LXVI

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-¡Kenya! ¿¡Qué ha pasado!?-Es la voz de Yago.

Abro los ojos con dificultad y compruebo que no estoy en mi casa. Es una habitación blanca, llena de cables y máquinas, con apenas una mesita y un sillón a parte de la cama en donde estoy.

-Tranquilícese señor.-Veo que le dice una enfermera.-Kenya ha sufrido una caída por las escaleras.
-¿¡Qué!?
-Está bien, la hemos sedado por el dolor, pero no tiene nada roto.
-¿Y mi hijo? ¿Qué ha pasado con él?
-Los médicos han intentado salvarlo por todos los medios, ha sido difícil porque Kenya ha perdido mucha sangre por una hemorragia interna... La hemos tenido que intervenir y... Por suerte el niño sigue bien. Ha sido un milagro prácticamente.
-Menos mal...-Suspira aliviado Yago.

Joder... Le llega a pasar algo al bichito por mi culpa y me muero. Empiezo a llorar y ambos se giran hacia mí.

-Kenya, mi vida, ¿cómo estás?-Pregunta Yago con lágrimas en los ojos.
-Me duele todo.
-Lo siento, Kenya.-Interviene la enfermera.-Te caíste por las escaleras...
-¿¡Cómo que me caí!? ¡Yo no me caí!
-A ver, mi niña, tranquilízate, estás sedada, es normal que imagines cosas.
-Yago, me acuerdo de todo perfectamente, fue mi padre. Mi padre me empujó.
-¿Qué?-Dice la enfermera con los ojos abiertos.
-Que sí, joder, en el rellano había cámaras de seguridad, lo podemos comprobar.
-Kenya, llamaré a Álex para que se quede contigo y yo iré a pedir esa grabación, ¿te parece bien?
-Sí.

Álex llega en un santiamén y Yago le explica lo que ha ocurrido entre amagos de lágrimas. A mis simplemente me sedan todo lo que pueden y más para tenerme tranquilita.

Álex no se separa de mí ni un instante. Me tiene agarrada de la mano y lo único que alcanza a decir son barbaridades acerca de mi padre, desea que lo encierren para siempre, igual que yo.

Al cabo de horas llega Yago con unos papeles en la mano.

-¿Qué ha pasado?-Pregunto expectante.
-Lo tenemos.-Dice sonriente.-En la grabación se ve perfectamente cómo ese hijo de puta te empuja.
-¿Tiene audio el vídeo?-Pregunto recordando que confesó que abusó de mí y que abusaría de Luisito.
-Sí, mi vida. Ese cabrón va a pagar por todo lo que te hizo pasar.-Me acaricia la cara.-Acabo de interponer una denuncia.
-No servirá de nada, mi padre es juez, hará lo que hizo la otra vez.
-No, mi niña, no. Ahora tenemos pruebas, antes no. Acabaremos con él, créeme.
-Me alegro de que lo tengáis, en serio.-Interviene Álex que antes había estado callada.-Tengo que irme, pero cualquier cosa que necesitéis no dudéis en llamarme.-Me da un beso fuerte.-Sé fuerte, cariño.-Se va hacia Yago.-Cuídamela, te necesita.-Le da otro beso a él y se va.
-Te quiero mucho.-Le digo antes de que cruce la puerta.
-Yo también, Kenya.-Me dedica una sonrisa y definitivamente se va.

Yago ocupa el asiento donde antes estaba mi mejor amiga y me agarra la mano mientras me acaricia la frente.

-¿Cómo estás?-Dice en tono tierno.
-Drogada.
-Ya verás como mañana estarás mejor.
-Me parece mentira que el bebé esté bien...
-A mí también, enana, hemos tenido mucha suerte.-Dice sonriendo con los ojos cargados de lágrimas.
- ¿Sabes? Cuando me empujó me agarré a la barriga como si fuera un tesoro.
-Este bichito es nuestro pequeño tesoro, mi niña.-Me acaricia la barriga.
-Te quiero. Mucho. Muchísimo. Muchichísimo.
-Y yo, enana, y yo.

Por culpa de las caricias de Yago y de los sedantes, caigo rendida en un profundo sueño.

De Lobo a CorderoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora