Dieciseis.

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-Un fin de semana en la casa de campo de mi tía abuela. -Te miró sonriente. -¿Qué decís?

-¿Qué es una tía abuela?

-La hermana de mi abuela. ¿Tus abuelos no tienen hermanos? -Elevaste los hombros y negaste. -Bueno, ¿te prendes o no?

Sí, obvio que te prendiste. A las seis de la mañana, no me preguntes por qué a las seis. Simplemente se me ocurrió que te levantes a las seis de la mañana aunque vos te quisiste quedar cinco minutitos más en la cama y tu mamá tuvo que levantarte a los gritos a las siete y media porque claramente te quedaste dormido más de la cuenta. Te vestiste, cerraste el bolso de viaje y te despediste de la familia porque por dos días ibas a ausentarte para descansar con Mariana y tomar el aire propio de un campo.

La pasaste a buscar en el auto y subiste en el asiento trasero las dos valijas de ella. Supongo que va a usar una por cada día. Le diste un par de besos como adelanto de las mini vacaciones que estaban por tener. Paraste en una estación de servicio para cargar gasolina y para que ella se gaste una buena cantidad de plata en golosinas.

-¿Gorda, estás segura que esta era la ruta? Dijiste que en una hora llegábamos y estoy hace dos horas veinte.

-Sí, sí. Haces unos metros más y te vas a encontrar con una vaca. De la vaca doblas a la derecha y son unos trecientos metros. -Sacó una carcajada.

-¡No me cargues! -Pero vos te reíste un poco. -De verdad estamos perdidos.

-A ver... pará por ahí me fijo en el mapa. -Entonces estacionaste el auto en medio del pasto y descendieron para tomar un poco de aire.

-Vamos a tener que apurarnos porque se está por largar a llover. -Obvservaste la nube gris que se movía sobre ustedes.

-No entiendo este mapa. -Dijo sentada sobre el capó del auto cuando se cansó de moverlo de lado a lado para descubrir cuál era la forma correcta para poder leerlo. -Mejor aprovechemos que no hay nadie. -Te atrajo de la remera para besarte por un rato y vos aprovechaste. -Aprovechemos que no hay ninguna fan loca sacándonos fotos... -Y besaste un rato su cuello. También le quitaste el sweater y levantaste su remera. -Aprovechemos que estamos perdidos y no tenemos señal en los celulares... -Y la lluvia se largo. -¡Ay! Ahora sí tengo miedo. -Entraron rápido al auto.

-¡Peor suerte no podíamos tener! -No lo decías porque estaban perdidos sino porque el agua arruinó el momento.

-Ya me imagino que vamos a pasar los dos días acá, en medio de la ruta, nuestros familiares se van a preocupar. Los noticieros van a hablar de nosotros, los policías nos van a empezar a buscar y las fans van a llorar...

-Pensá, La. ¿Cómo era la casa de tu abuela?

-Tía abuela... no sé, nunca fui. -Suspiraste.

-Bueno... ¿por qué no matamos el tiempo y terminamos lo que empezamos ahí afuera? -Y ya la tenías encima tuyo besándote e intentando desabrocharte el pantalón.

-¡No, ya se! ¡Ya se! Hace un rato pasamos una estación de servicio. Ahí debe haber señal, llamo a mi tía abuela y que nos indique bien. -Arruinó el momento pero la idea era buena.

-Si es lo que le dije yo a tu mama. Dos nenes de catorce años no pueden venir solos por una ruta con esta tormenta. -Rita dejó que entren ustedes primero y luego ella sacudiendo el paraguas cuadrillé.

-No tengo catorce, tengo veinte tía. -Mariana nunca sabía si decirle tía o abuela.

-¡Ay pero que grande están! -Y te agarró los cachetes para darte un beso en cada uno. -¡Cómo creciste, Patricio!

Secretos LalitersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora