mi vista sobre Álex que está pidiendo en la barra, cuando veo que se le acerca Yago... ¡Mierda! Nos va a pillar antes de tiempo y se va a ir todo a la mierda... Observo cómo Álex se gira y me señala haciendo que Yago se fije en mí. Espero que mi amiga sea buena mintiendo y le esté soltando cualquier argucia porque sino...

-¡Éste se cree que somos tontas!-Comenta mientras que viene al cabo de un rato.-Dice que está visitando a su tío... ¡No se lo cree ni él!
-Álex, ¿qué le has dicho?
-Que mi padre se ha roto una pierna y estamos esperando a ver qué le dicen.-Dice tan tranquila.
-Eres una genia.

Tras comer vamos a tomar el aire por los alrededores del hospital, necesito olvidarme por un momento de que en un rato me operarán.
Hacemos hora hablando de tonterías para despejar la mente hasta que las agujas del reloj indican que debemos entrar.

Cuando entramos me asignan una habitación para ponerme el típico camisón y gorrito verde. Una vez me he cambiado, una enfermera me lleva en silla de ruedas hasta la puerta del quirófano.

-¿Lista para entrar?-Pregunta la chica.
-¿Me puedo despedir de mi amiga?
-Claro.-La enfermera se hace a un lado.
-Álex tengo miedo.-Me coge las manos.
-Todo va a ir genial, y Yago se va a recuperar de su enfermedad y vais a volver a estar genial.
-Necesito un abrazo.-Al decirle esto viene hacia mí y me abraza tan fuerte que por un momento mi miedo se desvanece.-Te quiero mucho.
-Y yo cariño. Suerte.-Nos damos un fortísimo beso en la mejilla y la enfermera me entra al quirófano.

Me tumban sobre una fría camilla y ponen una luz cegadora sobre mis ojos, que hace que gire involuntariamente mi cabeza y es entonces cuando veo a Yago tumbado sobre otra camilla próxima a la mía.

-Está anestesiado.-Dice la enfermera.-Ahora te toca a ti. Mira a la luz y piensa en cosas bonitas.-Me dice mientras me pone una especie de mascarilla.-Ahora cuenta diez.
-Uno, dos, tres, cuatro...-La anestesia surge efecto y apenas llego a contar cinco cuando ya me he dormido.

Estoy tremendamente mareada y noto un dolor muy fuerte en la parte superior de mi columna vertebral. Apenas abro los ojos pero consigo diferenciar la silueta de la mejor amiga del mundo.

-Kenya, ha salido todo a la perfección.-Me dice.
-¿Dónde está?-Estoy demasiado aturdida como para hablar con fluidez.
-Ahora lo traen, se ha despertado hace un rato y al verte se ha puesto nervioso, ha hecho el intento de levantarse y se le han saltado varios puntos, se los están cosiendo.
-¿Qué te ha dicho?
-Que eres una puta tarada, pero eso no es nada nuevo.-Dice sonriendo.-No sabes lo feliz que estoy de verte aquí de nuevo.-Me abraza.-He tenido mucho miedo, joder tía, he tenido que ser fuerte por las dos... A mí eso no se me da bien...-Creo que se le han saltado las lágrimas.
-Pues lo has hecho genial.
-Los chicos han llamado para saber cómo estabas.-Dice tras recomponerse.
-Siguen creyendo que me han operado del oído, ¿no?
-Sí, tranquila.
-¿Es normal que no me sienta las piernas?
-Según los médicos son los efectos de la anestesia, no tienes de qué preocuparte.

La puerta de la habitación se abre y entra la enfermera que me atendió antes de entrar a quirófano, con Yago en silla de ruedas.

-Ahí la tienes, fresca como una rosa.-Le dice a Yago... Está guapo hasta después de operarse...
-Kenya...-Suspira Yago.

La enfermera lo deja enfrente mía y ella y Álex salen de la habitación para darnos privacidad.

-¿Cómo estás?-Le pregunto temiendo lo peor.
-Kenya...-Sigue diciendo para sí mismo.

De Lobo a CorderoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora