Capítulo 44.

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Poner música de multimedia.

- Cariño -susurraban en mi oreja- Cariño, despierta.

Abrí los ojos lentamente. El aire zarandeaba mi largo cabello de un lado a otro. Agarré un mechón rebelde de mi melena y lo escondí detrás de mi oreja. Delante de mi había un gran prado verde lleno de margaritas. El sol se encontraba en lo alto, alumbrando cada rincón. Los pájaros cantaban en el bosque. Los animalillos corrían de un lado a otro felices. Levanté mis manos y las miré fijamente, estaban demasiado pálidas. Una mariposa azul se posó en mi mano derecha, movió sus alas arriba y abajo y echó a volar junto a muchas más que empezaron a hacerme cosquillas en la piel mientras revoloteaban a mi alrededor. Me la vuelta sonriente, pero mi sonrisa se desvaneció. Ante mi había una gran casa blanca, los cristales resplandecían con la luz del sol, al lado de esta había un gran árbol dónde colgaba una cuerda a la que había atada una rueda. ¿Dónde estoy?

- Cariño -susurraron en mi oreja.

Me la vuelta confundida cuándo una mujer de cabello castaño me sonrió, mostrando unos increíbles dientes blancos. Sus ojos negros cómo la noche me miraron fijamente y sus labios rosados empezaron a moverse para hablarme.

- ¿Que sucede cielo? -preguntó ella mientras me acariciaba la mejilla.

- ¿Quién eres? -pregunté, pero mi voz era mucho más dulce y suave de lo que creía.

- Allie cariño, por lo que veo te has dado un buen golpe en la cabeza... -dijo viéndome preocupada- Soy mamá.

- ¿Mamá? -pregunté viéndola- ¿Juliette?

- Así me llamó tu abuela, nunca me gustó el nombre, pero no tengo opción alguna -dijo suspirando- Venga pequeña, vamos con papá.

Me tomó de la mano y empezamos a caminar juntas hacia rumbo desconocido, al menos para mi. Me arrastraba por el prado. Mis ojos fueron hacia nuestras manos unidas, me armé de valor y entrelacé mis dedos con los suyos. Aproveché el corto camino para poder observarla, me di cuenta de una cosa muy curiosa, mi tamaño había disminuido, ahora tenía el tamaño de una niña pequeña. De pronto oí el claxon de un coche, miré detrás de mi y me encontré con un coche negro aparcado delante de mi casa. El cielo empezó a nublarse y no tardó ni un segundo en empezar a llover. La mano que se encontraba sujeta a la mía, se desvaneció, miré a mi alrededor asustada, había desaparecido como si de un fantasma se tratase. La puerta de casa se abrió y salió un féretro que metieron dentro del coche seguido de mi padre y de una niña pequeña, no más grande que yo.

- ¡Papá! -grité.

La niña me miró. Era yo, yo era la niña. Me levanté del suelo, mi vestido estaba sucio y roto. Traté de alcanzarles, pero cada vez se alejaban más y más. El suelo empezó a moverse y yo caí de bruces. Al recomponerme de la caída, la hermosa casa blanca había desaparecido para dar paso a una estación de tren, dónde una chica recogía las pertenencias que le habían caído de la maleta mientras se disculpaba con un joven.

Empezaron a alejarse lentamente y la estación de pronto estalló, convirtiéndose en cenizas. Mi cuerpo salió despedido por la onda expansiva, me golpeé contra una piedra y a duras penas me levanté. Abrí enormemente los ojos al ver cómo unos soldados corrían hacia mi dirección mientras evitaban balas y disparaban detrás de mi. Me levanté del suelo y corrí entre los árboles, tratando de ocultarme y de evitar los disparos. Llovían balas, explosivos, los soldados morían... ¿Era esto la guerra? Me refugié a los pies de un árbol y con mis manos agarré mi cabeza mientras repetía constantemente que eso no era real.

Never Let Me Go (Steve Rogers/Capitán América)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora