capitulo 28

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"una mirada dio comienzo al palpitar de dos corazones. Pero hasta que sus pieles se rozaron por primera vez estuvieron destinados"

Un jadeo sale de los labios de Kalaia pero era causado por el dolor que estaba sufriendo su alma desquebrajada. ¿La felicidad tenía que doler tanto?

Él separa un poco su boca ya que sus pulmones quemaban por un poco de aire, sus labios tenían un leve cosquilleo pero era una sensación que le gustaba. Abre sus ojos grises cubiertos por una capa de pestañas espesas, dirigiendo su mirada a ella pero frunce el ceño al observar que Kalaia aun estaba con los ojos cerrados con fuerza mientras que una lagrima color rojo comparable con la sangre bajaba por su mejilla quemando su piel. Eso ciertamente lo preocupo ¿había hecho algo mal?

— Kalaia... ¿Qué ocurre? ¿estás bien? ¿dije algo que te molesto? —pregunta rápidamente tomando su delicado rostro entre sus manos esperando impacientemente su respuesta o al menos una palabra de su parte.

Ella niega débilmente con la cabeza, entreabriendo sus labios para dejar salir un sollozo. Relamiéndose los labios abre lentamente sus ojos dejando ver una nueva tonalidad en ellos. Cada pigmento de su mirada estaba teñido de un color dorado, un matiz que evidentemente nunca había visto en ella hasta ese momento y que hurto por un momento el aliento de su cuerpo dejándolo sin palabra que pronunciar.

— simplemente duele. — murmura con un hilo de voz. — ¿sabes? En ocasiones uno se cansa de ser fuerte ante esa agonía que te persigue asechando lo poco que queda de tu alma, sedienta por tomar tu voluntad. Da miedo, cuando sientes que todo está bien, tienes desconfianza porque sabes que una segunda caída te terminaría por destruir completamente. — baja la mirada un momento respirando profundo. — Dicen que tardas segundos en amar una persona y una eternidad en olvidarla, pero yo simplemente no quiero otra eternidad en donde todo lo que queda dentro de mí se desvanece. La felicidad duele porque sabes que es momentánea, porque sabes que el cielo nunca permanecerá despejado, puedes sentir esa tormenta cerca pero sin embargo deseas seguir bajo los rayos del sol llenándote de esa calidez. Simplemente duele que se sienta tan bien, lastima saber que pronto mi rostro conservara nuevamente la ausencia de una sonrisa. No quiero acostumbrarme a tu presencia, tal vez así duela menos.

Queda absorto al escuchar sus palabras, sintiendo un nudo en su garganta ajeno pero que sin embargo ella había implantado allí. Cada palabra que salió de sus temblorosos labios era como dagas clavándose lentamente en su piel ya que podía percibir el dolor y el miedo que ella le describía. Ante él, ella siempre se había mostrado como una mujer fría, dura, sin miedo a nada aunque por momentos había visto un cambio en su mirada que ella rápidamente ocultaba. Pero en ese momento era otra, y era porque le estaba mostrando un fragmento de su alma. Eso en parte le alegraba pero no podía evitar sentir esa presión en su pecho al escuchar la agonía en su voz. La abraza con más fuerza, apegándola a su pecho, deseando poder calmar con su calor ese frio que rondaba su corazón implantando la inseguridad en ella.

—No sé realmente cuál es tu pasado, ni cuantas caídas tuviste, pero ahora estas aquí, conmigo. Déjame ser ese que sostenga tu mano cuanto estés a punto de desplomarte. No sé cuantas hendiduras tenga tu corazón, pero tomare fracciones del mío para cubrir el tuyo, sanarte a ciegas es lo único que deseo. Y no quiero que me des una respuesta ahora, hazlo cuando tu corazón lata con tan solo pensar en pronunciar esas palabras. — murmura en su oído con voz ronca, para luego depositar un pequeño beso detrás de su oreja. Realmente por dentro deseaba que ella aceptara pero prefería que lo hiciera estando totalmente segura. Pero de algo si estaba seguro, aunque se negara, la protegería de la frialdad que la acechaba.

Siente como ella se separa de él tomando una profunda bocanada de aire al mismo tiempo que negaba con su cabeza.

—No sabes lo que dices. — Murmura dando un paso hacia atrás— iré a arreglar el daño que provoque en la casa. — es lo último que dice antes de salir corriendo de ahí directo a la entrada sin detenerse a mirar atrás.

Crónica de un pecado (Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora