Capítulo XLIX: La Fiesta del Fin del Mundo

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No me agrada esto.

No me gusta el hecho de tener que estar en el mismo auto con mi mierdastro y con el hijo de puta que se follaba a mi mejor amiga, junto con el mequetrefe que va detrás del culo de Max. Y a David tampoco le agrada la idea de tener que compartir su auto con Frank Bowers, a decir verdad. Nos ha costado explicarle a David las razones por las que Frank debía venir con nosotros. Y detesto admitir que al final, sólo accedió gracias a que mi madre intervino a su favor. En ocasiones no puedo terminar de entender a mi madre, ni su manía de otorgar confianza a cualquier persona hasta que se demuestre que no tiene razones para seguir haciéndolo. En cuanto ella supo que Frank también estaba buscando a Rachel, decidió pedirle a David que confiara igualmente en él.

Por supuesto, lo que yo digo les importa una mierda.

Como siempre.

De Nathan Prescott no hay rastro alguno, así como tampoco hemos visto a Mark Jefferson. De lo único que nos hemos dado cuenta es de que los miembros del Club Vortex pasan cerca del auto de David para mirarnos como si nosotros no pudiésemos estar aquí, como si estuviese prohibido que los cuatro permanezcamos dentro del auto.

Es como si todos ellos estuviesen ocultando algo.

Pareciera que el Club Vortex es quien cubre a Nathan Prescott.

— ¿Cuál es el plan? —pregunta Warren.

Quisiera permanecer en completo silencio, o que al menos él sea el único que cierre la boca.

—Lo que vamos a hacer es peligroso —decide David—. Si lo que todos ustedes dicen es cierto, entonces esto no terminará bien.

—No vamos a quedarnos aquí —le espeto yo.

Él me fulmina con la mirada.

—Yo entraré a esa fiesta y sacaré a ese punk de ahí —decide David—. También buscaré a Jefferson para...

—No tendrías idea de a quiénes buscas si no fuese por nosotros —continúo—. Si alguien entrará a esa fiesta, seré yo.

—Tú fuiste expulsada, Chloe.

—Yo no soy quien ha secuestrado a las chicas para llevarlas a ese lugar.

—Joyce nunca me lo perdonaría si algo te pasa.

—Y yo no podré perdonarme a mí misma si no hago todo lo posible para salvar a Max.

La tensión llena por completo el auto. Frank decide mirar a través de la ventanilla, como si eso pudiese ayudarle a escapar de nuestra discusión.

David suspira con pesadez.

—Esperen aquí —nos dice—. Entraré a la fiesta, y volveré pronto. Mientras tanto, ustedes asegúrense de que nada extraño suceda aquí afuera. Y si notan algo fuera de lo común, llámenme de inmediato.

Sale del auto sin decir más, y sólo se dirige a toda velocidad hacia el interior de la fiesta. Y en cuanto él se pierde de vista, yo golpeo un par de veces la rodilla de Warren para llamar su atención.

—Andando —le digo.

Frank sale del auto junto con nosotros, siendo un excelente incentivo para que Warren se mueva mucho más rápido. Una simple mirada de Frank basta para hacer que los mirones se alejen. Muchos de ellos, tal vez, son aquellos lame-suelas capaces de delatar con los profesores a cualquiera que siquiera cruce la mirada con un dealer.

Love is StrangeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora