-Kenya...-No puede dejar de decir eso.
-Yago, yo... Necesitaba hacerlo.-Apenas me sale el habla.
-Kenya...-Sus ojos se empiezan a empañar y yo hago el amago de levantarme para abrazarle, pero el dolor se acentúa.-Te quiero tanto, tanto, tanto...-Dice intentando contener las lágrimas.Mis mejillas se convierten en piscinas, empapadas por mis lágrimas. Yago con esfuerzo se levanta de la silla de ruedas y se dirige hacia mí. Me abraza y tumba en mi cama al lado mía.
-Perdóname, pequeña... Perdóname por todo, por tratarte mal, por ignorarte, por todo lo que te he hecho pasar...
-No te puedes hacer a la idea de cuánto te he echado de menos...-Digo llorando.
-Lo sé mi vida, y lo siento. Me siento fatal por haberte hecho pasar por esto.
-Joder, Yago, ¿no lo entiendes? Que si tu saltas, yo salto, y que si tu te quemas, yo ardo. Hubiera pasado mil veces por quirófano, pero por favor, no me vuelvas a dejar sola.
-No, no mi niña, te juro que no. Eres lo más lindo que me ha pasado en la vida.-Dice acariciando mi cara.
-Te quiero mucho, mi amor.-Le sostengo la cara entre mis manos y nos besamos.Joder, cómo extrañé sus besos, el cosquilleo de su barba, la suavidad de sus labios... Por fin vuelvo a sentir las piernas y de un salto me pongo encima suya ¡a la mierda los puntos! Nuestra retahíla de besos continúa hasta alguien llama a la puerta y el vuelve a su cama.
-¡Adelante!-Decimos al unísono cuando todo vuelve a estar en orden.
-¡Ay mi niño!-Exclama una señora de unos sesenta años y pelo corto.-¡Pero míralo, si está con mejor color y todo!-La señora se va hacia Yago y le llena los dos mofletes de besos.
-Mamá, para, que me haces daño.
-Perdóname hijo.-Se retira.
-Mira mamá, ella es Kenya, la donante.La señora se gira hacia mí y me dedica una sonrisa agradecida que yo le devuelvo.
-Muchas gracias, te debemos mucho.-Me dice.
-No me deben nada, señora.
-¡Uy, señora! A mí llámame Carmen, que no soy tan vieja. ¿Y cómo estáis? ¿Qué tal os sentís?-Nos mira intermitentemente.
-Yo estoy bien, mamá, pero mi novia estará cansada.Como Carmen está mirando a Yago no le puedo ver cara que ha puesto, pero a mí se me han abierto los ojos y la boca de par en par. No me puedo creer que me haya presentado como su novia... Más bien no me puedo creer que sea su novia.
-¿Novia?-Dice su madre y se vuelve hacia mí.-Pero niña, ¿tú cuántos años tienes? Pareces muy jovencita...-Está tan flipando como yo.
-Dieciocho.
-¡Ay Dios mío!-Se echa las manos a la cabeza.-Entonces... Ay, dime que no eres alumna suya.Yo echo mi mirada hacia abajo dándole así a entender la verdad.
-¡Pero hijo mío, ¿en qué estabas pensando?!
-Mamá, tranquilízate, nos queremos, que es lo importante, y dentro de un par de meses ya no será mi alumna.
-Mirándolo así...-Parece que a la señora va cediendo poco a poco.-Bueno, vosotros concentraos en la recuperación que es lo importante.
-Sí, sí...-Dice Yago para quitársela de encima.Un mes después, ya estamos recuperados de la operación. A Yago siguen haciéndole pruebas, y muchas de ellas confirman lo que tanto deseábamos ¡su enfermedad poco a poco va a menos!
-¿Qué te vas a poner?-Me pregunta mi novio a la otra línea del teléfono.
-Ya lo verás.
-Dame una pista aunque sea.
-Es verde.
-¿Sabes que el verde es mi color favorito?
-¿Sí? Pues a ver si me das el visto bueno.
-Aunque llevases una bolsa de basura estarías preciosa.-Su comentario hace que me ría.
-No creo que tu familia me de el visto bueno si voy en bolsa de basura.-Bromeo con él.
-Prueba.-Me sigue el juego.
-Amor, voy a terminar de arreglarme.-Digo cuando me doy cuenta de la hora que es.
-Está bien, te recojo a las nueve.
-De acuerdo, adiós cariño.
-Adiós mi niña.Media hora más tarde Yago me recoge en coche. Cuando voy a abrir la puerta para montarme me la bloquea y baja la ventanilla del copiloto.
-Primero date una vuelta. Quiero ver el modelito.-Dice sonriendo.-¡Tengo la novia más guapa del mundo!-Grita una vez he hecho lo que me ha pedido.
-Qué tonto eres.-Digo sonriendo como una boba.-¿Puedo montarme ya?
-No. Verás es que tengo derecho de admisión.
-¿Ah, sí?-Suelto riéndome.
-Sí, y sólo te puedes montar si me das un beso.-Se acerca a la ventanilla que ha bajado y yo también. Le agarro la cara con mis manos y le beso como si el resto del mundo no existiese.
-¿Satisfecho?-Susurro rozando su boca.
-Súbete, cariño.
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De Lobo a Cordero
RomanceKenya, 18 años. Mi vida nunca ha sido un cuento de hadas, pero ahora, gracias a él, veo luz al final del túnel; aunque esa luz se disipe por momentos.