Capítulo veintiséis.

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VEINTISÉIS: A SOLAS.

● Selley:

La alarma volvió a sonar, interrumpiendo mis sueños para traerme de vuelta al mundo real, con todos los problemas que eso conllevaba.  

—¡Hoy es martes! –exclamó ilusionada Sam, gritando ya de mañana.  

—¿Qué tienen de bueno? –me quejé mirando mi horario. Los martes, jueves y viernes tenía a primera hora de la mañana lengua y literatura. En realidad mis primeras horas daban asco siempre.

—Fiesta cariño,  hoy toca fiesta.  

—Y hoy vas tu solita. Yo a aquel antro no vuelvo.

—Acabaré convenciéndote.  –negué con la cabeza ante su terquedad y acabé de ponerme el uniforme. – ¿Sabes que vas a llegar tarde?  –soltó una carcajada mientras salía corriendo. Y no mentía,  hoy ni de broma me daba tiempo a pasarme por la cafetería. Con las cosas de lengua en mano salí corriendo yo también. El pasillo estaba ya prácticamente vacío. Solo un par de rubias al fondo parecía seguir hablando sin importarles nada.

—Hay rumores de que se ha visto a Harry salir de la habitación de Mía a altas horas de esta noche. –oí a la más alta de las dos.

—¿Crees que volvieron?  –esta vez fue la otra la que habló. "Que yo sepa nunca tuvieron nada", gruñí mentalmente antes de llegar a clase. La puerta ya estaba cerrada y recordé que hoy había profesor nuevo  debido al incidente de ayer. Mi cabeza hervía de rabia  y seguramente fuese por lo que habían dicho las rubias. No iba a negar que me jodía que después de haberse acostado conmigo se fuese con Mía por muy enfadado que estuviese.  Intentaría que toda la rabia que empezaba a acumularse en mi cabeza pasase desapercibida,  pero cuando abrí la puerta de clase de golpe, a lo bruto y sin llamar, sabía que no lo conseguiría.  

—¿Y usted es? –preguntó el que debía ser el nuevo profesor.

—Katherine Allison Selley, puede llamarme Katherine, puede llamarme Selley, o puede no llamarme.

—Bien señorita Selley, yo soy Ruphert Fogg, su nuevo profesor.  

—¿En serio?  ¿De dónde han sacado su nombre?  ¿De la vuelta al mundo en ochenta días?  –recordé el apellido del protagonista de aquella obra.

—Puede ser, ahora siéntese.  

—Ya tenía pensado hacerlo. –susurré mientras tomaba mi sitio de siempre. Abrí una página al azar y me centré en mirar por la ventana  los miles de árboles que había en el acantilado donde estaba el internado. Tenía la sensación de tener sus ojos claros clavados en mí, pero no me dignaría a mirarle. Ni ahora ni nunca. ¿En qué momento se me olvidó quién era Styles de tal manera como para acostarme con él? Debería haber esperado lo de Mía.  

—La clase ha acabado. –la voz del nuevo profesor me hizo centrarme.

—¿Ya? –preguntaron al fondo– Si aún quedan diez minutos...

—Es el primer día,  por hoy ya he terminado. –dio vía libre y la gente empezó a juntarse y a hablar. Yo seguí contemplando las vistas intentando ignorar los comentarios del pasillo de las rubias.  No sé por qué no podía creérmelo. O a lo mejor intentaba convencerme de que Harry había cambiado y no se había acostado con otra. Noté los párpados húmedos, un estrepitoso estruendo evitó que se derramaran esas lágrimas. Solté el aire de golpe y oculté la cabeza entre mis brazos. Me tomé un momento para reflexionar. Esto ni siquiera debería afectarme.

—Señorita Selley. –el nuevo profesor me llamó,  evitando que saliese aún de clase.

—¿Sí?

—Necesito hablar con usted.

●Harry:

—Vaya para el profesor nuevo. –Niall y los demás lo observaban a la hora de comer. – Acaba de llegar y ya las tiene a todas detrás suyo.

—Normal, desde que Harry ya no hace caso a ninguna, y sumando lo necesitadas que están y que el profesor no tiene más de treinta años…

—¿Qué tengo yo que ver? –hablé ahora, pero en ningún momento levanté la cabeza del plato– Hay otros doscientos tíos en el instituto,  suficientes para todas. Y me da absolutamente igual con quién se quede el profesor ese. Y me importa aún menos si se las lleva a la cama.

—¿Y si esa chica es Kathe y está ahora mismo allí sentada con él, a solas? –recalcó ese último "a solas" y me hizo levantar la cabeza. Allí estaba ella, sentada con él, y riéndose a más no poder. La observé hasta que nuestras miradas se encontraron, ambas reflejaban lo mismo.

—Que haga lo que quiera. –dije volviendo a centrarme en mi plato.

—Eso ha sonado más falso que un billete de tres dólares.

—¿Por qué tendría que importarme lo que haga?

—Porque la quieres,  es obvio.

—¿Que tengo que hacer para que creáis de una vez que no me gusta?

— Absolutamente nada. No hagas nada y limítate a observar como otro la hace reír y se la lleva a la cama. Cuando la pierdas, tú mismo te darás cuenta de si la querías o no.

—¿Qué te pasa, Zayn?  Últimamente estás muy filosófico.  –intenté cambiar de tema. No iba a negar que no me gustaba verla a solas con otro tío en otra mesa.  Y mis celos son los que nos habían dejado en la situación en la que estábamos. Pero debía hacerlos callar.

—No estoy filosófico. Solo digo lo que veo, y lo que tú no te quieres creer. –jugué con lo que parecía ser puré de patatas que me habían echado en el plato.– O si no, dime Harry, ¿qué va a pasar ahora con vosotros? –preguntó y ahora iba a mentir. Pero como nunca antes  lo había hecho.  

—Nada. No va a pasar nada. –a cada palabra que decía,  el vacío que sentía dentro desde que discutimos, se retorcía–  Ya me la he llevado a la cama, ¿no? Es lo que quería desde un principio. La nueva ha caído como todas las demás. Y ahora, todo seguirá como antes de que ella hubiese llegado. –dije todo ello clavando el cuchillo en lo que pretendía ser un pedazo de carne, para intentar que sintiese él, el dolor  que aquellas palabras provocaban en mí sin poder evitarlo.

—Debería habérmelo imaginado. –oí,  pero aquella voz no era de ninguno de mis amigos, y me hizo levantar rápidamente la cabeza.  

Del cielo al infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora