Cuatro.

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Mientras tu hermano abría la puerta de su casa y vos caminabas detrás con los bolsos de ambos porque eras caballero hasta con tu hermano, del otro lado Mariana abría la puerta de su departamento seguida de su novio, Benjamín.

Mientras ambos gritaban un "¡llegamos!", se preparaban para recibir abrazos y se daban cuenta que la casa estaba completamente vacía, Mariana anunciaba un "llegamos..."con voz algo cansada y estirando todo su cuerpo.

Mientras tu hermano encendía el televisor, se relajaba en el sillón, apoyaba los pies en la mesa ratona y vos abrías las canillas de la ducha para regular el agua, Benjamín encendía el televisor de su novia, se relajaba en el sillón de su novia (evitemos el hecho de que es el mismo sillón que la ayudaste a elegir en aquella época en la que era tu novia, no la del otro) y apoyaba los pies en la mesa ratona de su novia, Mariana también abría las canillas de la ducha para regular el agua.

Mientras salías de una refrescante ducha y te vestías con ropa, por fin, limpia por alguien que sabe lavar ropa (recordar agradecerle a mamá), Mariana salía de su refrescante ducha y se vestía con un pijama aunque eran las cinco de la tarde.

Mientras la puerta de tu casa se abría y por fin tu hermano y vos se rencontraban con la familia, se abrazaban y empezaban a hablar los dos juntos de todo lo que hicieron como nenes de jardín de infantes, Mariana se rencontraba en el living con Benjamín y comenzaban a discutir por una acción de su novio que no le agradó a tu ex.

Mientras vos apartabas a tu mamá del escandalo, le agradecías por lavar la ropa y ella te abrazaba porque nunca entendía porque tenías esos arranques de hijo agradecido desde los cinco años. Benjamín perdía la pelea y le pedía disculpas a Mariana que no entendía porque siempre discutían por lo mismo.

Mientras vos le mostrabas a tus papás las fotos de sus vacaciones y tu hermano le mostraba (en otra parte de la casa) las fotos prohibidas de sus vacaciones a tus otros dos hermanos. Mariana y Benjamín terminaban su reconciliación en la cama (esa que también ayudaste a elegir).

Mientras vos te recostabas en tu cama y sonreías porque te encantaba estar en tu hogar dulce hogar. Mariana dormía sobre el pecho de Benjamín que tecleaba el teléfono, él también sonreía.

Mientras vos abrías el mensaje de la bandeja de entrada recién llegado y leías "me encanta acostarme con tu ex", tu corazón lloraba.

Ya eran las ocho de la noche y vos seguías en tu cama, sentado, apoyado a la cabecera, abrazando tus piernas. Antes llorabas, ahora no. Ahora solo pensabas. Desde que Mariana y Benjamín se reconocieron como pareja hace más o menos un año y medio (y como te molestó que haya dicho que estaban juntos hace dos años, sí porque viste esa maldita twitcam escondido de tus amigos) recibías esos malditos mensajes. El primero te causó gracia, el segundo no comprendías por qué lo hacía, a partir del quinto ya te empezaba a molestar, a partir del décimo sexto te dolía y llorabas. Pero ahora no. Solo pensabas.

-No entiendo por qué no se lo decís a Lali. -Euge, tu amiga no la de ella, te había convencido para salir a bailar junto con unos amigos en común. -Me embola que casi todos los días recibas un mensaje del pelotudo este.

-No es casi todos los días, una vez por semana... a veces dos. -Hiciste fondo blanco del vaso que llevabas en la mano.

-¿Queres que le de una patada en las bolas en alguna grabación?

-Dale, pero que parezca un accidente. -Chocaron manos, esa era una amiga. -¿Y vos, cómo estas?

-Bien... que haya terminado con Nacho no es nada que no pueda superar. -Y te reíste porque ambos querían parecer optimistas.

-¿Te metió los cuernos?

-Síp. -Ahora fue ella la que hizo fondo blanco.

-¿Queres que le de una patada en las pelotas?

-Dale, pero no quiero que parezca un accidente. Hacelo sufrir como un hijo de puta... quiero que llore de dolor. -Euge cuando de venganza se trataba era la peor.

El timbre sonó en el departamento de Lali tres veces seguidas a las cuatro de la mañana. Giró repetidas veces en la cama hasta que se levantó de golpe gritando un "¡YA VA!", estaba histérica. Tanteó con los pies las pantuflas rosas y caminó arrastrándolas hasta la puerta mientras prendía luces en el camino y buscaba que sus ojos se acostumbren a ellas.

-¿Qué haces acá? -Porque vos estabas del otro lado, sosteniéndote de la pared, totalmente ebrio.

-No sé... -Y te reíste porque realmente no sabías. Te agarró del brazo y te hizo entrar de un tirón.

-¡¿Qué haces acá y borracho?!

-¡No sé! -Volvíste a reír y te sentaste (caíste) en el piso con las piernas estiradas y apoyándote a los pies del sillón. -¿En serio estoy borrachín? -Y esas son las boludeces que decís.

-¡Qué haces acá! -Se le rayó el disco. -¡No podes venir a las cuatro de la mañana a mi casa en este estado! -Vos seguías riéndote. -¡Peter! -Se arrodillo junto a vos y te zamarreo para que reacciones.

-¡Ese es mi nombre! -Y levantaste la mano dando el presente. -¿Y el tuyo bonita? -Ahora era ella la que se reía.

-Lali.

-¡La puta madre! Una que le falta una letra para llamarse como mi ex, otra que es de la misma altura, ahora vos que tenes el mismo apodo. Así no me puedo olvidar de ella.

-¿Te queres olvidar de ella? -Y aunque no lo creas, por tu estado de inconsciencia, le dolió.

-Si... -Y eructaste. -Ella ya me olvido.

-No creo que sea así... -Y le sonreíste. -¡Bueno! Eh... ¿Sabes qué? Me voy a la cama.

-¡Ya! ¿Tan rápido? ¡No me digas que tengo que pagar por hora!

-¡Sos un estúpido!

-¡Y vos sos rapidísima, pendeja!

-No vamos a hacer nada de lo que pensas.

-¿Y para que me trajiste acá? ¿Tenes juegos de mesa?

-Yo no te traje, vos viniste solito.

-¿Y como llegue?

-¿Cómo voy a saber? ¡Estaba durmiendo y tocaste timbre!

-¿Estás con otro? Tríos no me va...

-Estoy sola. -Y te tuviste que sostener del sillón para levantarte y quedar a su altura, bueno, es un decir.

-Entonces, empecemos.

¿Sabes que no te entiendo, flaco? ¿Cómo haces para conseguirte a cualquier mina con un simple "empecemos" y con más litros de alcohol que de agua en tu cuerpo? Sea como sea, vos la estabas besando y ella se estaba dejando. Vos le estabas quitando la remera de algodón que usaba de pijama y ella se estaba dejando. Vos le estabas quitando el short de algodón que también usaba de pijama y ella se estaba dejando. Vos que no la podías alzar a upa porque se caerían al instante y ella que te guiaba hacia su habitación como si no conocieras el departamento.

-No estoy borracho. -Confesaste una vez que caíste sobre ella en la cama y yo (sí, yo) me quedé helada.

-¿Te pensas que no te conozco? -Y yo reaccioné, ¡así que son vivos ustedes!

Ella que te quitaba la remera y vos que sonreías. Ella que te desabrochaba el pantalón y vos que besabas su boca, su cuello y más abajo. Ella que te preguntaba por qué la querés olvidar -cómo si nadie lo supiera- y vos que le preguntabas si ya se olvidó de vos. Ella que te contestaba que no y vos que le revelaste que tenías miedo.

Los dos que terminaron revolcándose y no pienso dar detalle alguno.

Secretos LalitersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora