6. ¿Qué haces aquí?

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Pasaron dos días en los cuales no hablé con Kyler. Dos días en Los que me senté a su lado sin mirarlo o dirigirle la palabra. Dos días en los cuales él tampoco había hecho el intento de disculparse de su estúpida actitud. Dos días en los cuales parecíamos ser ajenos el uno con el otro.

Y odiaba eso.

Odiaba el hecho de que no intentara disculparse. Él había arruinado cualquier tipo de intento de amistad. Y si él esperaba que le hablara o buscara, estaba muy equivocado.

Mi orgullo podía más.

—A ver, dime ¿qué número estoy pensando? —Jake me miró esperando una respuesta.

En esos dos días también me había hecho muy amiga de Jake y Kyle. Ellos eran geniales a diferencia de Kyler.

—¿Dos? —le contesté queriendo acertar.

—Incorrecto.

—Estoy estudiando para ser maestra, no adivina, Jake.

—Sí, Jake —habló Kyle, quien estaba recostado a mi lado en el césped con los ojos cerrados—. Ya déjala tranquila.

—Sólo quiero saber si sabe el número —se defiende sonando triste.

—Ella ya te respondió y no es ese. Ya deja eso.

—Eres un aburrido.

—Lo que tú digas —Kyle se incorporó levantándose de un salto—. Me voy, tengo clase.

Lo miramos alejarse y me pude fijar bien en lo parecidos que eran Kyle y Kyler. Ambos tenían ojos azules, pero los de Kyler con un toque de verde. Kyle era más alto por unos centímetros más qué Kyler, y otras diferencias como el color y corte de cabello. Recordé que habían dicho que son cuatro y yo sólo conocía a tres.

—Oye —llamo la atención de Jake quien me miró dejando su teléfono de lado—. Recuerdo que me dijeron que ustedes son cuatro, ¿dónde está el otro?

—¿Roth? —asentí—. Él es el mayor de todos. Esta al otro lado de la ciudad trabajando en una pequeña empresa que recién está levantando.

—¿Lo ven a menudo?

—Sí, a pesar de todo lo miramos frecuentemente —Jake miró su reloj y luego a mí—. Me tengo que ir, se me hace tarde para mi próxima clase.

Él se puso de pie haciendo qué lo mirara inclinando mi cabeza. —¿Me vas a dejar sola?

—Sé que te mueres por mí y mi guapura, pero tengo que ir a clases.

—No te vayas —junté mis manos en suplica haciendo un puchero—. No tienes porqué entrar a clases.

—Tu carita de súplica no funciona conmigo —hice una mueca—. Además creí que el de la mala influencia aquí era yo, no tú.

—Está bien, vete —le dije queriendo sonar dramática—. Pero luego no digas nada si algo me pasa. Y si algo llega a pasarme, pesará en tú conciencia.

—Sí, sí claro —empezó a alejarse.

—Me oíste, Jake —grito para que pueda oirme—. Pesará en tu conciencia.

—Sí, lo que tú digas.

Lo perdí de vista y caí en mi soledad. Odiaba la soledad. La soledad me hacía pensar y no quería pensar. Me hacía recordar y los recuerdos dolían. Quería evitar ese dolor así que tomé un libro de mi bolso y comencé a leerlo. La lectura mantenía mi cabeza ocupada evitando pensar.

Luego de unos diez minutos en los cuales ya estaba verdaderamente concentrada en la lectura, alguien se detuvo a mí lado haciendo que una sonrisa se extendiera en mi rostro, Jake había vuelto.

Something Of LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora