Capítulo 42

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"El adiós es tan doloroso como liberador"

- Estoy aquí para escuchar tu conflicto linda, así que empieza. Aunque tengo el tiempo comprado, no me es eterno. - Ángel hizo un pequeño movimiento con su mano alentando a que Kalaia empezara a hablar.
Luego del pequeño encuentro en las escaleras habían decidido ir a un lugar más apropiado para hablar, lejos de esa música placentera para evitar algún tipo de distracciones, por lo que arribaron en la oficina personal del peli blanco, la cuál ciertamente tenía su estilo impregnado en cada esquina. Nuevamente el color blanco predominaba pero también el gris como la tapicería. La estancia estaba iluminaba por lámparas laterales que estaban dentro de algunos diamantes artificiales. Una de las paredes conservaba un gran estante de libros con diversos temas pero todos superficiales, la mayoría de personas que conocía a ese brujo, sabia que sus libros más valiosos los tenia escondidos, como el beso de la noche.
Al llegar se sentaron en un sillón de cuero blanco Kalaia y Aaron mientras pinky le enseñaba a James y Kela la habitación que deberían compartir y las estancias prohibidas para ellos.
- Tengo muchas preguntas pero solo una me inquieta en este momento. A Aaron estuvieron por matarlo por un "sello de fuego". En todos mis años no he escuchado nada de ello. ¿Tu sabes algo? - cuestiono con un rostro serio pero teniendo una mirada dura, característica de esa mujer.
- Sello de fuego... - llevo uno de sus largos dedos a sus labios para delinear el inferior con un ceño pensativo. - ¡Ya recordé! Tengo una idea de lo que es pero cambia en todos los casos y ha sido poco usado por lo peligroso que tiende a ser. Es normalmente usado para guardar algo muy poderoso, impidiendo que se haga presente en el cuerpo. La última vez que vi algo parecido un demonio deseaba ocultar un cofre que contenía una copa poderosa en ella. Le coloco un sello de fuego y él puso la condición para su apertura. Solo el creador sabe como destruirlo a menos de que pase la información, claro está. Si a Aaron lo querían matar para romper el sello, entonces la apertura está en su muerte. Pero la pregunta importante ¿Es tan poderoso como para ser tan codiciado? - sus últimas palabras dejaron un aire de suspenso mientras veía a Aaron guiñandole un ojo.
La preocupación se hizo notoria en los dos cuerpos de ese sillón ya que sus cuerpos se habían puesto rígidos como piedras.
- ¿Hay alguna manera de averiguar que guarda este sello? - preguntó Kalaia juntando sus manos sobre sus piernas.
- Si la hay, pero no les prometo que será efectiva. El hechizo tiene vida propia, yo no lo controló.
- ¿De que hablas?
- El los llevará al comienzo de todo.
James caminaba por el largo pasillo junto a Kela, yendo justo detrás del pequeño enano color morado que no les llegaba ni a la altura de los pies. En ese breve instante pasaron junto a la entrada del segundo bar allí pero este tenía una apariencia menos exótico, comparado al erótico. Sin embargo cuando el castaño vio al interior, algo logró helarle la piel, palideciendo su rostro brutalmente hasta sentirse mareado, con su corazón empezando a latir desbocado. Ella no podía estar allí... no podía ni estar viva.

- ¡JAMES! - una pequeña niña con cabello color cobre gritaba desconsoladamente su nombre al haberse caído por un piedra, pero esa pequeña caída le hizo meter uno de sus pies en un charco nada normal ya que succionaba todo lo que caía en él como una planta carnívora, pero esta sustancia era sumamente pegajosa y la niña no podía sacar su pierna.
- Maldición Emilia. Vamos hermanita. - un adolescente castaño trató de sacarla tomándolas de los brazos para poder tirar de ellos, tratando de sacarla pero era casi imposible.
Todo cambio cuando unos pasos acompañados de gruñidos se fueron acercando a ellos, provocando que un sentimiento de pánico inundará el cuerpo de James, paralizándolo unos breves segundos que marcaron su vida ya que en ese instante había soltado las manos de su hermana pequeña. Respiraba aceleradamente dando un paso hacia atrás con cada pisada que se aproximaba a ellos, no logrando ni escuchar los gritos de ayuda de su pobre hermana que ya estaba llorando al ver como su hermano mayor la dejaba a la merced de las bestias que se aproximaban. James estaba inducido en un trance propio de la adrenalina que iba ligada a su sentido de supervivencia y hizo algo de lo que se arrepintió cada día de su vida. Dejo a su hermana morir de la peor manera para poder salvarse él. Rompiendo la promesa que le hizo a su madre en el lecho de muerte, proteger a su hermanita. Había sido el más grande de los cobardes.
Él reconocía ese cabello donde fuera aunque estuviera más largo que hace unos años y su rostro, su rostro era único en el mundo ya que junto a él ojo tenía una marca de nacimiento que el siempre juró era de la forma de un diamante. La niña poseía un ojo verde como su hermano pero el otro azul por una anomalía conocida como heterocromía total.
Su mundo cayó cuando esos distintos ojos se posaron en él teniendo una expresión de sorpresa casi igual a la de James pero fue seguida de un sentimiento que perforó su ser. Odio. Justo en ese instante vio como la adolescente dejaba su bandeja de trabajo para correr entre la multitud de personas tratando de desaparecer de su vista.
- ¡EMILIA! - el grito de su nombre resonó por las paredes antes de que corriera dentro del bar claramente desesperado.
- ¡James! ¿Qué rayos te pasa? - Kela trataba de detenerlo colocando las manos en sus hombros para tirar de él, pero la apartaba con brusquedad, al punto de tirarla en el suelo.
- ¡Guardias! ¡Agárrenlo! - la voz de pinky no era nada tierna cuando estaba enojado ya que los hombres se habían apresurado a tomar al hombre que estaba a punto de entrar a la zona de la cocina gritando el nombre de una mujer hasta cuando lo sacaron y aunque trató de zafarse, ellos le ganaban en fuerza.
Luego de que Ángel digiera aquello, un silencio sepulcral cayo en ellos ya que algo les decía que esa no era buena idea pero no tenían otra alternativa por lo que al final terminaron aceptando llevar a cabo el hechizo.
- Claramente necesitare tiempo para prepararlo. Así que pueden ir a darse un baño que parecen pordioseros, luego cenaremos para culminar la noche con la gran revelación que nos espera. Necesitan mucha energía. - El peli blanco se puso de pie para ir por una copa de vino tinto que tenia allí, tomando tres copas.
- ¿Y no planeas pedir algo a cambio padre? - la voz aguda de su hija se hizo presente mientras abría las puertas de la oficina para entrar. Se sentó frente al sillón blanco con un gesto elegante.
- Ángel no debería cobrar tomando en cuenta que tiene mi libro. - replicó Kalaia con la mandíbula apretada para no decir nada de más. Nunca se había llevado bien con ella.
- Ese saldo te lo pago cuando viniste aquí hace poco buscando el espejo. ¿O debo recordártelo? - la mirada miel de ella se volvió con un brillo retador.
- Toma muchacho. Deja que se maten entre ellas. - susurro Ángel junto a Aaron pasándole una copa de vino, la cual él aceptó.
- Vamos dilo, ¿Qué quieres pequeña mimada? - la voz de Kalaia no podía ser más tensa.
- Es fácil, solo pido una cena con tu acompañante. - su sonrisa se ensancho cuando miró a Aaron, él cual las miró con los ojos totalmente abiertos, habría escupido el vino si lo tuviera en la boca.
- No olviden que estoy aquí. - soltó un suspiro de fastidio al verlas negociando como si fuera un juguete con moñito.
- Te sentaras junto a él en la cena. No pidas más, no éstas haciendo nada por ayudar, solo agarrarte de los méritos de tu padre como siempre. Si nos permiten, iremos a alistarnos. - cuando término de hablar se puso de pie tomando la mano de Aaron para prácticamente arrastrarlo fuera de la oficina.
- Joder mujer, no te aproveches que soy un simple humano. - se soltó bufando bajo aun con una leve molestia de su actitud.
Kalaia hizo omiso su comentario ya que si continuaba cerca de esa niña terminaría explotando o arrancándole la cabeza con las manos. Ya conocía el camino a su habitación por lo que solamente se aproximo a ella viendo que estaba sin candado. Tomo la perilla hasta que esta estuvo abierta.
Camino dentro de la gran alcoba con los pasos de Aaron detrás de ella, él cual observaba la grandeza de la habitación con una ceja enarcada por lo lujosa que era. Aunque algo que también le llamo la atención fue que no estuviera llena de blanco, era totalmente lo contrario. Sus colores eran cálidos pero predominaba la tonalidades más aproximadas al rojo. La cama era grande con un dosel trasparente negro, atado a las esquinas de los barrotes. Hasta tenía una chimenea pero no tenia fuego alguno aún.
- Lamento haberte sacado así. Esa niña gasta rápidamente mi paciencia. - se excusó ella mientras elevaba la mano para cerrar la puerta con un leve movimiento.
- No te preocupes. Lo único que me molesta es que me trates como un muñeco Kalaia. Entiendo que tienes mas fuerza que yo pero también soy un hombre. - susurro pasando al lado de ella con un semblante serio pero se detuvo al sentir como Kalaia le agarraba el brazo.
- Nuevamente lo siento, desde niño sentí la necesidad de protegerte. Me cuesta no tratarte como si no fueras mi responsabilidad.
- ¿Necesidad? Me protegías por que era igual a Asael. Y no soy tu responsabilidad. No soy ningún niño. - apretó su mandíbula tratando de no adentrarse en un tema que aun le molestaba gradualmente.
- Mejor dejemos esta conversación y tomemos una ducha. - Kalaia no era tonta, sabía que había tocado una fibra sensible.
- ¿iras tu primero? - le siguió en su cambio de tema volteándose para verle.
- Pensaba que nos ducharíamos juntos pero si tu insistes iré solo yo. - una sonrisa divertida tiraba de la comisura de sus labios al mismo tiempo que dejaba un beso rápido en los labios de él.
- ¿Qué?... No. Yo solo... - corto su oración cuando le vio entrar al baño. Había jugado con él a propósito.
Cuando ella entró al baño soltó un suspiro antes de que una sonrisa apareciera en su rostro, repintando los hoyuelos que poseía. Algo le decía que duraría allí dentro por lo que camino a la gran ventana junto a la cama, logrando ver que realmente era un pequeño balcón, por lo que abrió sus puertas de cristal con cuidado, dando con un paisaje totalmente neutral. Nada.
Era como estar en una llanura totalmente plana pero él sabia que todo ello mentira. Esa mansión esta metida en una ilusión que servía de protección para ocultarse por lo que allí donde el suelo era plano, realmente ocurría algo más. Su cuerpo estaba totalmente exhausto pero su mente no. Había aprendido que la fuerza mental mucha veces era más poderosa que la física y esta también podía llegar a dañar en gravedad. Su debilidad le había hecho dañar a una de las personas que más amaba, lo sorprendente es que ella aún estaba a su lado pero el se había alejado solo por que su cercanía fue iniciada por su primer amor. Definitivamente ella era más madura y compasiva de lo que desearía aparentar.
Llevo una de sus manos a su pecho duro mientras apretaba los labios en el instante que sintió una sensación escalofriante. Un mal presentimiento. No sabia si era creado por su paranoica mente pero sentía que algo se aproximaba y esta vez no habría salida alguna.
- ¿En que piensas? - la voz de Kalaia le hizo dar un brinco mínimo ya que no se había dado cuando salió. - ¿Todo bien?
- Si, solo me sorprendiste. - se excuso con la verdad volteándose a donde ella estaba ya vestida.
Los ojos grises de Aaron no pudieron evitar observar su cuerpo por unos segundos para admirar su hermosura, definitivamente ella alguna vez fue un ángel. Llevaba un cómodo corsé blanco en el torso junto a una gran falda abierta a los lados para que la tela solo cayera entre sus piernas, dejando éstas expuestas, dándole la oportunidad de contemplar esas suaves pero fuertes piernas envueltas en un lienzo deliciosamente bronceado. Su hermoso cabello negro caía aun húmedo acunando el bellísimo color de sus ojos que ahora lo veían con una ceja enarcada.
- Una foto dura mas. - musitó dando unos pasos hasta llegar a él para poder posar sus delicadas manos en el pecho de él, subiendo lentamente hasta su cuello, pudiendo sentir como este se estremecía bajo su toque.
- Para mi desgracia no tengo ninguna cámara, así que prefiero admirarte todos los días. - sus fuertes manos se enrollaron en la fina cintura de ella hasta que la hubo acercado a su fornido cuerpo sintiendo nuevamente su calor.
Ella en vez de responder lo que hizo fue posar su rostro en el pecho duro de él mientras cerraba los ojos para poder endulzarse con el sonar de los latidos de su corazón. Una armonía que representaba vida, tan calmante y acogedora. Aun más por como él la abrazaba, por momentos así dejaba caer su escudo para permitirse sentir protegida. Un sentimiento que hace mucho no sentía.
- Has cometido errores Aaron, pero algo que en silencio he agradecido es que este caos que nos rodea no te haya alcanzado. Su avaricia, egoísmo, destrucción, crueldad. Todo eso aún no vive en ti, puedo sentir que tienes pureza en ti. Los errores no definen quien eres, solo si has tratado de arreglarlos. Cuando hiciste a torturarme te perdone, no eras tú y aunque hubieras sido débil lograste detenerte las dos veces. Eres fuerte pero aun no lo sabes. Estas aprendiendo a caminar, solo prométeme que si caes tu mirada no habrá cambiado. - susurro con los ojos cerrados, exponiendo con pizcas de sentimiento lo que pasaba por su cabeza. Al abrirlos vio a un Aaron que no sabía ni que expresión poner, se le veía sorprendido pero también enternecido.
- Te lo prometo. - murmuro bajo llevando una mano al rostro de ella para darle una pequeña caricia a su mejilla. - Solo si tu prometes no apartarte de mi. Todo niño necesita a alguien que le enseñe que está haciendo mal al caminar. - Sólo en contextos como ese aceptaba lo de "niño".
- No soy la mejor para dictar que esta bien o mal.
- Eres la mejor para mí. - cerró los ojos para poder juntar su frente con la de ella siendo capaz de sentir como sus alientos se combinaban, poniéndole la piel de gallina.
- Ve a bañarte, pronto iremos a comer. - luego de casi un minuto inducidos en un tranquilizador silencio ella hablo, separándose para poder darle espacio.
- Menos mal, me muero de hambre. - una risa algo ronca vibro en su pecho mientras caminaba hasta la puerta del baño, entrando allí.
Luego de que Aaron se terminará de asear fueron directamente al comedor principal que lucia con ímpetu una gran mesa llena de platillos que hace mucho no probaban. Cada comida fue un deleite completo, los fideos en salsa blanca fueron casi en su totalidad devorados por Aaron ya que eran de sus comidas favoritas. Pero hubieron dos detalles que no hicieron de esa cena tan amena: La hija de Ángel estaba pegada como sanguijuela a Aaron al punto de darle uvas ella misma en la boca de él y era clara la incomodidad del hombre. Lo segundo era la ausencia de James en la mesa, no les habían dicho exactamente las razones de su ausencia, él solo mando a decir que se encontraba "demasiado cansado". Realmente el castaño estaba destrozado por lo que había descubierto al preguntar a Pinky sobre Emilia y el odio hacia él mismo lo estaba empezando a consumir. En ese momento se dio cuenta de algo que deseaba negar, parte de su protección a Kela era construida sobre la culpa de haber dejado a su pequeña hermana. Al finalizar esa incómoda pero deliciosa cena tomaron todos juntos vino para iniciar algo mucho más importante.
- El procedimiento es sumamente sencillo ya que solamente es una ilusión en la que serán inducidos pero todo lo que suceda allí es real. Así que cuiden sus espaldas. - empezó a explicar Ángel mientras caminaban a un pequeño salón de baile que tenía allí cuando hacia fiestas grandes. Algo que lamentablemente hace mucho no hacia. - Necesito dos gotas de sangre que serán puestas en esta copa, el liquido dentro es una infusión que prepare hace poco.
- ¿Qué es?
- Si te dijera no desearas tomarlo. - advirtió con una sonrisa maliciosa antes de extender la mano para que Kalaia le diera la espada de oro. Usándola para poder cortar un dedo de ella, esperando que la sangre cayera dentro de una copa sencilla de plata. Con Aaron el procedimiento fue el mismo. - tomarán solo un trago de esto. Buena suerte. - dejó el objeto sobre una mesa antes de retirarse de ese salón con pisadas elegantes.
- Las damas primero. - susurro Aaron con una sonrisa burlona para ocultar sus nervios.
- No se por que los hombres dicen eso solo cuando les conviene. - rodó los ojos tomando entre sus manos la copa. Se dio tiempo para respirar profundo antes de darle un trago a ese liquido espeso y agrio que le dejo un mal sabor en la boca.
Seguidamente lo hizo Aaron también casi terminando con una mueca parecida a la de Kalaia. Los dos sufrieron un pequeño mareo que les hizo cerrar los ojos. En el instante en que volvieron a abrirlos todo a su alrededor era totalmente diferente. Ese día Kalaia lo recordaba y Aaron lo había visto por los recuerdos de Asael. Eso no era buena señal.
Kalaia al tratar de buscar a Aaron vio que no estaba a su lado lo cuál le preocupó pero al tratar de moverse le llamo la atención sentir su vestimenta más pesada. Al verse una exclamación de sorpresa salió de sus labios. Su vestido era de época antigua pero pegado al cuerpo de una tonalidad color crema, el cabello se le había ondulado perfectamente en las puntas y en su rostro llevaba una máscara blanca que hacia un armonioso contraste con el color de sus ojos. Sin embargo ¿Dónde estaba Aaron?
Él hombre de ojos grises caminaba entre la multitud buscando a Kalaia ya que al parecer el hechizo los había separado un poco pero estaban exactamente en el mismo lugar. Cuando de reojo vio a una mujer parecida a ella corrió entre la el gentío que parecía ignorarle. En el momento en que entro en el mismo baño que ella sus ojos captaron algo en un pequeño objeto parecido a un espejo que le hizo helar su ser pero antes de que pudiera decir palabra alguna un humo negro perforó sus fosas nasales para hacerle caer en un sueño profundo. La persona culpable de ello tomo el cuerpo para meterlo en un pequeño armario, no sin antes tomar la máscara de Aaron.
- ¿Tarde demasiado? - una voz detrás de Kalaia se hizo presente haciéndole respirar con alivio. Al voltearse vio quien era con una sonrisa ladeada por lo elegante que se veía Aaron con traje de época. Esa máscara en especial le hacia ver una mirada más profunda que la habitual.
- ¿Dónde estabas? No tenemos mucho tiempo.
- El tiempo es relativo cariño mío. No me viste pero en todo momento estuve cerca de ti. ¿Se te apetece bailar?
- ¿Realmente crees que tendremos tiempo para bailar? Vinimos para algo Aaron.
El rostro del hombre frente a ella cambio un poco su expresión pero sintió como pasaba su mano por la cintura para acercarle a su duro cuerpo de un movimiento al mismo tiempo que llevaba su boca al oído de ella.
- ¿Serias tan cruel como para no concederle a este pobre demonio su ultimo baile? Vamos mi angelito no rompas mi corazón.
Esas simples palabras tensaron totalmente el cuerpo de Kalaia junto a una fuerte opresión en su pecho. No... no podía ser verdad, quería engañarse ella misma pero era imposible negar lo que estaba frente a ella martillando dolorosamente su ser. El calor que ahora estaba sintiendo provenía de él. Era Asael.
- A... - las palabras se anudaron en su garganta.
- Silencio preciosa. Sólo baila conmigo.
Las palabras no salían de su garganta ya que la agonía le estaba tocando el corazón que había vivido y muerto por él. Deseaba tocar cada parte de su ser para comprobar si realmente no era una obra de su maldita imaginación pero hasta el rozar de sus manos en la cintura de ella se sentía tan real. Asintió lentamente a su petición con unos ojos que estaban por romperse, espejos de su alma en ese momento. Pero el hizo lo que mejor sabia hacer, sostenerla antes de que ella se rompiera.
En el instante que se separo para poder entrelazar sus dedos con los de ella, empezando a moverse al compás de una canción suave que apenas era capaz de escuchar. Toda su atención estaba postrada en él, en la persona que ahora estaba haciendo latir su corazón. El hombre que le hizo amar las llamas del infierno, amantes bajo la luna. Su primer amor y el más fuerte.
- ¿Cómo? - no pudo evitar decir en el instante en el que él le daba una pequeña vuelta. Sus pasos no iban sincronizados al de las demás personas, ellos tenían su propia burbuja.
- ¿me preguntas el como pero no el por qué? - murmuro dejando un pequeño beso en sus nudillos que le hizo quemar la piel.
Cada paso que daba era una armonía digna de la agonía. El solo se dedicaba a mirarla con esa profundidad que nunca olvidaría, el calor de sus manos era tan tranquilizador que por momentos sintió el tiempo volver al momento en que él tomo su mano cuando ella cayó. El agarre tan fuerte que siempre tuvo pero delicado. Y sus labios conservaban nuevamente esa sonrisa torcida que derritió su corazón hace tanto tiempo.
Sin embargo en unos instantes se detuvo frente a ella para poder llevar una de sus manos a la mejilla de ella dándole una caricia que los estremeció a los dos.
- Siempre tan hermosa mi ángel. De lo único que me puedo arrepentir es de todos los besos que no te daré, cada mañana que no podre verte despertar y todo lo que aun tengo guardado en mis labios para decirte. - su voz era igual de dura pero por segunda vez se le vio algo vulnerable. - tu corazón se llenó de amargura por mi muerte pero amor mío estoy bien. Todo este tiempo solo desee que fueras feliz pero obtuve lo contrario y eso hizo doler mi corazón.
- Asael no... por favor. - era imposible ocultar las fugitivas lágrimas que escapaban de sus ojos. No podía contener tal dolor, se creía fuerte pero no ante él.
- No llores mi amor, cuando me fui solo vi tus lágrimas, al menos dame una sonrisa que conservaría toda la eternidad. - su mano limpio con el pulgar ese líquido cristalino. -Aunque ya no vuelva a ver tus ojos, tu mirada permanecerá en mí. Mi alma no tiene salvación pero mi amor por ti nunca morirá aunque mi cuerpo si. Eres lo mejor que me pudo pasar en la vida Kalaia. Fuiste el ángel que dio vida a un demonio.
- No me dejes... no otra vez Asael. - la voz le salía casi suplicante, se rehusaba a dejarlo ir nuevamente. Sin embargo se obligó a sonreír para él, una pequeña curvatura pero suficiente.
- Como quisiera quedarme a tu lado mi amor pero siempre hay un momento para decir adiós. - tomo las dos manos temblorosas de ella para besarlas dejando que una lágrima roja bajara por su mejilla. - Duele pero es un destino que no puedo cambiar. Solo prométeme que dejaras el fantasma de mi muerte atrás, que quitarás esa amargura de ti. Promételo Kalaia
- Basta...
- Por favor, quiero escucharlo de tus labios. Quiero irme en paz. Siempre viviré en tu corazón pero solo anhelo que recuerdes todos los momentos que pasamos juntos con alegría. Quiero que una sonrisa inunde tu rostro y no un mar de lágrimas. Por favor. - sus ojos grises ahora eran los suplicantes.
- Lo prometo... - no podía negarle algo así. No podía dejar que se volviera a ir con un pesar en su ser. En el momento en que dijo esas palabras una sonrisa se hizo presente en los labios de Asael.
Labios que sin previo aviso coloco sobre los de ella terminando de romperla por dentro, sintiendo nuevamente el sabor tan adictivo de su boca. Sus delgados brazos rápidamente se enrollaron alrededor de su cuello para atraerlo lo más que podía hacia ella, deseando fusionarse con su cuerpo para estar con él en la eternidad. Dolía tanto que era desgarrador cada movimiento de labios. Los dos estaban inducidos en un beso sediento, como si de un oasis en el desierto se tratará. Y las lágrimas se hacían silenciosamente presentes llenando sus bocas con pesar. Nunca creyó que su último beso pudiera doler tanto, un amor tan profundo que desgraciadamente les fue arrebatado. Su oportunidad de ser feliz juntos ahora solo era polvo en el aire, una vida que nunca podría ser posible. Un amor del que solo la luna era testigo.
- Nunca podré olvidarte Kalaia. Pero es momento de que sigas sin mí. Cuidaré tu recuerdo. Gracias por amarme. - fueron sus últimas palabras antes de que los brazos de ella cayeran en ausencia de su cuerpo. Lo único que quedo en el piso fue su máscara.
- No... no. No.- sus piernas apenas respondían pero tomo su vestido elevándolo para correr desesperada por el lugar tratando de buscarlo con el corazón en la mano.
Corrió gritando su nombre por cada rincón que le era permitido en esa maldita ilusión, sabia muy bien que era la despedida definitiva pero aún algo dentro de ella se negaba a dejarlo ir. Su alma estaba ligada a ese hombre y aunque le había prometido no llorar más, era imposible sonreír al haberlo perdido nuevamente.
Sus manos abrieron las puertas de la entrada principal con fuerza causando una ruptura en la ilusión pero pudo verlo caminar lejos de allí mientras su cuerpo iba desapareciendo con él.
- ¡ASAEL! - nuevamente gritaba su nombre y esta vez el la vio de reojo.
Sus pasos se detuvieron un momento pero solo le entregó una pequeña sonrisa antes de que desapareciera lentamente, siendo sus ojos lo ultimo en irse en él.
- Ese es mi nombre. - susurro en el aire rememorando el día en que ella le había preguntado su nombre.
Frente a los ojos de Kalaia ya no había nada, él se había ido y sus esperanzas también. Solo por ese momento se permitió caer de rodillas sobre su propio cuerpo para desahogar lo que torturaba su alma en un llanto tan pesado que le adormecía su cuerpo. Debía ser fuerte, pero necesitaba un segundo de debilidad.
En uno de los armarios Aaron estaba comenzando a despertar algo desconcertado de donde estaba. El pánico le llenó el cuerpo cuando recordó el reflejo en el espejo, un hombre exactamente igual a él detrás. Fue lo ultimo que observó antes de caer inconsciente. Sin embargo ni el mareo le detuvo, se puso de pie saliendo de allí para poder ir a buscar a Kalaia. Asael había usado esa ilusión de un recuerdo compartido para usar un ultimo respiro que le fue permitido.
Aaron lo que no sabia es que ésta vez tampoco llegaría muy lejos ya que antes de que pudiera llegar al salón, por una de las ventanas penetró algo tan fuerte que rompió los vidrios en miles de pedazos. Sus ojos grises captaron unas grandes alas negras ocultas por la sombra de la noche antes de que su nuca sufriera de un fuerte golpe. Volviéndolo a inducir en la inconsciencia.
- Ya te divertiste mucho mi amor. - murmuró una mujer de grandes tacones rojos mientras pasaba alrededor del cuerpo de Aaron. - Es momento de que vuelvas a mi.

Crónica de un pecado (Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora