capitulo 20

340 31 5
                                    

"El amor duele y te puede llegar a matar, pero los recuerdos son los que hacen que valga pena"

Aaron

Mi cuerpo ya esta adormecido que estar tanto en esta maldita cama, así que me pongo de pie con un leve de mareo que ignoro totalmente ¿Dónde estará? Esa pregunta ronda mi mente. Han pasado dos horas desde que desperté y no la he visto. Aunque ese recuerdo aún navega por mi mente, se sentía tan real.

Me acerco a la a ventana sintiendo la fría brisa de la noche calarse entre mi piel. Me apoyo en ella viendo hacia el exterior, dado que es de noche no puedo notar muy bien donde estamos pero si noto un pequeño bosque cerca de la casa. ¿Qué acaso los bosques me perseguían? Rio ligeramente con ese pensamiento. No me disgustan, los bosques me recuerdan a ella ¿Estará allí?

Sin embargo un fuerte dolor inunda mi cabeza obligándome a apoyarme en la ventana para no caer al piso. Imágenes vienen a mi mente con un tumulto de sentimientos que cortan mi respiración por intervalos... sangre, dolor, llanto, sufrimiento, gritos y sollozos.

"Me muevo con agilidad y facilidad matando a los demonios a mi paso sin dejar de ver a Kalaia, ella es mi prioridad ahora, si estoy aquí es para asegurar su protección, nunca la hubiera dejado ir sola, si era necesario revelarme contra su superior lo hubiera hecho... ella es mi ángel, esa paz que por tanto siglos necesite y anhele, una tranquilidad culpable. Sonrío orgulloso al ver sus movimientos, su cabello se mueve con cada acción de su cuerpo mientras que la suavidad de su mirada fue sustituida por determinación. Pero me pone alerta totalmente cuando veo como un demonio se acerca viendo fijamente a Kalaia, lleva una espada que parece hecha de oro... maldición ¡Esa espada! En el momento que veo como el demonio alza la espada en su dirección corro hasta ella, posicionandome detrás y  abrazando su pequeño cuerpo, no tardo mucho en sentir como la espada atraviesa mi abdomen expandiendo un punzante dolor en mi cuerpo. Ella se voltea asustada y la expresión de su rostro es de miedo puro desbordando por sus ojos, eso duele más que cualquier herida por qué no puedo decirle que todo estará bien. Siento un sabor a hierro en mi boca junto a un líquido escarlata que empieza a salir por la comisura de mis labios. Mis piernas pierden fuerza obligándome a caer pero no siento el suelo, solo sus confortantes brazos en mi cuerpo, unos pequeños brazos que tiemblan asustados. Abro mis ojos viéndola aunque mi vista sea borrosa. Buscando de alguna forma reconfortarle.

— Asael por favor dime algo, ¡Por favor! No me dejes, amor dime algo. — Su voz es entrecortada bañada de sufrimiento... Me es imposible no sentir dolencia ante su agonía. Quisiera limpiar con mis labios cada lágrima que sale por sus ojos, decirle que no se preocupe, prometerle que todo estará bien. Pero eso sería engañarle de la manera más vil.

Siento su delicada mano temblar sobre mi herida tratando de parar la sangre, su hermoso rostro fue sustituido por frustración, miedo y dolor más allá de lo que su pobre alma podría soportar.

Esos labios que me volvían loco tiemblan dejando salir sollozos acompañando a las lagrimas que salen de sus bellos ojos sin señales de secarse rápidamente... esos orbes que tenían el poder de hipnotizarse. Una pequeña brisa pasa entre nosotros dándome a aspirar un poco de su aroma, eso anestesia un poco mi dolor. Ella siempre tuvo ese poder, calmaba mi dolor con una simple caricia, una sonrisa o con solo mirarla a mi lado. Solo cuándo ella llegó fui consiente de mi agonía, la cuál llevaba cargando habitualmente durante siglos.

— Te dije ...— Trato de hablar pero el fuerte dolor de mi abdomen me obliga a callarme haciéndome tocar una fuerte bocanada de aire.

— No te esfuerces mi amor, estarás bien, te lo suplico aguanta. — Podrían clavar miles de dagas en mi cuerpo y no dolería tanto como verla en ese estado.

Sé muy bien que este es el fin de nuestra historia, aún después de mi muerte llevaré conmigo cada recuerdo, cada beso que compartimos. Los momentos juntos, no importa donde este ella será la dueña de mi corazón, esa llama que nunca se apagara ni después de la muerte. El amor duele y te puede llegar a matar, pero los recuerdos son los que hacen que valga pena. Esa sensación de sentir como tu corazón quiere salir de tu pecho con cada caricia.

— Te dije ... que sería tu escudo. — Logro decir con dificultad tomando su pequeña mano para después llevarla a mi boca, sintiendo por última vez la suavidad de su piel en mis labios. Joder... duele tanto. Me es imposible no romperme en ese instante.

Un nudo se ha formado en mi garganta... un minuto más, solo un minuto más pido para estar con ella. 

— Por favor ¡Resiste! No me dejes por favor. — No lo haré cariño... siempre estaré contigo, no importa donde este. Nunca te dejare, nunca dejaría la razón de mi sonrisa y el fuerte latir de mi corazón. Me destroza por dentro ver sus lágrimas, me duele aún más dejarla.

Me aferro a cada segundo por ella, recordando todo lo vivido. ¿Por qué tiene que doler tanto? Nunca temí a la muerte, un ser sin alma limpia. Pero ahora le reniego.

No quería que esto acabara así, en realidad tenía la esperanza de vivir con ella toda mi eternidad. Pero este es el punto final a nuestra historia. Una historia de amor prohibido que muere como el sol con el anochecer  pero que no tendrá un amanecer. Trato de sonreír queriendo calmar un poco su pena... ¿Pero cómo hacerlo cuando me duele profundamente a mí también?

— Te amo Kalaia nunca lo olvides por favor. — Quiero que recuerde cuanto la ame y amaré. Ella fue mi mundo entero en un pequeño lapso de tiempo, pero en ese poco tiempo me sentí más vivo que nunca... como si volviera a encontrar el sentido a mi vida. ¿La muerte es el precio por querer vivir de nuevo? ¿Nuestro dolor es el castigo ante este amor?

— Yo también te amo, no sabes cuánto te amo, pero por favor resiste. — Saboreo sus palabras, siempre me encanto escucharlas. Pero esta será la última vez que las oigo. Mi respiración se me dificulta cada vez mas junto al dolor punzante en mi abdomen, trato de aguantar más tiempo ignorando la oscuridad que quiere cubrir mis ojos. Tomo grandes bocanadas de aire viéndola. Y siento sus dulces labios húmedos de tantas lagrimas en los míos, no tengo fuerzas ni para besarla pero recuerdo su suavidad y calidez. Su sonrisa... cuando deseo volver a verla una vez mas.

— Procuraré llegar temprano al entrenamiento, te esperare ahí. — ¿Acaso puede doler más? No solo mi cuerpo está agonizando, mi alma sucia está muriendo lentamente haciendo el dolor de mi pecho mas doloroso que mi herida... No sabes cuánto te ame Kalaia... ¡Maldita sea! Te amé como nunca lo había hecho, sabía desde un principio que esto estaba mal, pero me arriesgue y al parecer perdí. Te esperaré, no importan los años que pasen, estaré esperándote hasta el día en que tome tu mano de nuevo. El mundo podrá cambiar pero este amor no se apagará ni con la peor tormenta, tengo la esperanza de que así sea.

— Ahí estaré. — Digo casi en un susurro, mi voz se apaga poco a poco. Trato de aferrarme a su mano, aferrarme a la vida. No quiero morir... no quiero dejarla. Mi vista se vuelve cada vez más borrosa. Te amo Kalaia... siempre lo hare y no me arrepiento de haber dado mi vida por ti. Es el ultimo pensamiento que viene a mi mente antes de que la oscuridad llene por completo mi vista dando mi último suspiro. "

Caigo al piso respirando agitado sintiendo un agonizante dolor en mi pecho, un gran nudo formado en mi garganta después de esa imagen. ¿Qué fue eso? Era kalaia y otro hombre, solo oí sus pensamientos y sentí su dolor desgarrador pero no pude observar su rostro. Aunque recuerdo como ella lo llamo... Asael. ¿Quién fue Asael?

Escucho como la puerta de la habitación se abre y levanto mi vista con la esperanza de que sea ella, pero estas recaen cuando veo a Issey entrar.

— Se ha ido... — Es lo primero que dice al entrar... ¿Qué? ¿Ella se fue? Siento como el aire abandona mi cuerpo un segundo. La acumulación de emociones ajenas y propias solo hace que mi pecho presione.

— Pero... — No lo entiendo, quería decir pero tal vez fui muy estúpido al pensar que ella se quedaría conmigo, estúpido por aferrarme a esa idea cuándo pasó tanto tiempo ocultándose.

— Lo siento Aaron. — Dice viéndome con lastima, pero por alguna razón creo ver una sonrisa de satisfacción que trata de ocultar, seguramente solamente fue mi imaginación. 

Crónica de un pecado (Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora