Capítulo 41

84 10 0
                                    

"El mirar cuidadosamente siempre hará una diferencia en tu andar"

El camino había sido algo agotador pero por primera vez fue tranquilo. Cada paso que se dio llevaba consigo una paz que probablemente era falsa pero calmante al menos por ese momento. Los escasos animales del bosque miraran su pasar con esos ojos curiosos encapsulando la magia de cada especie en ellos, pero lo que mas resaltaba ahora era la intriga en ellos. James caminaba junto a Kela, la cual no había dicho palabra alguna luego de partir, no deseaba aceptarlo pero todo señalaba que en ese edificio abandonado una parte de su amiga había sido arrebatado de la peor manera. A Aaron el sentimiento de ayudarla lo quemaba por dentro, pero lo haría cuando ella estuviera lista a recibirlo.
Sin embargo todos esos amargos pensamientos eran dispersos cuando los ojos grises de Aaron se posaban en la pequeña sonrisa que bailaba en la mirada de Kalaia, presa igualmente de la paz, pero ella más que nadie sabía la desgarradora verdad que se escabullía entre las hojas de los arboles. Realmente no tenia idea alguna de hacia donde se dirigía su caminar pero confiaba con los ojos cerrados en Kalaia. Tampoco reconocía el nombre del dueño de ese lugar ¿Quién se llamaría Ángel? En esos tiempos. Entendía que fuera de nacimiento, pero era un llamar que el mismo había adaptado. Probablemente estaba loco.
— ¿Falta mucho? Joder siento que caminamos por el mismo rumbo. — exclama James acomodando su ligera arma.
— Y yo pensaba que solo los niños se quejaban. — sisea Kela mientras rodaba sus ojos, ganándose una mala mirada de James.
— Esa es la magia de este bosque. Todo sendero es el mismo y si miras bien, hemos pasado cuatro cabañas idénticas. Fue hecho así para esconder lo que alberga en él. Solo posee una pequeña diferencia y gracias a ella me estoy guiando. — la voz de Kalaia rompió la breve discusión de ellos antes de caminar hasta el frente de ellos pasando sobre un tronco de árbol caído por eventos naturales.
— ¿Se puede saber cuál es tu mapa? — cuestiona el castaño acomodando los mechones de su cabello hacia atrás.
— Mira el cielo, por más que pisemos el mismo camino, el cielo aunque sea parecido nunca es igual. Una pequeña nube puede cambiar todo si eres lo suficientemente observador para captar esos pequeños detalles. — respondió sin mirarlo ya que el cielo estaba perdiendo rayos de sol, lo que significaba que el anochecer estaba cerca.
— Oh claro, disculpeme señorita “observo mucho” — siseo con notable sarcasmo rodando los ojos.
— Debías cuidar esa boca risitos de cobre, sin mi estarías muerto. — los labios de Kalaia se curvaron en una sonrisa burlona al ver de reojo la expresión en el rostro de James, ofendido más por el apodo que por lo dicho. Había modificado el apodo “risitos de oro” por el tono de cabello de él.
James observo a Aaron como un niño que busca a su madre cuando su hermano mayor le hace alguna travesura, pero cuando vio al de ojos grises, este se estaba conteniendo la risa mientras Kela los ignoraba olímpicamente.
— Traicioneros… — musitó bajo cruzando de brazos empezando a caminar de mala gana.
— No te enojes, luego se te esponjan los rizos. — contestó Aaron soltando una risa ronca que no pudo contener.
— ¡Cállate! Serás idiota.

Continuaron al mismo ritmo escapando de las penumbras que traía la luna, tratando de hacer un viaje que normalmente duraba dos días, en una tarde. Pero su rumbo fue interrumpido por unas luces azuladas fosforescentes que se movían libremente iluminando una pequeña pradera con aspecto inofensivo, engañoso para cualquiera. En ocasiones eran confundidas con pequeñas luciérnagas así que solamente eran tomadas como un bello entretenimiento pero eran más que eso. Eran una de las razones por las que ese bosque era peligroso de noche. A los cuatro viajantes les sorprendió verlas ya que desde que partieron era la primera vez que se topaban con esas cesantes y majestuosas luces pero afortunadamente Kalaia sabía que eran. Cuando ella se las tomó hace muchos años casi cae en su trampa por lo imprudente que era pero ahora sabia como tratarlas.
— Se llaman Maifel en honor a su creadora. Aunque parezcan inofensivas cada una de ellas tiene vida pero solo poseen unos ojos pequeños, suficientes para poder ver las intenciones de cada persona. Son usadas contra bárbaros o ladrones. Ese prado nos llevara al final del bosque pero aunque su superficie sea dura, en cualquier momento puede ser transformado en un pantano de ácido. Usan este método por que así es como murió su madre o creadora. Unos cazadores la torturaron hasta poner fin a su vida con ácido. Se puede tomar que es un acto de venganza y protección. — explicó arduamente Kalaia antes de que ellos preguntarán o pudieran cometer un error que les costará su mortal vida.
— Ácido… vaya es reconfortante. — James observó la pradera algo desconfiado ya que el realmente si tenía una intención escondida pero desde su punto de vista no era mala ¿o sí?
— ¿Qué observan realmente? — cuestionó Aaron adelantándose hasta estar junto al cuerpo de la pelinegra.
— Tu alma. Tus deseos y el por qué éstas en el bosque. Nosotros estamos de paso por lo que espero no pase ningún accidente. Hay que caminar rápido, aunque ellas nos den entrada algo más se oculta allí. — sus palabras no eran alentadoras pero tampoco les podía mentir.
— ¿Algo más para agregar? — la voz de James demostraba un fastidio profundo.
— Si, traten de salir con vida. — le guiño un ojo siendo ella la primera que diera el primer paso para introducirse en ese prado.
— Definitivamente no serviría como porrista. — susurró el castaño creyendo que nadie le había escuchando hasta que Aaron paso a su lado con una sonrisa torcida algo divertida.
— Si fuera porrista, me dedicaría más a ver su lindo trasero moverse que las porras. — Él sabía que Kalaia podía escucharlos desde ahí.
Luego de que los cuatro continuaron su camino por esa superficie que albergaba varias especies letales para simples mortales, pudieron ver varios huesos de procedencia humana entre la vegetación o medio enterrados en el suelo. Al parecer habían sido cuerpo de personas que cayeron en él ácido ¿pero por que sus huesos seguían? Probablemente por que habían muerto de otra manera allí.
Casi al terminar su recorrido lograron sentir plantas moverse alrededor de ellos como un animal acechando a su presa, sin embargo salieron a tiempo antes de que pudiera atacarlos. Pero Kela logró ver algo por el rabillo de sus ojo, unas esferas blancas que solo tenían un pequeño punto en el centro simulando una pupila. Deseo por alguna razón verle más de cerca hasta que James le llamo sacándole de ese pequeño trance.
— ¿Todo bien?
— Perfectamente. — su respuesta nuevamente fue seca antes de seguir a Aaron y Kalaia.
Aunque ese era casi el final de su camino parecía casi infinito por todo lo que habían tenido que caminar luego de la pradera y eso no era nada bueno, cada vez que el reloj avanzaba mayores peligros se ocultaban entre los arbustos como fieles cazadores que primero observaban en la penumbra. Pero finalmente habían llegado a la ultima hilera de árboles con las piernas totalmente adoloridas. Columna que sin pensarlo mucho pasaron topándose con la nada. James estuvo a punto de entrar en crisis hasta que Kalaia le recordó que el lugar estaba oculto.

Saco la espada de oro para cortar la palma de su mano lo suficiente ya que con su otra mano debía untar uno de sus dedos con ese espeso líquido escarlata para poder arrodillarse frente a una piedra que a mirada de un ignorante seria pasada por alto. Pero allí escribió con su propia sangre una oración en latín al mismo tiempo que sus labios la susurraban. Cuando acabo frente a ellos apareció lo que seria considerado con una gran mansión de innumerables ventanas cristalinas junto a unas luces que demostraban la extravagancia de su dueño. Así como él cartel en la puerta principal que remarcaba con luces fosforecentes el nombre del bar que se encontraba en el primer piso para sus visitantes. Igualmente tenían unas grandes rejas, las cuáles estaban decoradas con cabezas casi descompuestas. A Ángel le gustaba intimidar con escenas así a seres que le retarán, el brujo tenía un pequeño sentimiento de superioridad y aunque le encantarán los retos también los detestaba.

La mansión en sí era de un color blanco, dándole un toque ligado a su dueño.
— ¿Segura que es aquí? — la inseguridad de Aaron ante tales lugares era evidente.
— Totalmente segura, vamos, para este momento Ángel ya debe saber que estamos aquí. — una de sus manos tomó la de Aaron para darle un pequeño apretón tranquilizador, dirigiéndose  al gran portón negro que se abría para ellos, dándoles la bienvenida.
— Que me lleves como niño me quita un poco de hombría. — replicó bajo Aaron a mitad de la entrada, mientras caminaban sobre un sendero de piedras blancas, claramente de adorno ya que a los costados se encontraban plantas chineas guineas de distintos colores.
— ¿Aun existe? — volvió a bromear James viendo con algo de burla a su amigo de ojos grises.
Aaron estuvo por decir algo para poder defenderse pero en ese momento habían llegado a las grandes puertas blancas, pudiendo escuchar desde allí música algo música erótica. No había timbre pero si unos aros colgando en forma de alas con un extraño diamante roto en sus puntas. Kalaia lo tomó para tocar la puerta como se hacia en las casas más antiguas. Ese pequeño detalle era algo más que diferenciaba a Ángel. Su estilo se había estancado en las edades antiguas ya que lo rústico era gloria para él.

Duraron pocos minutos antes de escuchar como la puerta se abría ante ellos siendo mejor perceptible el escuchar la musica deliciosamente lenta que los alentaba a ir al otro salón de donde provenía, de ese mismo lugar una luz calurosamente roja destellaba junto a luces neón, siendo perseguida por voces que delataban tanto el placer que ocultaban sus paredes como la diversión carnal. Ese bar tenía un estilo particular a causa del Demonio que le dio vida. Asmodeo.


— Que exquisita sorpresa. Mis ojos se deleitan de verte nuevamente querida Kalaia. Mi corazón ya dolía por su ausencia. — una voz algo profunda provino de unas altas escaleras en donde se posaba una alfombra color escarlata con adornos negros a los lados.
Frente a ellos estaba un hombre que realmente si desprendía belleza en cada poro de su cuerpo. Conservaba un cabello largo hasta su cintura color blanco, tan puro y hermoso, sedoso con sólo verlo. Su rostro era de facciones masculinas pero delicadas así como unos labios rellenos que tenían una sonrisa típicamente traviesa, acorde a esos ojos que atrapaban a cualquiera lo suficientemente inocente como para caer ante él. Eran de un color azulado pero uno de ellos poseía pinceladas rojas casi dominantes sobre el color. Y aunque fuera una belleza penetrante también era como ver la mirada de una serpiente, astuta y sigilosa. Por algo él era uno de los mejores en todo ese caos. Su cabello estaba amarrado en una media cola por un diamante azul, objeto por el que muchas personas habían perdido la mano tratando de tomarlo. Era lo más valioso para él.
Como siempre llevaba un vestuario de otra época con un abrigo gris largo, teniendo adornos plata pero era un atuendo que se amoldaba perfectamente a su delgado pero fuerte cuerpo.
No paso mucho antes de que otras pisadas se hicieran presente, mostrando a dos personas más. Su hija y su asistente o mejor dicho, pequeño esclavo.
Su asistente era llamado “pinky” por lo pequeño y tierno que era aunque conservaba un grandioso poder al ser mitad hada y demonio. Lo fascinante de él era que su piel poseía un color morado pero claro como su corto cabello, aunque un poco más oscuro. Igualmente los ojos tenían tonalidades moradas pero se notaba más lo verde de ellos. Lastimosamente una cicatriz atravesaba uno de sus ojos, hecha de nacimiento cuando Ángel le salvo la vida antes de ser comido por unos lobos. El pequeño estaba recién nacido. Nunca se supo el paradero de su madre.
Su hija era una jugadora en persona que usaba la belleza heredada de su padre para conseguir todo lo que deseaba. Aunque tuviera la mayoría de rasgos de Ángel como el cabello blanco, también permanecían algunos de su madre, así como los ojos cafés miel que acogían su delicado rostro. Ella tampoco se quedaba atrás con el vestuario, su vestido rojo con corte de sirena daban seña de la elegancia de esa casa.
— Vaya, al parecer finalmente llegó la verdadera diversión a ésta casa. — musitó lentamente la joven con una sonrisa traviesa mientras posaba su mirada en Aaron.


Crónica de un pecado (Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora