Capítulo once.

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ONCE: SI NO TIENES NADA BUENO QUE DECIR, ES MEJOR CALLAR.

  ● Harry:  

La calma se vio interrumpida por la tempestad. En este caso, el horrible tono de la alarma de mi móvil acabó con la mía. Siguiendo la rutina, di un almohadazo a Louis y otro a cada uno de los chicos. A regañadientes se despertaron mientras yo terminaba de ponerme el uniforme.

—El almohadazo de hoy me ha dolido. ¿Qué te pasa? ¿Selley sigue sin hacerte caso? –dijo burlándose y me hizo recordar nuestra discusión de ayer.

>FLASHBACK<

—Sabía que eras un gran cretino y un idiota integral, pero acabas de superar todas mis expectativas. Tienes exactamente todo lo que detesto en un tío. –remató y siguió caminando.

—Abres la boca y sueltas lo primero que se te pasa por la cabeza y ni siquiera te paras ni un segundo a pensar lo que hay detrás de cada persona. Siempre hay una historia y no te puedes permitir el lujo de acusar a alguien sin conocerla antes –susurré para mí– Y ni siquiera sé por qué me importa lo que puedas pensar.

—¿Selley? Tengo mejor gusto.  –dije saliendo por la puerta, evitándolos. Pero para mi desgracia, salieron tras de mí.

—¿Con mejor gusto te refieres a Mía? ¿O a Jennifer? –rió después de mencionar a la rubia.

—Lou, si no tienes nada bueno que decir, es mejor callar.

[…]

Presioné “enviar” cuando acabé el mensaje para Zayn y volví a guardar el móvil en el bolsillo. Tener la primera clase del día con el señor Gaffigan significaba una hora más para dormir. Observé la gente que caminaba a ambos lados, y, por segunda vez en esta semana, volví a tirar a alguien al suelo.

—Tú tienes alguna especie de problema conmigo. –musitó esta desde el suelo, llevándose una mano a la cabeza.

—Lo siento –no pude evitar responder bordemente.

—Entre tú y Kathe vais a acabar por dejarme lesionada. –sin saber por qué, mi cerebro decidió prestar más atención a la conversación.– ¿No fue a disculparse ayer? ¿Por qué sigues tan furioso entonces?

—Tu amiga me la ha jugado bien.

—¿No ha ido a hablar contigo?

—Sí, pero…

—Pero no le has dejado –dijo y puse los ojos en blanco.

—¿Cómo…?

—Porque te conozco,  y porque ella volvió de una mala leche que casi me rompe en pedazos con los ojos.

Del cielo al infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora