Capítulo LVII: Dolorosas Confesiones

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     El Two Whales comienza a cambiar a mí alrededor, dejando en el olvido la destrucción y transformándose en el sitio lleno de vida que siempre debió ser. El obturador de mi cámara se escucha cuando la luz cegadora desaparece, dejándome a un lado de Warren justo después de tomar nuestra selfie.

Lo has hecho, Max. A pesar del intenso dolor de cabeza. Por suerte, mi nariz no está sangrando más. Y lo que más agradezco es que en estos momentos no estoy herida. Ningún trípode me ha destrozado la cara. Ningún enfermo mental me ha puesto las manos encima. No hay drogas corriendo en mi torrente sanguíneo. Estoy ilesa. Y dispuesta a permanecer así.

Aún queda un día antes de la tormenta. Todavía puedo salvar a Nathan. Todavía puedo salvar a Victoria.

Todavía puedo salvar a Chloe.

—Quiero que mantengas esa foto siempre contigo, Warren. Incluso si el tornado ocurre.

—Lo haré. Pero, Max... Y-yo también quiero decirte algo... ¿M-Max...? ¡Max, aguarda!

Poco me importa en realidad que él siga llamándome con insistencia. Lo único que quiero es levantarme y esperar a que Chloe venga hacia nosotros. Cada segundo perdido es importante. Pero sucede que no puedo evitar que la felicidad me llene de golpe cuando la veo caminar hacia mí.

— ¡¡Chloe...!!

La envuelvo en un fuerte abrazo que ella devuelve sólo por un instante, antes de liberarme y apartarme de golpe. Esto la ha enfurecido. Después de recibir ese mensaje críptico que inició esta pesadilla, un abrazo no es lo que necesitamos.

— ¿Qué mierda pasa contigo, Max?

—L-lo siento... Es sólo que me da mucho gusto verte.

Con vida.

Una vez más.

Warren sólo se mantiene apartado, en silencio. Sabe que esto no tiene nada que ver con él.

—A mí también me da gusto verte... Ahora, mira esto. Nathan me envió un mensaje.

Ella me muestra su móvil, mucho más enfadada y exasperada que hace dos segundos

No quedará evidencia cuando haya terminado

—Se refiere al cuerpo de Rachel —dice Chloe—. Max, tenemos que evitar que lo saque del vertedero. ¡Debemos llegar antes que él!

—Chloe, espera.

Ella no escucha, sólo echa a andar hasta que ambas salimos del Two Whales.

Tengo que evitar que ella suba a su auto.

—Puedo caminar y escuchar, ¿está bien?

— ¡Cállate y escucha, por una maldita vez!

Tengo que sujetar su brazo para evitar que ella siga avanzando.

Se libera con violencia y se cruza de brazos, mirándome como si realmente me detestara.

—Está bien. Estoy escuchando.

—Chloe, no podemos ir al vertedero. Morirás si lo haces.

—Usaste tus poderes, ¿cierto? Jodiste el tiempo y me morí.

—No así.

Está indignada. Y no tiene reparo alguno a la hora de demostrarlo.

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