Capítulo cincuenta y dos. [FINAL]

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 ¡Hola! 

Esta vez os dejo el mensaje antes porque así os aviso que en la derecha os dejo el trailer de esta novela. Estaría muy bien que lo vieseis antes de leer, y así sabríais que la canción que tiene de fondo es la canción de piano de Harry y Selley.

Dicho esto, esta es el último capítulo, que espero que disfrutéis y no os decepcione. 

Así que, en los comentarios os pido por favor que me respondáis preguntas como: "¿Qué tal os pareció la novela? ¿Volveríais a leer algo escrito por mí? ¿Parte favorita del capítulo? ¿Capítulo favorito de la novela? ¿Decepcionada con el final? ¿Necesitas ayuda psicológica? 

En fin, agradezco a las que leéis y comentáis. Los últimos capítulos han llegado a diez votos, tengo 5.6k leídos en total, y 12 comentarios. No sé si este va a superar a los demás, pero no sé como daros las gracias por todo. 

Siempre estaré por Wattpad y no será la última vez que leáis algo de mí. 

En fin, os dejo con el capítulo que es lo que queréis leer. 

Esta vez sí responderé los comentarios.

Y ahora sí, tanto yo como nuestro tórtolos, como todo lo que se aman, os decimos hasta pronto.

Muchísimos besos, Al.

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CINCUENTA Y DOS: TE QUERÍA.

 

●Selley:

El sonido de la alarma invadió la soledad de mi habitación y no tardé un segundo en apagarla. Ya llevaba varias horas despierta, por los nervios quizás. Con las ansias que tenía de llegar al instituto conseguía hacer todo el doble de rápido, pero con el doble de torpeza, ganándome varios golpes que dejarían moratón.

Me centré en lo que reflejaba el espejo. No había nada de arrogancia, allí no estaba la chica malcriada que era yo. Y me asusté. Me asusté realmente porque lo único que aquello reflejaba era una chica débil y nerviosa, una chica enamorada.

Así que corrí fuera de aquella habitación antes de derrumbarme. Entré como loca en el comedor, Claudia acababa de servir el desayuno a papá. Yo simplemente atravesé la estancia como alma que lleva el diablo, girándome antes de cruzar la puerta.

—Tienes tres segundos para estar en el coche, sino te las verás conmigo. –sentencié.

No salí sin antes oír el comentario que ambos dijeron a la vez.

—¡Ay, el amor!

Mis dedos chocaban entre sí mientras pensaba en las palabras exactas que podría decirle al verlo. ¿Empezaba con un normal y tranquilo “hola”? ¿O le soltaba ya mi histérico “voy a secuestrarte si no te quedas conmigo”?

El trayecto se me estaba haciendo más largo que todas mis antiguas veces juntas. Y mi padre riéndose de mi nerviosismo no ayudaba.

—¿Quieres tranquilizarte, Kate? A este paso terminaremos yendo al hospital por un ataque cardíaco.

Y tampoco iba mal desencaminado. ¡Malditas mariposas! Ya podían irse a revolotear a otra parte y dejar mi estómago en paz.

Sin embargo, y para mi sorpresa, pisar por fin el camino de grava del instituto las calmó. Ahora ya no eran nervios, ahora eran unas ganas enormes de buscar a mi chico, abrazarlo y pegarme a él. Para siempre.

Del cielo al infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora