"Lo que es ceniza nunca volverá a ser fuego"
Me encuentro de pie frente a un precioso mar con aguas tan cristalinas y puras, me hubiera encantado tenerlo a mi lado en este momento para ver el atardecer mientras sus cálidos brazos me llenan el alma. Pero lo único que mis ojos ven en este momento es su cuerpo inerte, verlo partir solo abre mi herida palpitante aún más, observar su cuerpo irse lejos sobre las aguas de este mar es la más desgarrante tortura que pueda existir, en este punto es imposible parar mi llanto, no es posible parar este dolor que fractura mi alma en miles de pedazos. Lágrimas ácidas empapan mi rostro, sintiéndome muerta en vida, no puedo sentir nada, solo agonía, no puedo ver nada, solo su cuerpo perdiéndose en el horizonte. Él fue y será el único en mi vida, llego a meterse tan adentro de mi carne que ahora es imposible de arrancar, siempre, siempre lo recordare, amaré. Daria mi vida por un segundo más con el.
Cierro mis ojos y trato de recordar todos esos momentos a su lado, tratando de apaciguar un poco mi dolor aunque muy en el fondo sabía que solo lo incrementaba. Pero esas memorias era lo único que ahora tenía de él. Les guardaría aunque terminara sangrante en el camino.
— No necesitas saber mi nombre, no estoy interesado en intimidar con un Ser de tu clase, esto es solamente profesional, yo soy tu entrenador eso es lo único que necesitas saber ¿entiendes? — Musito con tanta frialdad mientras se alejaba de mi.
No puedo evitar reír entre lagrimas al recordar el primer día que lo vi, un hombre comparable con el más temible infierno, pero que realmente era una máscara para ocultar esa primavera que él me había entregado.
— Desde el momento que te vi, lograste atrapar algo en mi, quise ignorarlo, pero cada día se hacía más fuerte, lograste atraparme por completo, tu mirada me confirma que esto es reciproco y eso no hace más que desee dormirme en tus redes una eternidad, si la luna no es testigo de lo que en mi se ha formado, lo serás tú, no sé quién es el culpable y quien la victima pero sabes que esto es un crimen.
Daría lo que fuera por regresar a ese momento, donde solo existíamos nosotros sin nada a nuestro alrededor. Sin miedos ni dolor.— Tienes que trabajar más en ese movimiento, me parece que he sido un buen profesor hasta ahora, deberías de poner más empeño. — Sonnríe de medio lado y en sus ojos veo la diversión danzando con un poco de picardia.
— Lo haría, si mi profesor no se tirara encima mío cada vez que puede.
Se ríe y es un sonido tan armonioso para mi mientras acerca su rostro, cierro mis ojos esperando el toque de sus labios en los míos, pero en lugar de eso, siento pequeños besos en mi cuello, sus labios provocan una sensación en todo mi cuerpo que me encanta, sus besos empiezan a bajar por mis pechos en donde mi respiración se cortó brevementey siguen ascendiendo hasta mi abdomen, levanta mi camisa y vuelve a besarme en ese lugar, provocando pequeñas cosquillas y no puedo evitar reírme suavemente, Asael me observa y se empieza a reír también.
Cuanto deseo volver a sentir sus apasionados labios, su calidez, sus caricias tan fuertes pero delicadas al mismo tiempo, volver a perderme en su mirada. Daria lo que fuera por oír su risa retumbar nuevamente en mis oídos y perderme en su magnífica sonrisa ladeada. Toco mis labios empapados de lágrimas y trato de recordar sus besos.
— ¿Ahora entiendes porque debo irme? Con mi partida no tendrás que ir a la guerra, vivirás. —Acaricia con suavidad mi rostro, trata de sonreír pero parece más una mueca de dolor.
— Si te vas moriré en vida, prefiero morir en batalla que vivir siglos sin ti a mi lado, un ángel solo entrega el corazón una vez y el mío es tuyo completamente.
— No creo haber sido tan buen demonio como para merecer tan bello angelito. — Besa mi frente con suavidad y eso es todo lo que necesito para poder respirar.
Tenía razón, sin él a mi lado, moriría lentamente, si tan solo lo hubiera escuchado, dejado ir, aunque quedara con el corazón hecho pedazos, él aun seguiría con vida.
— Lo haré, estarás esperándome ¿cierto? — mis ojos queman, tengo miedo de que algo pueda ocurrir.
— Aquí estaré. —me mira fijamente, una lagrima sale de su ojo, mi pecho se oprime fuertemente, nunca lo vi llorando, nunca lo vi derramar una lagrima, y eso solo hace que mi alma duela, no soporto verlo así, trato de ser fuerte, pero los dos sabemos que nuestro futuro es incierto, no sabremos que pasará o como esto terminará.
Aún te espero mi amor…
Corro lo más que puedo sobre el duro césped, ya casi llego, mis pulmones duelen, sangran pero los ignoro. Mis pies ya tiene llagas del esfuerzo, arden pero no me importa, corro sobre la plaza, troto tal y como él me dijo. Ya casi llego a la decimoquinta vuelta, cuando por fin lo hago, mis pulmones toman aire por pura necesidad, no por deseo.
— ¿Viste amor? Logre dar las 15 vueltas. — musito dolorosamente al viento, sonriendo con lagrimas en los ojos al ver la plaza vacía, sin ningún rastro de él, ni su olor, llegue temprano pero él nunca apareció, de seguro se le hizo tarde…
Mi propia mente ya está inventando excusas para justificar su ausencia, pero el dolor en mi alma me recuerda la cruel realidad, me acuesto en el césped, empiezo a hacer abdominales impulsada solamente por el deseo recordar esos momentos, sin el sosteniéndome, sin su apoyo. Cada vez que llego arriba tengo la esperanza de ver su rostro sonriéndome, pero no hay nada, más que soledad y un frío calador. Me acuesto sobre el césped y dejo escapar mis lágrimas una vez más, lloro sobre el césped en el que una vez estuvo él, lloro con su recuerdo acompañandome. Toco mis labios agrietados recordando sus besos. Toco mi pecho irregular, no siento más que un corazón que solo late por necesidad, un corazón roto en miles de pedazos con heridas sangrantes.
— Kalaia necesito que vengas conmigo. —oigo que dicen abruptamente en mi espalda, inmediatamente busco al dueño de esa voz grave y puedo observar a mi superior junto a dos guardias divinos.
— ¿Qué quieren? —Trato de limpiar mi rostro rápidamente para no demostrar las hendiduras internas presentes.
— Tienes que venir con nosotros. — Es lo único que dice sin expresión alguna.
El respeto que tenia hacia él lo perdí, dándole paso al rencor y odio, el estuvo de acuerdo en mandarme a la guerra para terminar con mi vida, pero en vez de eso se llevaron la vida de Asael y eso duele más que cualquier traición. No me resisto, los guardias son más fuertes que yo en este momento, no lograría nada.
Me sujetan de los costados, ponen un escudo especial en mi espalda, haciéndome imposible sacar mis alas, ellos me llevan en el aire sujetada de los brazos, mi superior va delante de nosotros. El hecho de no ser encadenada me hace saber que ellos saben que estoy lo suficientemente débil como para no pelear.
Llegamos a la estación central angelical en donde se encontraba el consejo superior de Arcángeles, estamos frente a una gran puerta dorada con incrustaciones de diamantes mientras que mis pies desnudo y sucios, tocan un mármol blanco. Mi superior toca la puerta y enseguida es abierta por otros guardias con armas agarradas en su pecho, armas que en mucho tiempo no habían usado, al entrar me quitan las esposas de plata que pusieron en mi durante el trayecto, al parecer se retractaron sobre mi estado de debilidad, me veo sucia ante la blancura y pureza de la habitación. Mis ropas que antes eran blancas están llenas de tierra, suciedad, sangre seca y lagrimas, mi cabello antes perfectamente lacio y peinado, esta enredado y sucio, con césped aún, mi rostro aun tiene tierra y sangre. Hay diez imponentes asientos frente a mí ya que estamos en el lugar donde hacen los juicios divinos, se que en algún momento acabaría aquí, no me sorprende realmente. En esos diez asientos se encuentran los diez arcángeles más importantes, encargados de tomar las decisiones con permiso del Ser supremo.
— El día de hoy juzgaremos a este ángel, por cometer un pecado tipo G, uno de los peores crímenes. — Empieza a decir una de todos ellos con una suavidad temible pero hermosa. Su cabello rubio caía por su espalda, con algunas trenzas. Conservando en todo momento esa apariencia armoniosa, digna de un arcángel.
— Será juzgada por haberse involucrado con un demonio tipo V sentimental y sexualmente. — dice otro de ellos con voz más ronca, aunque sus brazos tuvieran unas cicatrices por pasados enfrentamientos, seguía teniendo esa luz presente.
— ¿Tipo V? Asael ¿era tipo V? ¿por qué nunca me lo dijo? —Tipo V son los más poderosos pero más extintos, él era más poderoso que mi superior, extrañamente me siento orgullosa de él... Asael.
— Tu penitencia iba ser baja, hasta que nos informaron que el demonio te transfirió su poder, un poder casi extinto y sumamente peligroso, por eso tendremos que tomar medidas drásticas.
— ¿Qué? ¿Qué poder? —Estoy totalmente confundida en este instante, ¿Cuál poder?, trato de acercarme a uno de ellos deseando una respuesta, pero los guardias me alcanzan antes de que me acerque colocando dos espadas cruzadas en X frente a mi.
— Un poder que solo los de su tipo poseen, cada vez que matas a un ser sin importar el tipo, te vuelve más fuerte, entre más alto sea su nivel, más poder ganas tu. Por eso los tipo V están casi extintos, la mayoría se mataron entre ellos, buscando conseguir todo el poder que pudieran, entre ellos Asael.
La sola mención de su nombre me duele, su recuerdo aún está tan vivo en mi, pero trato de procesar toda esa información, ¿En qué momento? ¿Cuando me transfirió su poder?
— La decisión que hemos tomado es despojarte de tus alas para siempre, te enviaremos a la tierra como ángel caído, serás un alma en pena vagando entre los humanos toda la eternidad.
¿Qué? ¡No!, no puedo permitir eso, si me despojan de mis alas, dejaré de ser ángel y el sacrificio de Asael habrá sido totalmente en vano, tengo que seguir viva para poder vengar su muerte, su sangre derramada no habrá sido en vano. Él me transfirió su poder con un propósito. Observo como uno de los guardias se acerca con la misma espada que mataron a Asael la espada echa de oro divino, por eso ese demonio la portaba, su propósito era matarme, pero sabía que Asael no lo permitiría, todo lo planearon ellos para acabar con la vida de alguno de nosotros. Esa revelación ocasionaba que la rabia y el odio empezaran a nublar mi razón, estimulando algo oscuro dentro de mí ser, ya no veo a todos ellos como mi familia, son mis enemigos, ellos trataron de matarme, pero mataron Asael, sus manos están manchadas con su sangre. Y por ello deben pagar con el mismo precio.
De inmediato recuerdo la navaja que guarde en mi bota, disimuladamente la agarro escondiéndole en la palma de mi mano, me alejo lentamente del guardia portador de la espada, y sin que ellos se den cuenta me acerco a uno de ellos diez, con velocidad angelical antes de que los guardias me lo impidan, corto el cuello de uno ellos, sintiendo su sangre caliente chocar contra mi piel seguido de un gran alboroto en toda la sala, no mate al ángel, eso solo hiere, no lo mata por desgracia. Me acerco al ángel con la espada, pero al estar todos en alerta usan uno de sus poderes sobre mi ocasionando un dolor agonizante en mi cabeza, tratando de pararme. Pero mi sed de sangre es más grande mientras camino con la mandíbula apretada hasta el ángel, inmediatamente intenta apuñalarme pero lo esquivo con un poco de difícil estiro mi mano para agarrarla, pero él es más rápido que yo, me sujeta atrayéndome hacia él bruscamente, poniendo mi espalda contra su pecho, mientras el filo de su espada va directo a mi cuello, cuando está a punto de cortar mi carne, le doy un fuerte cabezazo, atontándolo solo un poco y lo suficiente. Agarro la espada dando una vuelta en el mismo eje en el que estaba posicionada y atravieso su pecho. Casi al instante todo de el se convierte humo blanco. Asael no se convirtió en polvo porque estaba en su estado físico, ellos no lo están. Corro hacia el arcángel malherido que está siendo sostenido por varios guardias, la espada es lo suficientemente grande para no tener que acercarme demasiado así que lo atravieso con ella viéndole cae al piso y los guardias se disputan si ayudarlo o ir detrás de mí, son pocos a causa de haber subestimado el poder de un corazón roto. Decido correr hacia la puerta dorada, los guardias ya no estaban allí así que la abro rompiendo su cerradura con la misma arma, provocando unas chispas leves. Al hacerlo mis pies siguen corriendo lo más que podían.
Puedo escuchar sus gritos furiosos a mis espaldas tratando de detenerme, guardias al verme correr vienen también detrás de mí, me quito el escudo de mi espalda con algo de dificultad, un guardia se pone al frente mío a punto de generar una onda expansiva, pero lo atravieso con la espada por el abdomen, tirándole sangrante al piso de mármol en donde ahora también se resbalaba sangre. Mi única esperanza es saltar al vacío, ese es mi objetivo. Llego hasta el pero otro obstáculo mayor se cruza en mi camino, deteniendo mis pasos por un momento, mi superior se encuentra delante de mi única salida pero ya no siento aprecio por él, el rencor y odio por sus malditos actos, hacen que me hierva la sangre como si de lava se tratara. Aprieto fuertemente la empuñadura de la espada, camino con un objetivo nuevo en mis ojos, matarlo.
Él saca una espada de metal, pero sabe que la mía es más poderosa, arremete contra mí inmediatamente, pero lo sé esquivar, el choque de nuestras espadas causa chispas, ninguno de los dos dará su brazo a torcer hasta que alguno muera, alejo mi espada y recuerdo un movimiento que aprendí. Casi al instante que separo la espada, doy una vuelta de 360 grados, llegando al mismo punto de partida, pero esta vez dirijo mi espada a su abdomen y la clavo. Él también lo hace clavando el frío metal en los músculos de mi hombro sacándome solo un gruñido de dolor entre dientes. El dolor físico era gloria comparado al mental.
El cae y la sangre empieza a salir de su boca, bañando totalmente su barbilla hasta su cuello, inconscientemente llega a mí el recuerdo de Asael tendido en mis brazos, me duele recordarlo, pero es un dolor que necesito para tomar fuerzas.
— Te convertiste en un monstruo. — dice con dificultad por la sangre que sale de su boca y el dolor que debe sentir al límite de la muerte.
— Ustedes me convirtieron en un monstruo. —Corto su cabeza con la espada de un solo movimiento con una frialdad que ahora calaba mi alma.
Ver su sangre derramada en el suelo, causa alivio en mi alma, es mínima pero disminuye el dolor por el momento, aunque sé que siempre estará presente. Caminare con él a mi lado, mi herida no se cerrara nunca, yo me encargare de eso, los recuerdos, el dolor, mi amor por él, me harán revivirlo en mi memoria. Sin pensarlo salto al vacío. Con el poder de Asael y esta espada podre efectuar mi venganza ante su muerte, no sé en qué me convierta, ahora solo soy un ser sin alma, mi alma murió con él.
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Crónica de un pecado (Edición)
FantasyEn una era donde el infierno se encuentra en la tierra, en la que se ubica una guerra milenaria. Todo ha sido destruido, consumido por las llamas. Los demonios caminan en tierra santa. Los santos se visten de pecadores para sobrevivir. Un tiempo don...