Capítulo III: Un Cubo de Pintura y una Selfie de Mierda

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     En realidad creo que mi cabeza está a punto de estallar. Es similar a tener una jaqueca, con el triple de potencia. Siento como si en cualquier momento pudiera desmayarme, pero a la vez me siento capaz de resistirlo. De alguna manera puedo llegar a los dormitorios, desde donde alcanzo a ver cómo Alyssa está en dificultades con un balón que la golpea en la cabeza. Instintivamente levanto mi mano y vuelvo en el tiempo, sólo para presenciar que el balón vuelve al mismo sitio de donde ha venido. ¡Esto duele en verdad!

— ¡Alyssa, cuidado!

Ella consigue evitar el golpe. Me agradece y yo sólo puedo esbozar una sonrisa torcida, pues no consigo articular palabra alguna. Mi cabeza lanza punzadas de dolor. Mi visión se oscurece repentinamente. Me pregunto si mis pasos torpes no me habrán transportado a la entrada al dormitorio de la misma manera que habrían hecho tras ingerir una buena cantidad de alcohol.

Y también me pregunto por qué diablos he venido hasta ese punto, sólo para encontrarme con que el séquito de Victoria Chase está bloqueándome el paso.

Querido destino: justo ahora me encuentro indispuesta para involucrarme en más conflictos. ¿Debería rebobinar, sólo para deshacerme de ella?

—Oh, mira. Es Max Caulfield. La selfie prostituta de la Academia Blackwell. —Victoria se levanta y comienza a rodearme con sus pasos. De pronto me siento como una pequeña presa atrapada entre las fauces de una fiera. Lo ocurrido hoy en clase se nota tan distante y tan imposible...— Qué truco aburrido. Incluso Mark... Incluso el señor Jefferson se enamora de tu mierda hipster. ¡El proceso daguerriano, señor! Apenas puedes decir eso. Supongo que se llenó de sus medicamentos. —Te odio. — Ya que sabes todas las respuestas, supongo que tienes que encontrar otra manera de entrar al dormitorio. Nosotras no nos moveremos. ¡Oh, pera! ¡Aguanta esa pose!

Me siento ridiculizada en el momento en que escucho el sonido del obturador de su cámara.

—Tan original... No te preocupes, Max. Voy a poner un filtro vintage antes de publicar tu foto en todas las redes sociales. Ahora, ¿por qué no te vas a la mierda con tu selfie?

Oh sí, Victoria. Voy a sacar tu maldito trasero de mi camino.

Piensa, Max... ¿Qué tenemos alrededor? Los aspersores, Samuel pintando la ventana... ¡Los aspersores, claro!

Afortunadamente el cuarto de mantenimiento está abierto. Así que sólo debo entrar y activar los controles de los aspersores. Los gritos de Victoria y sus chicas malas me llenan de siniestra alegría por un instante.

— ¿Qué demonios? ¿Estás bromeando. ¡Mira esto...!

—Tranquila, Victoria. Sólo es agua...

— ¡Sí! ¡Agua en mi cachemir! ¿Sabes lo mucho que me costó este maldito vestido?

—Te ves... bien.

—Ni siquiera puedo descansar en las escaleras...

Reiniciemos el marcador.

Max Caulfield, uno.

Victoria Chase, cero.

Volvamos a la entrada y veamos que... ¡Mierda! ¡Se han levantado, pero aún bloquean el paso!

— ¿Entiendes el español? Piérdete.

Zorra.

Piensa de nuevo, Max. ¿Qué más hay alrededor, que puedas utilizar para deshacerte de esta maldita...? ¡La pintura de Samuel! Pero, ¿cómo...?

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