capitulo 13

331 36 9
                                    

"Siempre habrá una parte de nosotros que no nos dejará pensar con claridad"

Al salir de esa casa, las palabras del anciano, rondaban en mi cabeza una y otra vez. Empiezo a sentir una rabia y decepción increíble ¿Ella... en verdad? Es imposible, no quiero creerlo ¡Me niego! Pero en parte lo siento tan cierto. Miro la marca que se encuentra en mi brazo, nunca me había molestado tenerla, ni me pregunte porque la tenia hasta ese instante. Ahora lo único que deseo es arrancarla de mi piel y la idea no parece tan macabra.

Me empieza a faltar el aire conforme camino de regreso a la academia, esta vez no me importa si me topo con uno de esos malditos, estoy tan sumido en mis pensamientos que no me interesa el resto. Después de cinco minutos no puedo más emocionalmente, me apoyo en la pared de una casa abandonada y me deslizo hasta tocar el suelo ¿Esa persona que conocí es en realidad la asesina de mis padres? ¿Por ella nunca pude tener una vida normal? ¿Acaso por ella nunca pude tener una madre que me apoyara y un padre que me alentara? ¿Por causa de ella crecí solo prematuramente? ¡MALDICION! aunque sea verdad, me cuesta digerirlo. Su tacto se sentía tan cálido y firme a la vez, pero una fortaleza que te ayuda a levantarte, a seguir adelante, no una fuerza que acaba con tu vida. ¿Quién es en realidad ella? Me cuesta fingir que no me duele el no poder responder esa pregunta, porque en realidad nunca llegue a conocerla, solo conocí lo que ella quiso mostrarme.

No sé cuánto tiempo he estado así, pero empiezo a sentir en todo mi cuerpo un escalofrió tan malditamente familiar. Por favor que no sea ella... por favor, hoy no.

No sé qué haría si la viera, una combinación de odio y anhelo nublarían mi parte razonable.

— Es peligroso estar aquí. —Oigo su voz cerca.

Una rabia empieza a carcomerme por dentro y unas ganas de abrazarla me torturan fuertemente, una contradicción de sentimientos que llevan a una frustración cegadora.

— Aléjate de mí. — Digo casi en un suspiro dejando que una de esas emociones tome fuerza.

— Vete de aquí, no es seguro.

— Aléjate. — Sigo repitiendo para ella y para mí, siendo incapaz de mirarle.

— Vete.

— ¡ALEJATE! ¡MALDITA SEA! —Me levanto totalmente alterado. No soporto esto, mis pulmones no trabajan a un mismo ritmo y mis emociones están en conflicto, por experiencia sé que hablar con la mente nebulosa nunca ha sido bueno.

No puedo ver su rostro por la maldita capucha, pero siento su mirada, me duele haberle gritado pero otra parte de mi está satisfecha. No se mueve de donde se encuentra ni un centímetro.

— Aléjate. — Vuelvo a repetir en insistencia.

Desvió mi mirada, no soporto verla por mucho tiempo, al menos no en ese instante.

— ¿Pasó algo? —La escucho decir por lo bajo, una pregunta más personal.

Su voz, su maldita voz, es lo único que falta para destruirme por completo. Vuelvo a sentarme en el suelo. Las palabras del viejo empiezan a rondar mi mente y al mismo tiempo los pocos momentos que pase con ella. No puedo con esto. Un fuerte dolor aparece en mi cabeza y la marca en mi brazo empieza a arder de manera insoportable.

— ¡Aléjate! — Musito varias veces con desesperación, necesito que pare ¡Maldición!

— ¿Qué te sucede? — Siento su mano en mi hombro, pero rápidamente la aparto. No quería caer ante lo reconfortante de su toque.

— No me toques con esas malditas manos llenas de sangre inocente. —La rabia desborda en cada palabra, parte de mi sabía que estaba tocando un límite. — Solo déjame solo.

— De acuerdo. — Es lo único que dice, luego de ello sé que ya no está, aún con toda esta rabia hirviendo en mis venas, caigo en el mismo vacio que he sentido en varias ocasiones ante su ausencia.

Tardo unos minutos en recobrar un poco la compostura, vuelvo a retomar mi camino hacia la academia. Tardo aproximadamente quince minutos en llegar, entro por atrás. Apenas llego voy directo a mi habitación sin avisar de mi presencia, estoy a punto de llegar a mi cuarto cuando veo al general caminar hacia mí.

— ¿Dónde te habías metido? Estábamos a punto de irte a buscar.

— No hace falta. — Es lo único que digo antes de entrar a mi habitación.

Me acuesto en mi cama, miro al techo con la única intención de no pensar en nada. A los pocos minutos me quedo dormido. Pero esa noche ella no apareció en mis sueños.

Al día siguiente me levanto con los gritos del general en los pasillos. Hoy no estoy de humor, imágenes de lo que paso anoche y toda la información que tengo que asimilar cambian totalmente mi ánimo. Agarro la ropa que me pondré y me dirijo al baño. Antes de poder llegar, Brenda se atraviesa en mi camino, con solo una toalla en su cuerpo

— ¿Estás bien? —Dice coqueta, al mismo tiempo que mueve su toalla. Nunca me había fijado bien en su apariencia pero no está mal, tiene el cabello castaño y ojos verdes. Aunque en este grupo somos pocos, ella ya se ha ganado la reputación de la más fácil de las mujeres.

— ¿Desde cuándo te interesa? Apartate.

— No me parece que estés bien, déjame y te hago un masaje. — Pone sus manos en mis hombros y observo como su toalla se empieza a resbalar. Aparto sus manos rápidamente pero al mismo tiempo agarro su toalla para que no se caiga.

Ella no dice nada, solo se pone a reír divertida al verme en un intento de cubrirla.

— ¡Agarra la maldita toalla! — Parezco estúpido sosteniéndola.

— Déjame pensarlo

— ¡Hazlo! — Digo entre dientes, mi paciencia es escasa y ella está acabando con la poca que me queda.

— Estas muy tenso, vamos a mi habitación y te relajas un poco.

— ¿Siempre eres tan ofrecida?

Ella se hace la ofendida por un segundo pero luego se pone a reír encogiendose de hombros.

— Querido, sé que en algún momento voy a morir ¿Tengo derecho a disfrutar o no?

— Increíble. —Digo incrédulo ¿En verdad acaba de decir ello?

— ¿Qué pierdes? Nada cierto, además siempre he tenido curiosidad de cómo eres en la cama.

Antes de poder decir una sola palabra. Ella pone sus diminutos labios en los míos. No siento nada, creo que si besara una pared, sentiría más emoción...

Pero ella tiene razón ¿Qué tengo que perder? Desde que llegamos aquí, no he tocado a una sola mujer, ninguna ha logrado llamar mi atención. Le sigo el beso solo por inercia, ella me deja de besar y con una sonrisa picara agarra mi mano y me dirige hacia su habitación.

Sé que después me arrepentiré de esto, pero ahora es la única forma que tengo para despejarme aunque sea un poco. 

Crónica de un pecado (Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora